Miércoles 21 de mayo de 2003
 

Indultos insensatos

 
  Según el presidente saliente Eduardo Duhalde y sus voceros, los indultos al cabecilla carapintada Mohamed Alí Seineldín y a su presunto equivalente ultraizquierdista Enrique Gorriarán Merlo equivaldrán a "un aporte para la pacificación definitiva del país". Se trata de un pretexto que acaso podría tener algún sentido si los seineldinistas estuvieran planeando una nueva asonada y los terroristas del Movimiento Todos por la Patria plantearan un peligro tan grave a las instituciones democráticas, que la única forma de mantenerlos a raya consistiera en liberar a su comandante, pero ocurre que por fortuna el país no se halla en una situación tan extrema que las autoridades tengan forzosamente que negociar con militares rebeldes o con los jefes de bandas criminales. Por el contrario, en vista de que los admiradores de Seineldín son pocos y el terrorismo que se pretende "de izquierda" ya pertenece a la historia, los pretextos aducidos por Duhalde distan de ser convincentes, razón por la cual con buen criterio su sucesor, el presidente electo, Néstor Kirchner, ya ha manifestado su discrepancia con una medida que supuestamente fue tomada a fin de ahorrarle "costos políticos". Puede que estén en los cierto los duhaldistas que dicen que podría resultarles "políticamente costoso" cerrar el "capítulo oscuro de la historia de enfrentamientos y violencia entre hermanos" del cual habló el jefe de Gabinete, Alfredo Atanasof, pero lo habrá sido no porque los enemigos de sendos extremistas se habrán sentido indignados, sino porque por ahora cuando menos el país vive en paz y la mayoría abrumadora de la población no quiere que esta situación se modifique. Puesto que no tiene ninguna lógica evidente la decisión imprevista de Duhalde de beneficiar a Seineldín y Gorriarán Merlo, es natural que la iniciativa del bonaerense haya provocado malestar entre quienes están preguntándose cuáles serían los motivos auténticos por los que habrá querido congraciarse con los simpatizantes de dos enemigos notorios de la democracia y de la convivencia pacífica.
A juicio de Duhalde, Seineldín y Gorriarán Merlo merecen ser indultados porque si bien cometieron "errores" en el pasado, los tiempos han cambiado y por lo tanto deberían disfrutar de "una segunda oportunidad". Huelga decir que conforme a tal razonamiento sería lícito dejar en libertad a virtualmente todos los presos del país que en el pasado también cometieron el "error" de asesinar, robar o violar, pero que es de suponer ya entenderán que no deberían haberlo hecho. Y, en efecto, en distintas ocasiones los persuadidos de que la mayoría de los delitos sería atribuible a la "injusticia social" se han manifestado en favor de una reducción generalizada de penas, actitud que lejos de tener las consecuencias deseadas siempre resultó contraproducente. Aunque es claramente necesario intentar entender las razones por las que ciertos sujetos se convierten en delincuentes, quienes minimizan su responsabilidad personal imputando su conducta a las circunstancias políticas imperantes en un momento determinado corren el riesgo de terminar transformándose en meros propagandistas.
Aunque los crímenes por los que Seineldín y Gorriarán Merlo fueron condenados a la prisión perpetua no eran "políticos" -es decir, nunca fue una cuestión de acciones que si no fueran por sus eventuales repercusiones políticas no figurarían como delitos en ningún código penal civilizado-, Duhalde parece creer que, por representar a su modo particular los dos delincuentes ideologías extremistas, sería correcto tratarlos de manera diferente y más benigna que a los condenados "comunes" que no han procurado justificar su conducta en base a alguna que otra teoría política. En opinión del presidente provisional, pues, si los motivos de individuos que no vacilan en causar la muerte de cualquiera que se encuentre en su camino pueden calificarse de "políticos", será legítimo considerarlo un atenuante. Según parece, Duhalde sencillamente no comprende que la tesis aberrante de que a veces en política virtualmente todo debería considerarse permitido y que en consecuencia es legítimo privilegiar a los "idealistas" estaba en la raíz tanto de los golpes militares como de la marejada terrorista que en los años setenta se combinaron para sembrar el horror por todo el país.
     
     
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