Viernes 30 de mayo de 2003
  Una señal de la historia
 

Por Pablo Bohoslavsky (*)

  El 25 de mayo de 1973 asumió la Presidencia de la Nación Héctor Cámpora, popularmente bautizado como "el tío", candidato del Frente Justicialista de Liberación (Frejuli) ante la proscripción que el entonces gobierno de facto encabezado por el general Lanusse impuso a Juan Perón.
El Partido Justicialista, acompañado de otras fuerzas políticas, había arrasado en las elecciones del 11 de marzo de ese año, alcanzando el 49,5% de los votos válidos, dejando en segundo lugar al radicalismo con una adhesión de poco más del 23% de los sufragios emitidos.
Balbín, quien encabezó la fórmula de la UCR, reconoció rápidamente el triunfo de la fórmula Cámpora-Solano Lima, con lo que la pretensión del gobierno militar de arrinconar y derrotar al justicialismo en la prevista segunda vuelta electoral se tornó estéril.
Lanusse había impulsado y establecido el ballottage, obligando a una nueva elección (entre las dos fórmulas más votadas) cuando no fuera alcanzada la adhesión por algunas de ellas de al menos el 50% de los votos válidos.
El 25 de mayo de 1973, la plaza de Mayo rebosaba de fervor justicialista y espíritu libertario entre los jóvenes que asistían a un acto simbólico que venía a terminar con una proscripción de 18 años al peronismo, incluidas las elecciones provinciales de 1961 que tras el triunfo del Partido Justicialista fueron anuladas, precipitando la caída del entonces presidente Frondizi.
Muchos de esos jóvenes fueron presa de una lucha interna que reflejaba intereses y valores ideológicos contradictorios y que se transformarían en antagónicos a pocos días de instalado el gobierno.
Muchos de esos jóvenes pagaron un caro tributo por sostener principios que, más allá de cualquier juicio de valor, los llevaba a los más severos compromisos y a realizar los mayores actos de generosidad.
Ese tributo adoptó las formas de la muerte, la cárcel, el exilio, el despido de los lugares de trabajo, el silenciamiento, el ostracismo interno y el olvido.
Entre esos jóvenes estaba Néstor Kirchner y varios de los que son hoy sus funcionarios.
Kirchner también llegó a la Presidencia de la Nación a través de un proceso electoral que preveía la segunda vuelta electoral, pero que como en 1973 no pudo concretarse.
Si hace 30 años resultó innecesaria y políticamente inviable como consecuencia de las diferencias electorales surgidas tras la primera vuelta, en el 2003 no se pudo llevar a cabo por la contundencia de la derrota anticipada en las encuestas que obligó a la fórmula Menem-Romero a retirarse de la contienda electoral.
Así como Cámpora se recluyó en su pastoril San Andrés de Giles, luego de un periplo que tras el golpe de 1955 lo llevó a la cárcel de Ushuaia, la posterior fuga a Chile y los beneficios del perdón presidencial de Frondizi, aquel joven santacruceño, se refugió en Río Gallegos tras el golpe militar del 24 de marzo de 1976, donde reinició la actividad política como muchos de nosotros, tras el retorno de la democracia en 1983.
Para quienes, como Kirchner, han alcanzado la máxima autoridad en un país tras haber atravesado períodos de persecución política como François Mitterrand siendo partisano en Francia durante la Segunda Guerra Mundial o Felipe González luchando contra el régimen franquista en España, la victoria electoral tiene un "sabor" particular, en el que se encuentran características como: la lucha permanente por determinados valores, la tenacidad para sostener los principios en las circunstancias más duras y ese desafío que significa llevar a la práctica esas visiones ideológicas por las que fue perseguido, pero que ya no pueden ser idearios en pro de un país mejor, sino adoptar formas concretas de gobierno en medio de la más severa de las crisis políticas, institucionales, económicas y financieras que atraviesa la Argentina.
También la tenacidad del presidente Kirchner, que inició su campaña en soledad, sin gobernadores, parlamentarios o dirigentes nacionales que lo apoyaran, sin bendiciones, sin aparatos, sin encuestas que lo encumbraran, pero con ideas y conductas consistentes nos ayuda para explicarles más fácilmente a nuestros hijos y a la generación que ellos integran la razón de nuestra acción pasada y la voluntad inquebrantable puesta a prueba en la adversidad.
En la plaza de Mayo del 25 de mayo del 2003 estuvieron presentes muchos de los que la colmaron treinta años atrás. Muchos más siguieron por la televisión esas actitudes de Kirchner que pretendía fundirse con tantas mujeres y hombres esperanzados que hicimos rodar, junto con nuestras lágrimas, aquellos viejos y tibios sueños que inexorablemente adoptarán otras formas, pero que expresan la misma voluntad en pro de una sociedad más justa e igualitaria.
Aquella "juventud maravillosa" como dijo Perón ya no está. Por el paso de los años y por la acción del terrorismo de Estado, aquellos jóvenes pelilargos, que combinaban generosidad con sectarismo, y la disposición a todo tipo de sacrificio con conductas autoritarias, ya no están.
Sin embargo el espíritu de ellos ha campeado en estos días, alzándose de entre las balas, la tortura y el silencio, de entre los profetas del odio y los especuladores, de entre los profesionales de la política y los que pontifican sin comprometerse.
Ese espíritu se solazó en la plaza del 25 de mayo del 2003 y nos dejó una señal de la historia, que por rara, selectiva y excepcional deberíamos aprovechar.

(*) Licenciado en Matemáticas
     
     
Tapa || Economía | Políticas | Regionales | Sociedad | Deportes | Cultura || Todos los títulos | Breves ||
Ediciones anteriores | Editorial | Artículos | Cartas de lectores || El tiempo | Clasificados | Turismo | Mapa del sitio
Escríbanos || Patagonia Jurásica | Cocina | Guía del ocio | Informática | El Económico | Educación