Domingo 11 de mayo de 2003
 

Todos contra Menem

 
  Como ocurrió en 1999 cuando a los propagandistas de la Alianza radical-frepasista se les ocurrió que les convendría subrayar lo aburrido que era su candidato presidencial, la segunda etapa del proceso electoral que aún está en marcha parece haberse convertido en una suerte de referéndum sobre la imagen del ex presidente Carlos Menem, con el resultado probable de que los decididos a enviar un mensaje poco amable al riojano excederán en número por un margen amplísimo a los deseosos de manifestar su respaldo por su contrincante, el santacruceño Néstor Kirchner. Así, pues, es natural que muchos teman que el gobierno que forme el presunto ganador del ballottage se asemeje bastante al encabezado por Fernando de la Rúa, por tratarse de uno basado en nada más firme que la voluntad de oponerse a un político determinado que a su modo encarnó tanto las esperanzas racionales como las ilusiones de los años noventa. Después de todo, si bien sería muy positivo que el próximo presidente de la República no compartiera ciertas características consideradas propias de Menem, como su resistencia a distinguir entre lo privado y lo público, su mentalidad en el fondo corporativa y su propensión a repartir cargos importantes entre sus amigos y parientes por suponerlos más "leales" a su persona que los meramente competentes, de por sí el no ser Menem dista de constituir un programa de gobierno.
Desde mediados de la década de los noventa el "antimenemismo" es la corriente política más fuerte del país. Ha incidido de manera decisiva en las actitudes asumidas no sólo por el caudillo bonaerense Eduardo Duhalde y su aliado radical Raúl Alfonsín, sino también en aquellas de varios integrantes del gobierno de la Alianza, las de la ex radical Elisa Carrió y las de una multitud de dirigentes izquierdistas. De no haber sido por la voluntad de todos estos personajes de subrayar su oposición a Menem, la historia reciente del país hubiera sido con toda seguridad muy distinta. No es ningún secreto que las ideas económicas, por llamarlas de algún modo, de Duhalde y sus simpatizantes, entre éstos muchos radicales, se inspiraron en la necesidad de concebir "una alternativa" al "modelo menemista" que no fuera una versión "más prolija" sino algo fundamentalmente distinto. En efecto, tan fuerte resultó su ansia de diferenciarse del ex presidente, que al llegar al poder Duhalde no titubeó en tomar medidas drásticas sin haberse dado el trabajo de pensar en las consecuencias.
Lejos de contribuir al progreso del país, la larga obsesión con la figura de Menem de una proporción muy significante de la clase política nacional y de sus acompañantes intelectuales sirvió para frenarlo porque, obvio es decirlo, "la crisis" en la que se ha visto empantanado durante décadas se debe a muchísimo más que la gestión del ex presidente y a sus muchas excentricidades personales. Sin embargo, al concentrarse en denunciar a Menem no sólo por sus presuntos crímenes sino también por haber llevado a cabo ciertas reformas largamente postergadas que perjudicaron a algunos sectores comprometidos con el orden populista construido por el primer peronismo y en confeccionar teorías en torno de lo que supuestamente representa el riojano, los responsables de los destinos del país han podido ahorrarse la necesidad de pensar en serio sobre los muchos problemas concretos que les sería forzoso solucionar o atenuar para que la Argentina pudiera comenzar de una vez a crecer de forma sostenida y razonablemente equitativa. En efecto, lo mismo que la interminable batalla entre peronistas y antiperonistas, la librada por los dispuestos a reivindicar ciertos aspectos de la gestión de Menem y los resueltos a condenarla en su totalidad debería considerarse un alarde de escapismo con muy pocos paralelos en el mundo. Es posible que este capítulo deprimente de la historia nacional finalmente se cierre el 18 de mayo, pero en vista de las cuestiones planteadas por un proceso electoral que ha degenerado en otro episodio de la interna peronista, no sorprendería demasiado que se prolongara algunos meses más para entonces verse reemplazada por otra antinomia que también sirva para distraer la atención de los líderes del país de asuntos que son un tanto más importantes.
     
     
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