Domingo 11 de mayo de 2003
  Guerra fría
  Por Héctor Mauriño
  Sobisch ha demostrado en más de una oportunidad que es capaz de corregir su estrategia cuando los hechos le demuestran que ésta no trae agua para su molino. Esta vez, no salió a flagelarse públicamente, ya que ése no es su estilo, pero en la práctica pegó un giro de 180 grados en su política hacia la Municipalidad de Neuquén.
Después del revés electoral, Sobisch se convenció de que la política de cohabitación con Quiroga, en lugar de servir a sus propósitos, sólo contribuyó a traerle un gran dolor de cabeza, y con esa conclusión empezó la guerra fría.
Quiroga centró su gestión en la obra pública y se cuidó de criticar los polémicos gestos de Sobisch. Cuando comenzaron a sucederse los escándalos en el sobischismo, "Pechi" se mostró prudente y a lo sumo invocó la consabida confianza en la Justicia. El resultado no podía haber sido mejor para él. La prosperidad provincial producto del alza del petróleo y de la devaluación lo acompañó librándolo del casi seguro colapso que se insinuaba a comienzos del 2002, cuando el país ardía.
Sin embargo, consciente de que el resultado final de la relación debía dejar un saldo a su favor, cuando Sobisch comenzó a especular con la fecha de las elecciones, Quiroga no esperó un instante y convocó por adelantado. El resultado fue la derrota de Sobisch en la mayor ciudad de la provincia.
Así, a la postre, quedó clarísimo que el juego benefició a Quiroga y resultó ruinoso para Sobisch. Curado de espanto, el gobernador parece haber elegido ahora la política opuesta a la desplegada durante los últimos tres años y, en ese plan, desde el 3 de marzo hasta la fecha le ha arrebatado a Quiroga varias banderas: la terminal de ómnibus, las tierras del Ejército, el traslado de la U-9, las obras de infraestructura y, ahora último, la concesión directa para CALF.
En este contexto, una cosa es segura: el sueño político de Quiroga -fortalecerse con dos gestiones municipales para pegar el gran salto a la gobernación- deviene en insomnio.
Por si hiciera falta ser más claro aún, Sobisch acaba de lanzar su "Carta abierta del gobernador a los vecinos de la ciudad de Neuquén", que incorpora el proyecto capitalino a su campaña electoral por la reelección.
Quiroga salió a protestar por estas incursiones en terreno municipal. Acaso con más ironía que convencimiento, agitó la posibilidad de una revancha en el terreno de Sobisch: "Si le gusta tanto ser intendente, a mí me empieza a gustar ser gobernador", amenazó.
Sobisch ha consumido buena parte de su capital político con una larga lista de errores: las ternas, los subsidios de Centenario, la cámara oculta y el gasto descontrolado, entre otras cosas, lo han llevado a perder en Neuquén y en Zapala. Otro tanto le ocurrió con la primera vuelta de Menem. Inclusive, su falta de tacto le ha valido un enfrentamiento con el vicegobernador. Pero aunque devaluado, la falta de un referente capaz de unir a la oposición mantiene al actual mandatario en el primer lugar de las expectativas electorales.
En el caso de Quiroga, su segunda victoria consecutiva en Neuquén lo eleva al rango de principal figura de la oposición. Es el único que atesora un caudal político capaz de conmover al gigante emepenista. Con todo, ese poderío está severamente relativizado por el hecho de que acaba de renovar su compromiso con los vecinos.
Aunque en la oposición no son pocos los que alientan la posibilidad de que Quiroga se anime a dar el gran paso, como contrapartida, el líder radical no necesitaría más que esperar y realizar una gestión decorosa para ser el hombre indicado de cara a la gobernación en el 2007.
La evidencia de que los últimos actos de Sobisch no son golpes aislados sino el resultado de una política meditada, que tiene por objetivo destrozar la carrera del intendente, contribuye a afianzar en el entorno de este último la idea de que finalmente no le quedará otro remedio que jugarse. Allí se razona que de cualquier manera, si Sobisch sale reelecto como es lo más probable en las actuales circunstancias, erosionará su capital político al condenarlo a una gestión mediocre.
En realidad, este giro político del gobernador parece ir más allá de Quiroga y apuntar a todos los jefes comunales opositores. Así lo indicaría el modesto discurso de Sobisch del primero de mayo, que en lugar de contener los acostumbrados anuncios impactantes, estuvo dedicado a enrostrar a los intendentes lo mucho que se les da desde la provincia. Como si las obligaciones financieras del Estado provincial para con los municipios fueran la graciosa concesión de un príncipe.
Esta impronta aparece reflejada también en la puja desatada esta semana con Podestá -el aliancista que acaba de infligirle al gobernador otra derrota aplastante- respecto del grave conflicto en Vialidad, la dependencia provincial emplazada en Zapala, que había sido tomada por los trabajadores y que fue desalojada con inusual virulencia por la policía.
De confirmarse los indicios de que se preparaba una resistencia violenta por parte de los ocupantes, tal metodología debe ser condenada. Pero sospechosamente el gobierno, que mantuvo hasta aquí una política de tolerancia extrema frente a cualquier conflicto -privilegiando el no pago de "costos políticos" por sobre su responsabilidad de garantizar el orden público-, se mostró inflexible con los huelguistas bloqueando la posibilidad de una salida negociada.

Héctor Mauriño
vasco@rionegro.com.ar

     
     
Tapa || Economía | Políticas | Regionales | Sociedad | Deportes | Cultura || Todos los títulos | Breves ||
Ediciones anteriores | Editorial | Artículos | Cartas de lectores || El tiempo | Clasificados | Turismo | Mapa del sitio
Escríbanos || Patagonia Jurásica | Cocina | Guía del ocio | Informática | El Económico | Educación