Sábado 31 de mayo de 2003
  Padres
 

Por Jorge Gadano

  La Secretaría de Derechos Humanos de la provincia de Buenos Aires informó el mes pasado que en los últimos dos años la cantidad de menores muertos por la policía había aumentado en un 41%. Supuestamente, los chicos se tirotearon con las fuerzas del orden, pero el entonces titular de la secretaría, Jorge Taiana, pidió al procurador de la Corte provincial que los fiscales se ocuparan de establecer las verdaderas causas de esas muertes. En el 2000 los chicos muertos fueron 26, en el 2001 cayeron 34 y en el 2002 las balas policiales abatieron a 34.
Tanto los fotógrafos policiales como algunos medios convocados por la Policía para hacer la crónica de "los enfrentamientos" tomaron fotos de los chicos caídos. Se comprobó que, en su mayoría, las víctimas habían denunciado amenazas o malos tratos de la policía. De los padres de estos chicos nada se sabe, aunque es de suponer que no autorizaron nada: ni que los mataran, ni tampoco que fotografiaran sus cadáveres.
En colonia Acaraguá, provincia de Misiones, vive Ariel Díaz, un campesino que ocupó tierras fiscales donde produce algo de tabaco, maíz y yerba, y cría chanchos y gallinas. Su casa es un rancho sin luz eléctrica, ni baño, ni agua. Como la plata no le alcanza, también produce y vende hijos. "Soy pobre, la vida es dura", se explica Ariel. "Viene gente de otro lado para llevarse a mis hijos, a cambio de dinero o mercadería. No hay problemas, arreglamos los papeles". No hay fotos ni datos de la nueva identidad de los chicos. Todo eso se cuida mucho.
Hay fotos, en cambio, de Gerardo Castro. Se las hicieron en "Clarín" cuando tenía 9 años, en 1998. El padre lo conchabó en Ríver a cambio de 25.000 dólares. El pibe, que promete, fue descubierto por un intermediario que se dedica a este tráfico. Otro, Ariel Huguetti, posó junto a toda su familia. El empresario ofreció 50.000 dólares, así como el pago de la alimentación y el colegio de Ariel y de sus hermanas. Héctor Recalde, un abogado laboralista, dijo que esos negocios son ilegales porque un menor sólo está habilitado para trabajar a partir de los 14 años. Pero los padres autorizaron, eso sí.
El negocio de los "chicos estrella" en el fútbol es mundial. De Africa llegan entre 4.000 y 5.000 chicos por año al fútbol italiano. Allá son tan pobres que ni siquiera en los basurales encuentran qué comer. Y todos sueñan con ser Makelele. El diario "Clarín" se ocupó de ellos y publicó una foto en la que se amontonaron 18 de esos pibes. Quien quiera verla puede encontrarla en la edición del 22 de abril de 2000.
Puede que haya personas que no estén interesadas en el fútbol, pero sí en el tema de la prostitución infantil. "La Nación" del 10 de marzo de 1999 publicó un informe sobre la zona roja de La Plata. Las chicas, de 11 a 15 años, trabajan en esa zona, pero también lo hacen en las afueras de la ciudad, en locales nocturnos. En no pocos casos es difícil obtener autorización de los padres, porque son ellos los que las explotan. Un juez platense, Julio Bardi, se sorprendió de que se pusiera especial atención en algunos casos porque -dijo- son miles en la provincia y en la Capital Federal". Entre esas miles hay dos que atienden a sus clientes sentadas en el escalón de ingreso al almacén Don Martín, situado en la esquina de 1 y 65, plena zona roja. Hay una foto de las dos, con la cara algo borrosa. "La Nación" dice que se investiga una presunta complicidad policial en la explotación de las niñas. En el área de la comisaría con jurisdicción en la zona desapareció el estudiante Miguel Bru.
El fotógrafo Sergio Goya, de "Clarín", hizo una foto que se publicó en media página de ese diario, y en colores, en la edición del 14 de enero de 1999. Las personas que se interesan en fotos de chicos pueden ver allí cómo, en Villa Bosch, Gran Buenos Aires, policías del grupo Halcón se llevan, arrodillado, a un villero, mientras su esposa y los hijos contemplan el procedimiento. Los únicos que tienen el rostro totalmente tapado son los policías.
Eso pasó, es verdad, hace bastante tiempo, hace más de tres años. Más cerca, anteayer, el mismo diario publicó una foto de Barbarita Flores, una nena tucumana de nueve años. ¿Importa la foto? Cuando tenía ocho, Barbarita habló para la tevé de que, por el hambre, se desmayaba en la escuela. Y lloró. Tiene siete hermanos. Después del escándalo que hizo el periodismo el padre, Juan Flores, consiguió el subsidio oficial de 150 pesos. Con la mujer, son diez de familia. El Estado les da 15 pesos por mes a cada uno, 50 centavos por día. Barbarita, que se desmayaba de hambre, ahora es una desnutrida. Y eso, porque hubo foto.
Según la ley neuquina 2302, no se puede publicar "información o imágenes que infrinjan el derecho al respeto y a la dignidad" de los menores de 18 años. Loable intención del legislador, pero la vida va en contra de los sanos propósitos. Porque las infracciones al respeto y a la dignidad de los chicos están en la calle. En la capital provincial lavan autos, limpian parabrisas, piden monedas, comen sobras en los bares, cargan bolsas en los supermercados. Y si se los quiere ver prostituidos, no hay más que buscar en la noche.
     
     
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