Martes 6 de mayo de 2003
 

"Unabomber". Una nueva explicación

 

Por Héctor Ciapuscio

  Refresquemos primero la memoria del lector sobre aquel "Unabomber" que nos ocupó en esta columna varias veces. Recordemos que el famoso terrorista bautizado por el FBI con ese apodo fue identificado finalmente como Theodore Kaczynski, un ermitaño que había cosechado, en diecisiete años de envíos de bombas postales a profesionales relacionados con actividades tecnológicas, tres muertos y veintitrés heridos. Que tenía un pasado universitario excepcional: nacido en 1942, terminó Harvard a los 20 años, obtuvo su máster a los 22 y su Ph.D en 1967, a los 25. Fue acogido en el departamento de Matemáticas de Berkeley como assistant professor. Después de trabajar durante dos años en ese departamento líder en la ciencia, renunció y se fue a vivir a los bosques del Norte, donde concluyó su aventura. El hombre vivía en una caseta de madera de 2 x 4 que él mismo había construido. Tenía dos paredes cubiertas con literatura de primera clase. Los vecinos lo llamaban "el ermitaño de la colina" y declararon que todos los perros le ladraban cuando pasaba para hacer sus compras frugales y estarse horas leyendo en la biblioteca pública libros en inglés, alemán y español, además de las revistas especializadas "Omni" y "Scientific American". Recordemos, por último, que en 1995 cometió el error de extorsionar a dos grandes diarios de su país haciéndoles publicar un "Manifiesto" de 35.000 palabras en el que enjuiciaba a la "sociedad industrial" y sus consecuencias tal como las veía: un desastre para la raza de los hombres, un sistema tecnológico opresivo y aniquilador, la gente conformándose a la máquina, una sociedad enferma e infeliz, aglomeraciones humanas invivibles, estados crecientemente totalitarios, la libertad suprimida, la naturaleza inconteniblemente degradada. Desde que tal sistema omnipotente que amenaza la supervivencia humana no puede ser modificado, sostenía, debía ser destruido aunque por ahora no se tenga nada para su reemplazo. En el juicio siguiente a su aprehensión (lograda gracias a la denuncia de un hermano suyo que había reconocido en el manifiesto la redacción del eremita) la defensa alegó que los delitos del encausado eran consecuencia de una severa enfermedad mental. Su familia, en otro tiempo orgullosa de su altísimo coeficiente intelectual pero ahora ansiosa de salvarlo de una ejecución, colaboró aceptando que era antisocial desde su infancia. Los psicólogos dictaminaron "esquizofrenia de tipo paranoide". En 1996 fue condenado a reclusión perpetua.
La novedad que tenemos son comentarios de un libro publicado hace dos meses que actualiza el interés por el personaje en cuanto al origen de sus actos terroristas. El título es "Harvard and the Unabomber" y su autor, Alston Chase -un especialista en historia intelectual con un par de doctorados- expone una interpretación novedosa del desencadenante de la alienación destructiva de Kaczynski: lo radica en el "shock" que sufrió en la universidad de Harvard, a la que ingresó a los 16 años, cuando integró un conjunto de jóvenes seleccionados para un experimento psicológico especial. Esa experiencia sería, según Chase, la que determinó su suerte. Se refería a control mental, se prolongó, con doscientas horas de registro, a lo largo de tres años y fue llevada a cabo por el profesor Henry Murray y su equipo en procura de evaluaciones útiles para los servicios de inteligencia acerca de la resistencia humana a interrogatorios compulsivos, de alta agresividad. El comentario al libro que publicó "The New York Times" refiere que los experimentos involucraban "disputas estresantes", algo como una tortura "de tercer grado". Sujetos como el joven Kaczynski fueron humillados, ridiculizados y fotografiados secretamente mientras, con electrodos en la cabeza y el cuerpo, debatían hasta cosas íntimas con oponentes muy profesionales. Tal como lo hicieron varios alumnos que sufrieron las distintas fases del experimento, el futuro Unabomber describió después a este proceso como una experiencia angustiante. En cualquier caso, sigue el comentario, la mezcla de emasculación y confusión ética que él experimentó en Harvard como conejillo de Indias debe haber tenido efectos de larga duración tanto como para conducirlo a elaborar teorías tan desesperadas como las que autorizaron sus actos de terrorismo.
En el tiempo de la aprehensión por el FBI se publicaron diversas interpretaciones sobre por qué Ted Kaczynski dedicó su inteligencia al terrorismo serial. Hubo quienes lo adjudicaron a "actitudes pastorales", a la Thoreau, de cuestionamiento a la civilización técnica. Hubo otros que vieron su origen en el movimiento de la contracultura ("anti-technology mood") despertado por Vietnam, "Silent Spring" de Rachel Carson, la cuestión universitaria, etc. No faltaron los que propusieron una explicación más sofisticada: que, al igual que varios matemáticos importantes que supieron reconocer que la creatividad se les amenguó seriamente al promediar sus veinte años ("Mejor muerto que seguir viviendo / cuando uno pasó el trigésimo cumpleaños", dijo en verso uno de ellos), el joven profesor de Berkeley se habría derrumbado e iniciado su rebelión cuando sintió en sus veinticinco que se le habían retirado las potencias creativas. Ahora, la investigación de Alston Chase ofrece una interpretación por cierto muy diferente. Con 350 páginas rotundas según comentarios, proyecta la experiencia que desencadenó la alienación de Kaczynski sobre el telón de fondo de la "Guerra Fría", la carrera nuclear, la confusión académica y la intervención de agencias de seguridad en el ámbito de las disciplinas psicológicas de la Universidad. En otro nivel, debe haber seguramente en "Harvard and the Unabomber. The Making of an American Terrorist" materia propicia para una discusión en lo histórico y específicamente educativo.
     
     
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