Viernes 30 de mayo de 2003
 

Cortocircuito

 
  Si bien no cabe duda de que el presidente del Banco Central, Alfonso Prat Gay, estaba en lo cierto cuando afirmó que "es un enorme disparate" que el presidente Néstor Kirchner se haya comprometido públicamente con un dólar a tres pesos, sobre todo en un período como el actual en el que las monedas principales del mundo, encabezadas por el dólar estadounidense, están revaluándose o devaluándose a un ritmo que nadie, ni siquiera George W. Bush, estaría en condiciones de modificar por mucho que quisieran hacerlo, le hubiera convenido hablar de forma un tanto menos hiriente. Después de todo, Prat Gay no puede ignorar que, por motivos comprensibles, en estos momentos Kirchner está resuelto a consolidar su autoridad política mostrándose como un presidente "fuerte", de ahí la decisión de barrer con buena parte de los mandos militares, y que al ministro de Economía, Roberto Lavagna, le interesa aumentar todavía más su control sobre zonas aledañas a su propia esfera de influencia, motivo por el que era de prever que al primero no le gustaría para nada el tono llamativamente despectivo del comentario del funcionario, ni que al segundo le parecería un buen pretexto para ocupar más "espacios de poder". Aunque en teoría el jefe del Banco Central disfruta de autonomía y por lo tanto hasta septiembre del 2004 debería poder darse el gusto de polemizar tanto con el presidente de la República como con un "superministro, la realidad es que de quererlo sus adversarios no tendrían demasiadas dificultades para encontrar la forma de obligarlo a renunciar.
Por desgracia, en nuestro país ya es rutinario que distintos grupos políticos se encarguen de desensillar al presidente de turno del Banco Central luego de acusarlo de lavado de dinero, de comulgar con el "neoliberalismo" o de cometer algún otro pecado imperdonable. También lo es que al estallar una nueva pelea entre Economía y el Banco Central, la mayoría elija interpretarla en términos entre ideológicos y conspirativos, de modo que no sorprende en absoluto que a juicio de muchos Prat Gay se habrá erigido en vocero de "las corporaciones" financieras vinculadas con intereses foráneos contra las que el presidente Kirchner se ha aseverado resuelto a librar una dura batalla. De difundirse esta tesis, sería muy difícil impedir que los simpatizantes ya de Kirchner, ya de la noción de que la crisis nacional sea en buena medida consecuencia de la rapacidad insaciable de dichas "corporaciones", trataran de aprovechar la oportunidad para intentar reducir, cuando no eliminar por completo, la independencia del Banco Central, reafirmando de tal manera "la subordinación de lo económico a lo político", planteo éste que a juzgar por sus declaraciones recientes merece la plena aprobación del presidente de la República.
En muchos países desarrollados, la autonomía de los respectivos bancos centrales es considerada fundamental por tratarse de la única forma conocida de impedir que "los políticos" provoquen calamidades al procurar manipular las tasas de interés y el valor de la moneda, pero en nuestro país abundan los que toman dicho principio por una innovación neoliberal exótica que, lejos de garantizarnos un mínimo de estabilidad, sólo sirve para desbaratar iniciativas destinadas a "redistribuir el ingreso", a mantener alejados los temidos capitales especulativos y a forzar a los financistas a colaborar con los dirigentes políticos en beneficio de los habitantes del país. Puede que esta forma de analizar la evolución de la economía sea, como diría Prat Gay, un "enorme disparate", pero ello no obstante sería un grave error subestimar su capacidad para incidir en la conducta de nuestros gobernantes que, como es lógico, propenden a creer que si contaran con más poder sobre las variables clave estarían en condiciones de mejorar mucho las perspectivas ante el país. Así las cosas, sería positivo que aquellos funcionarios que entienden que a Kirchner no le convendría hacer pensar que, a diferencia de otros mandatarios, está facultado para manipular la evolución del tipo de cambio intentaran educarlo en privado, no en público, y que sobre todo se abstuvieron de tratarlo como si fuera un pobre atrasado proclive a formular declaraciones delirantes sobre asuntos que sencillamente no será capaz de entender.
     
     
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