Domingo 11 de mayo de 2003
  K de Kirchner
  Por Arnaldo Paganetti
  El dibujo político del 27 de abril exhibió en forma destacada cinco grandes divisiones, tres de las cuales (las que llevan el sello de López Murphy, Rodríguez Saá y "Lilita" Carrió), aún sumando en conjunto el 45 por ciento del electorado, se quedaron fuera de la definición del 18 de mayo. Las otras dos, con casi un 47 por ciento, colocaron a los peronistas Carlos Menem y Néstor Kirchner, a tiro de la Presidencia para el período que va del 25 de mayo de este año al 10 de diciembre de 2007.
Obviamente, en el segundo turno que se celebrará la semana próxima, el norteño y el sureño intentarán absorber a los votantes del liberal Murphy, del populista Saá y de la chaqueña defensora a ultranza de principios de ética y transparencia en la actividad pública.
En la tarea de impedir que ese enorme arco de ciudadanos se vuelque al blanco, que en este caso representaría la insatisfacción hacia los dos candidatos, Menem viéndose perdido (algo que reconoce en las profusas entrevistas televisivas y radiales a las que se presta) salió a matar o morir: embarra la cancha, hace denuncias de fraude que después no concreta ante la justicia y sus operadores (desorientados e irritados) dejan trascender que podría "bajarse" para afectar la base de sustentación de su enemigo Eduardo Duhalde, al tiempo que señalan "a un borracho de la Rosada" como el autor de la propagación de dicha versión. Versión disparatada para algunos, pero plausible para quienes piensan que "el turco" no se resignará pacíficamente a dejar el invicto ante un patagónico ignoto internacionalmente hasta hace unos días.
Sin triunfalismo pero con una clara postura de cómodo ganador, Kirchner bajó el nivel de confrontación, instaló un "besamanos" en la oficina que posee en la casa de Santa Cruz en Buenos Aires (por allí hasta desfilaron intendentes y dirigentes radicales) y con la estampa de un virtual jefe de Estado electo, se fotografió con los presidentes de Brasil, Luis Inácio Lula da Silva y Chile, Ricardo Lagos, con los que alentó el fortalecimiento del Mercosur antes de una negociación con el ALCA de Estados Unidos, como pone de relieve su rival.
El que tomó lo posta para "trompearse" con Menem no fue otro que el Presidente interino Duhalde, quien aliviado porque se avienta el riesgo de tener que ponerle la banda a quien le profesa (en forma correspondida) un profundo rencor, vaticinó que el riojano abandonará la pelea o visitará la lona con un furibundo nocaut.
Prepotencias al margen, lo cierto es que los encuestadores que no se ponían de acuerdo para el test del primer turno, hoy unánimemente señalan a Kirchner (De la Rúa en alemán, según el vocabulario irónico de Menem) con una clara ventaja, fundamentada en la idea del continuismo económico (aplaudido por la intransigente número dos del FMI, Anne Krueger) y el profundo sentimiento antimenemista que anida en la mayoría de la población que no optó entre los dos finalistas actuales.
La novedad que aporta Kirchner no disimula que detrás de él trabaja el descomunal aparato del duhaldismo de la provincia de Buenos Aires, cuyos artilugios en muy poco difieren de los que aplican los menemistas.
"No nos quejemos. Duhalde aprendió a usar de Menem los atributos del poder", sintetizó un peronista alineado con el riojano y predispuesto a correrse para el otro rincón si es que la partida culmina impulsada por el viento zonda que sopla desde la Patagonia rica y olvidada por los que se apiñan en la capital federal y el Gran Buenos Aires.
Menem escucha a todos, pero decide según su buen saber y entender intuitivo. Su ex ministro del Interior, Carlos Corach, le advirtió poco antes de retornar a sus estudios en Gran Bretaña, que es preferible ser atropellado por un camión "antes de que la historia te pase por arriba".
Según el criterio del fiel escudero menemista, el 27 de abril extinguió la vida política útil de Raúl Alfonsín (su partido está en virtual anarquía); el 18 de mayo, Menem "pasará a la historia. Y dentro de un año, si no cuida su capital, Duhalde también puede ingresar a cuarteles de invierno".
Corach lamenta que no se haya escuchado su consejo: Menem debía ser el gran elector, colocado por encima de una fórmula conformada por Carlos Reutemann y Rubén Marín.
A Kirchner le augura un futuro promisorio si es que amplia las bases de sustentación en el justicialismo, convocando a todos los sectores, sin discriminar a los que en la actualidad no se despegan de quien fue Presidente de la Argentina durante diez años y medio.
El viernes, el cordobés José Manuel De la Sota dejó de lado su neutralidad y tomó sin dudar la carta K. Quizá por temor al coqueteo de su rival a la gobernación, el cordobés Oscar Ahued, con el mandatario de Santa Cruz.
El folklore del tramo postrero de la campaña estuvo matizado por manifestaciones de Manuel Solanet, el principal economista de López Murphy. A tono con el predominio mundial y el menoscabo financiero argentino, Solanet advirtió que no hay espacio para el choque con los organismos internacionales. Y que cualquiera que sea el Presidente deberá reestructurar la deuda externa, sentarse a dialogar en serio con los acreedores privados y ajustar las tarifas de los servicios privatizados. Eso como mínimo. Pero también consolidar el superávit fiscal y disciplinar monetariamente a las provincias, sin retacear la ayuda a la franca más pobre.
Subsisten al mismo tiempo los augurios de hecatombe y los vaticinios de moderación y sumisión a la puja democrática. ¿Se resignarían los argentinos a estar peor?


Arnaldo Paganetti
arnaldopaganetti@rionegro.com.ar

     
     
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