Martes 27 de mayo de 2003
 

El estilo Kirchner

 
  En otras épocas, la decisión del presidente de la República de iniciar su gestión obligando a pasar a retiro a 27 generales, 13 almirantes y 12 brigadieres, nada menos, decapitando de este modo imprevisto las tres fuerzas armadas y en consecuencia ocasionándoles una multitud de dificultades administrativas, hubiera provocado una crisis de proporciones, pero los tiempos han cambiado y por lo tanto Néstor Kirchner no tiene por qué temer ser víctima de un "planteo" a la antigua usanza. Con todo, aunque es muy positivo que las Fuerzas Armadas ya no constituyan un poder fáctico proclive a derribar a los mandatarios civiles que les resulten molestos, es precisamente por eso que la medida tomada por Kirchner horas antes de recibir la banda y el bastón propios de su cargo cayó mal incluso en sectores que nunca se destacaron por su simpatía hacia los militares. Desde que fue aplastado el último levantamiento carapintada por órdenes del entonces presidente Carlos Menem, las Fuerzas Armadas están firmemente subordinadas al poder civil, de suerte que la embestida de Kirchner no ha sido atribuida a un deseo hipotético de mejorar su desempeño, sino a sus propias ambiciones personales. En efecto, el que el presunto sucesor del jefe actual del Ejército, el teniente general Ricardo Brinzoni, sea el general de Brigada Roberto Bendini, un hombre estrechamente vinculado con los kirchneristas por ser jefe de una brigada con asiento en Río Gallegos, mientras que los futuros jefes de la Armada y la Fuerza Aérea también se encuentran entre sus conocidos, ha hecho pensar que lo que quiere Kirchner es ubicar a "hombres de confianza" en puestos que a su entender serán de importancia política. Otra teoría que se ha difundido tiene que ver con la militancia juvenil de Kirchner: conforme a ella, la "generación de los setenta" se habrá aprovechado de una excelente oportunidad para asestar un golpe doloroso contra sus viejos enemigos.
Que Kirchner haya querido contar con personas "leales" en posiciones clave puede comprenderse en un país tan caudillista como el nuestro en el que las instituciones son sumamente débiles, pero si la auténtica purga que está por llevar a cabo en las Fuerzas Armadas, eliminando de un plumazo al 75% del generalato y la mitad de los almirantes y brigadieres es sólo el primer paso de una estrategia destinada a permitirle acumular más poder que el ya supuesto por su condición de presidente de la República, no tardará en hundirse en problemas de todo tipo. Como otros presidentes recientes de instintos parecidos han descubierto, la Argentina ya no es un país dócil que se deje manipular por autoritarios como sucede a menudo en las provincias que suelen calificarse de feudales. Le guste o no al nuevo presidente, le será forzoso convencer a cantidades suficientes de sus compatriotas de que ciertas medidas realmente son necesarias porque beneficiarían al conjunto: si no consigue hacerlo, su gestión se trabará por completo. Huelga decir que de intensificarse la sensación ya existente de que lo que se ha propuesto Kirchner es priorizar los intereses de su propia fracción política, privilegiando a parientes y amigos, todas las demás se combinarán en su contra, creando así una situación que pronto le resultaría inmanejable.
Por el mero hecho de haber sido elegido presidente, si bien sólo por el 22% de los votos de los que el grueso le fue prestado por Eduardo Duhalde, Kirchner ha comenzado su período en la Casa Rosada con el respaldo de una mayoría notable. Sin embargo, esto no quiere decir que pueda darse el lujo de abrir frentes de conflicto por razones arbitrarias. Desgraciadamente para él, aunque en este momento su capital político es respetable, se parece mucho a aquellos balances financieros que se vieron inflados por la llegada de oleadas de dinero especulativo -el célebre "capital golondrina"- de mediados de los años noventa. El apoyo basado en nada más que el optimismo causado por la aparición sorpresiva de un nuevo y poco conocido presidente constitucional después de un engorroso proceso electoral, porque es de eso que se trata, puede evaporarse con la misma rapidez fulminante con la que se formó, razón por la cual convendría que Kirchner no se permitiera demasiadas ilusiones.
     
     
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