Domingo 4 de mayo de 2003
 

"Gracias, muchas gracias"

 

Por Carlos Torrengo

  Sucedió tiempo atrás.
Un político de la oposición rionegrina asistía a un seminario en Flacso.
En el debate entablado tras una de las exposiciones -la de Federico Sturzenegger-, el rionegrino escuchó una reflexión referenciada en el célebre estratega chino Sun Tzu.
- Cuando en política la victoria se demora, la visión se nubla y se marchita el entusiasmo... Si la lucha se alarga sin resultados positivos para uno, comienza a agotarse el poder de uno- reflexionó uno de los participantes.
Al rionegrino le impactó la reflexión. No por no haber pensado jamás en esos términos, sino por lo ajustado de esa sentencia a la realidad política de la provincia.
Entonces, el rionegrino llegó a una conclusión: si en la provincia vuelve a ganar el radicalismo, a mucho de la oposición se le "nublará la visión". Luego se le "marchitará el entusiasmo", al menos desde lo generacional.
Y a esta conclusión hay que sumar una deducción: quien gane la gobernación apuntará a quedarse 8 años en el sillón.
De lograrlo, se habrán acumulado 28 años de gobierno radical. En términos del sistema pergeñado por Ortega y Gasset para analizar la movilidad de las generaciones en la plenitud de sus aptitudes, se habrán consumido dos generaciones.
Un ejemplo de la gravitación de este tema: un dirigente del PJ provincial que al inicio de la transición tenía 33 años, hoy tiene 53. Y su partido todavía no ganó una elección a gobernador.
O sea, una lucha larga sin resultados positivos puede debilitar el músculo opositor. No en términos de desaparecer. Sí en términos de resignarse a hacer política con poder salpicado. Una banca aquí, una comuna allá, un diputado por este otro lado.
Pero es la política que alienta el surgimiento del feudo. Divorcio tajante de una cosmovisión más amplia de la gravitación de la política en tanto expresión de poder.
Claro, los radicales también pueden perder. De hecho, en las encuestas están perdiendo. Si esto sucede, la historia será otra.
¿Pero quién puede afirmar que un puñado de encuestas selló ya la suerte del radicalismo? Desde la sensatez, nadie.
Esto no es contradictorio con el hecho de que el radicalismo sienta que una corriente de frío serpentea por su espalda. Quedó en claro el martes, en la reunión del gabinete y de la plana mayor del partido.
Descarnadamente ahí se habló de todo. Desde la desorganización con la que se desarrolla la campaña electoral a la necesidad de cerrar listas "ya", un tema convertido en espinoso para los timoneles del partido.
En términos elípticos se admitió la vigencia de un tema del que los radicales hablan en voz baja: en lo concerniente a instalación, la fórmula Saiz-De Rege deja mucho que desear. "Yo me voy a meter de lleno en la campaña", dijo Pablo Verani en tácita admisión de lo anterior.
Pero hay un dato que denuncia el miedo que se adueña del radicalismo y el gobierno cuando piensa en las elecciones: la demora en fijar la fecha de elecciones. Es una actitud miserable por parte del gobierno. Propia del que no puede dominar un estado de ánimo signado por la incertidumbre, la desconfianza.
Un partido y un gobierno que incluso irritan cuando se les dice que tienen "cuiqui". "¡No puede aparecer públicamente que pasamos a octubre por temor a perder!", chilló el ministro Daniel Sartor en la reunión del martes.
Con reflejos extrañamente lentos en él, Sartor la dejó picando: si no es por eso, ¿por qué es?
Pero ese cónclave no fue todo manifestación de debilidades y presagios de tormentas. En un momento dado, cuando el palique finalizaba, alguien dijo:
- No nos flagelemos, la oposición viene como queremos: bien dividida...mientras esté dividida, mejor...
Ese radical tiene razón: asombra la vocación del grueso de la oposición para encerrarse en su individualismo. Y aspirar desde ahí, a derrocar al radicalismo. Hay mucho de psicótico en ese convencimiento.
El caso del ARI rionegrino es llamativo. Sobrelleva una crisis que lo está astillando aceleradamente. Suma a esto el elegir un candidato a gobernador flamante hasta en su instalación en la provincia, el médico Fernando Allemandi. Vive en San Antonio Oeste. Y sin desmedro ni de sus condiciones como político ni de los sanantonienses como sociedad, cabe una pregunta: ¿cómo colocar en carrera a la gobernación a un candidato con tan poca inserción en la vida pública de la provincia?
Como si fuera poco esa precariedad, el ARI niega toda posibilidad de ir en alianzas. Extraño caso el del ARI rionegrino: aquí al borde del colapso, torpe en el manejo de su estructura. Pero a nivel nacional, expresión concreta de organización y poder.
Y aquí, el radicalismo agradece las desprolijidades del ARI rionegrino.
Recrear rionegrino también es otro tema a reflexionar. Hace política desde un principismo tan ortodoxo, que corre el peligro de olvidarse de hacer política. Una ortodoxia que tampoco se corresponde con la inteligente flexibilidad con la que su líder Ricardo López Murphy estructuró el partido. Una contradicción muy nítida para quien analiza la historia de Recrear con la prolijidad del científico y no con el imaginario del militante y dirigente.
También aquí agradecen los radicales.
El Frente Grande ha procurado acercamientos a otras fuerzas. Junta algo aquí y esto otro más allá. Pero por alguna razón muy profunda instalada en su esencia, en un momento dado no puede avanzar más en materia de contactos. Quizá porque ya tiene candidaturas muy abulonadas e intereses propios ya muy creados. Entonces, también aquí es la nada lo que se logra.
Y los radicales siguen agradeciendo.
Y está el Movimiento de Acción Rionegrina (MARA). Se presentan como tan nuevo en todo, que en los hechos terminan descartando todo lo existente ya por viejo, ya por lo que sea. Y una aclaración: lo único nuevo que tiene el MARA es su nombre.
Finalmente, el peronismo. No muestra mayor interés por alianzas con fuerzas de significación. Tiene un acuerdo forjado con los jirones que quedan del Partido Provincial Rionegrino, más una expresión de bodrio que de fuerza. El PJ se siente un gallo de riña tan feroz como los que impresionaban de niño a Gabriel García Márquez en su pueblo natal, Aracataca.
Y al peronismo, el radicalismo no le agradece nada.

Carlos Torrengo
ctorrengo@rionegro.com.ar

     
     
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