Jueves 15 de mayo de 2003
 

Demasiado rencor

 
  Sería excesivo pedir que nuestros dirigentes hablaran como si fueran filósofos, pero no lo es esperar que en adelante se abstengan de atribuir las actitudes de sus adversarios a su vileza personal, razón por la cual es de lamentar que momentos después de ser confirmada su condición de presidente electo Néstor Kirchner aprovechó la oportunidad para tildar a Carlos Menem de "cobarde", imitando de este modo al propio Menem que con frecuencia se burló de Raúl Alfonsín por haber "huido" dejando el país "en llamas". Asimismo, para rematar, Kirchner afirmó que Menem "primero les robó a los argentinos el derecho a trabajar, luego el derecho a comer, a estudiar, la esperanza y ahora vino por el último derecho que quedaba en pie, el voto", tesis que según parece se basa en la teoría de que absolutamente todo cuanto ocurre en un período determinado depende directamente de las intenciones del jefe de Estado, lo cual, por desgracia, dista de ser cierto. De todos modos, en vista de la situación en la que se encuentra el país, entre las prioridades de cualquier presidente, sobre todo el de un producto de un proceso electoral tan dudoso como el que acaba de culminar, debería figurar la de intentar curar las muchas heridas infligidas por una clase política mayormente irresponsable y también, en cuanto sea posible, la de procurar asegurar que los debates políticos consistan en algo más que el intercambio de lindezas infantiles. Puede que a Kirchner le parezca muy "macho" dedicarse a insultar al adversario derrotado -o, como sucedió un par de días antes, permitir que sus colaboradores golpeen a periodistas que le formulan preguntas incómodas-, pero sucede que el machismo no equivale a fortaleza. Y, huelga decirlo, a esta altura es un tanto tarde continuar imputándole a Menem todos los males del país: han transcurrido más de tres años desde la elección de su sucesor, Fernando de la Rúa, o sea, tiempo suficiente para restaurar aquellos "derechos" supuestamente robados por el riojano.
Además de mostrarse exponente de un estilo particular que se asemeja demasiado al cultivado en ocasiones por Menem y a menudo por Eduardo Duhalde, Kirchner parece haber entendido mal la naturaleza de su mandato al aludir a su desprecio por el "pragmatismo" -es decir, por los resultados concretos de sus acciones- y su voluntad de aferrarse a sus "convicciones" por suponer que sería lo que le está reclamando "la sociedad". No es que sea malo tener "convicciones" y es bien posible que las de Kirchner sean muy respetables, pero ocurre que, sus íntimos aparte, nadie sabe muy bien en qué consisten y no existen motivos para creer que el 22% de los votos que cosechó el 27 de abril se haya debido a su opiniones personales. Lo entienda o no, con escasas excepciones, aquellos votantes creían que se trataba ya del hombre de Duhalde, o ya de un político moderado que no intentaría emprender una aventura que con toda seguridad terminaría mal. Si Kirchner acepta los límites supuestos por la precariedad de su base de sustentación y gobierna respetando los puntos de vista y los intereses legítimos de una amplia gama de sectores, su gestión podría arrojar resultados positivos. De lo contrario, no tardará en descubrir que la sociedad no le perdonará ningún error, por mínimo que fuera.
Los días iniciales de una presidencia pueden ser muy importantes, sobre todo si en ellos el nuevo mandatario fija los parámetros de su futura gestión. En el caso de Kirchner, un político poco conocido que quiere eliminar lo antes posible las dudas en torno de su capacidad para gobernar el país en una etapa sumamente complicada, el primer peligro que tendrá que enfrentar es el planteado por el sectarismo motivado por el deseo de probar que en verdad no le debe nada a Duhalde y que no está por abandonar sus "convicciones" personales que, a juzgar por sus declaraciones recientes, se ubican bien a la izquierda no sólo de aquellas del grueso de la sociedad sino también, y en especial, de las de la mayor parte de su propia clientela electoral. A menos que Kirchner asuma el hecho de que por ser tan estrecha su base de apoyo tendrá que ampliarla desde el poder, pues, no le será dado comenzar a reparar los daños que en su opinión fueron provocados por el compañero Menem.
     
     
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