Martes 13 de mayo de 2003
 

Opciones ingratas

 
  Ya estamos acostumbrados a que una proporción muy significante del electorado se sienta obligada a votar sin entusiasmo por "el mal menor", optando bien por un candidato peronista por suponerlo capaz de garantizar "la gobernabilidad", bien por un radical o afín por creerlo menos corrupto y más dispuesto a respetar las formalidades legales que su contrincante, pero nunca antes del 27 de abril nos hemos visto constreñidos a elegir entre dos caudillos provinciales del mismo movimiento, uno archiconocido y por lo tanto considerado artífice de buena parte de los problemas del país, otro por conocer, aunque su trayectoria como gobernador provincial, a diferencia de su retórica resueltamente progresista, fue bastante similar a aquella de su rival. Así las cosas, puede comprenderse el desconcierto que se ha apoderado del más del cincuenta por ciento del electorado que en la primera vuelta no se comprometió ni con Carlos Menem ni con Néstor Kirchner. Según parece, el domingo la mayoría abrumadora votará en contra de Menem, pero no en favor de Kirchner, detalle que, huelga decirlo, este último interpretará de la forma que más le convenga.
La actitud negativa del electorado de cara al ballottage puede entenderse. Extrañaría que el "menemismo", una agrupación heterogénea de individuos que incluye a una cantidad notable de impresentables, se conformara con manejar el país con la inteligencia y el vigor exigidos por las circunstancias. Aun cuando un eventual gobierno encabezado por Menem instrumentara políticas económicas óptimas, muchos menemistas tomarían sus hipotéticos éxitos por un buen pretexto para aprovechar las oportunidades que tanto abundan en el país para mejorar su situación personal. En cuanto al "kirchnerismo", por ahora se trata meramente del gobernador de Santa Cruz y sus allegados aliados con el duhaldismo bonaerense, corriente que, antes de acercarse a ella por motivos netamente pragmáticos, el candidato mismo solía calificar de "casi mafiosa", de suerte que no hay ninguna garantía de que los integrantes de esta coalición improvisada resulten ser distintos de sus adversarios coyunturales.
A pesar de que a esta altura muchos entienden muy bien que el confuso sistema caudillista que se vio fortalecido por el fracaso del gobierno no peronista del presidente Fernando de la Rúa es difícilmente compatible con la clase de administración que el país tan claramente necesita, el 27 de abril la mayoría optó por refrendarlo en parte porque por "lealtad" amplios sectores siempre han respaldado a alguno que otro caudillo peronista, pero también porque muchos suponen que de optar la ciudadanía por una alternativa, los peronistas le impedirían gobernar. Es imposible estimar con precisión cuántos fueron los votos que se vieron determinados por el temor nada arbitrario así supuesto, pero no cabe duda de que resultaron suficientes como para que en su conjunto los tres candidatos del PJ consiguieran una mayoría de los depositados en la primera vuelta electoral aunque el estado de su movimiento era comparable con aquel de la UCR.
Muchos ya están celebrando el fin del menemismo, un fenómeno político que se las arregló para combinar algunas reformas económicas necesarias con las modalidades políticas arcaicas propias del populismo clientelista latinoamericano. Aunque parece probable que después del domingo el ex presidente deje de desempeñar un papel protagónico en el escenario nacional, no existe ninguna razón para creer que lo que nos hemos habituado a llamar "menemismo" esté por desaparecer. Por el contrario, puesto que sin las reformas "liberales" del tipo vinculado con Menem al país le sería virtualmente imposible adaptarse a las condiciones internacionales que son características de los tiempos que corren y que no se modificarán mucho en los años próximos, mientras que para acumular el poder esencial para llevarlas a cabo en nuestro país parecería que un político tendría que contar con una firme base populista, no sorprendería en absoluto que en los próximos años otros dirigentes decidieran reeditar, adaptándola a sus particularidades personales, la fórmula gracias a la cual un gobernador riojano que se había hecho notorio por sus extravagancias pudo dominar la vida política del país durante más de doce años.
     
     
Tapa || Economía | Políticas | Regionales | Sociedad | Deportes | Cultura || Todos los títulos | Breves ||
Ediciones anteriores | Editorial | Artículos | Cartas de lectores || El tiempo | Clasificados | Turismo | Mapa del sitio
Escríbanos || Patagonia Jurásica | Cocina | Guía del ocio | Informática | El Económico | Educación