Sábado 31 de mayo de 2003
  El juicio: entre la tragedia y la comedia
 

Por Claudia Márquez Linares (*)

  En medio del silencio y la expectativa en la sala del tribunal el 3 de abril, la secretaria comenzó la lectura de los cargos contra los periodistas Oscar Espinosa Chepe y Héctor Maseda y los disidentes Héctor Palacios, Marcelo López, Marcelo Cano, y mi esposo, Osvaldo Alfonso. Afuera, agentes del Departamento de Seguridad del Estado (DSE) les negaban la entrada a diplomáticos de las embajadas de España, Alemania, Suecia, Inglaterra y Estados Unidos, a periodistas acreditados de la prensa extranjera y a familiares y amigos de los encausados. Los acusados ocupaban los primeros bancos. Detrás, oficiales de la Seguridad del Estado.
En la tercera y cuarta filas, los familiares más allegados de los acusados. En el resto de los bancos, miembros del Partido Comunista, serios y sumisos, jóvenes con el sello de combativos militantes. La secretaria leyó las 14 páginas de la petición fiscal, la cual incluía frases tan elocuentes como "enemigos de la Nación cubana y mercenarios al servicio del gobierno de los Estados Unidos de América" quienes "han realizado acciones para lograr, dentro de los fines descritos, los objetivos de la Ley Helms-Burton, el bloqueo y la guerra económica contra el pueblo cubano". Así comenzó la función. Tres cámaras de televisión enfocaban a mi esposo, Osvaldo Alfonso, presidente del Partido Liberal Democrático de Cuba, que pidió permiso para leer un texto. Un dolor me apretaba el pecho: no podía creer lo que estaba escuchando. Más tarde, la televisión oficial transmitió el segmento repetidas veces como evidencia de que los opositores pacíficos, leía de su texto Alfonso, "hemos respondido de alguna u otra manera a los intereses de Estados Unidos". Era pura jerga gubernamental. Todavía no sé si lo escribió él o se lo escribieron. El episodio no es nuevo ni único.
En 1971, el poeta Heberto Padilla fue llamado a hacer su mea culpa públicamente luego de escribir su libro "Fuera de Juego" y a nombrar a los intelectuales cuyas credenciales revolucionarias podían resultar sospechosas. En 1989 le tocó a Tania Díaz Castro, secretaria general del partido Pro Derechos Humanos de Cuba, declarar que había sido manipulada por la CIA. La función prosiguió mientras una mezcla de sentimientos cruzaba por mi mente. Respiré profundo y con una sonrisa me preparé para seguir "disfrutando" del espectáculo. Habló el resto de los acusados. Mantuvieron con firmeza sus ideales para la democratización de Cuba.
El periodista y economista Espinosa Chepe repitió lo que siempre ha dicho. Que está en contra del embargo comercial por parte de los Estados Unidos. De nada sirvió su acostumbrada sinceridad. Fue condenado a 20 años y en estos instantes su salud es muy delicada. La atención médica en Villa Marista, sede de la Seguridad del Estado, deja que desear. Luego de que los acusados respondieran a las preguntas de sus abogados, a quienes habían conocido minutos antes del juicio, comenzó el desfile de más de 20 testigos de la fiscalía. La mayoría eran trabajadores del Hotel Parque Central y del Hotel Nacional, donde Wayne Smith, el primer jefe de la Sección de Intereses de los Estados Unidos en La Habana y conocido simpatizante de Castro, acostumbraba concertar reuniones entre opositores cubanos y congresistas y senadores estadounidenses.
En estas reuniones, el tema del embargo solía ser el tema principal de discusión. Los testigos cometieron sus pifias. Por ejemplo, dijeron que a los acusados Héctor Palacios y Osvaldo Alfonso los habían visto el 21 de marzo, cuando estaban presos desde el 18. Esto provocó la risa de los familiares.
En los juicios, varios agentes encubiertos revelaron su verdadera identidad. Odilia Collazo, ahora agente Tania, fingía como presidenta del partido Pro Derechos Humanos. De golpe, la función de estos agentes quedó clara: crear organizaciones paralelas a las ya existentes en las filas de los disidentes y opositores al gobierno. Así se crearon varios partidos de derechos humanos, asociaciones de médicos, hasta una federación alternativa a la Sociedad de Periodistas Manuel Márquez Sterling.
Por momentos, pensé que yo también era uno de los acusados, pero al menos hasta hoy no me han dictado sentencia. Sí me enviaron el mensaje de que me esperan 20 años de cárcel. Después de 44 años en el poder, 20 años no es nada para este gobierno.

(*) La periodista independiente Claudia Márquez es la esposa de Osvaldo Alfonso, condenado a 18 años de prisión en abril. El Centro Internacional de Prensa editó este artículo.
     
     
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