Miércoles 7 de mayo de 2003
 

La disyuntiva de Menem

 
  A juzgar por las encuestas de opinión, el presidente interino Eduardo Duhalde está en lo cierto cuando dice que, de cara al ballottage, a Carlos Menem sólo le quedan dos posibilidades: "Perder por abandono o por nocaut". Sin embargo, no es tan claro que si Menem optara por la primera alternativa "haría un mal enorme al sistema democrático". Sucede que el sistema ya se ha visto golpeado por las maniobras del propio Duhalde que, al lograr que el PJ no celebrara elecciones internas, ha virtualmente forzado a la mayoría no peronista de la ciudadanía a elegir entre dos candidatos del mismo movimiento, algo que suele ocurrir en dictaduras de partido único, pero no en los países democráticos. Puesto que aquí el voto es legalmente obligatorio, cualquier resultado dará una impresión totalmente falsa del estado actual de la opinión pública. Puede que en la actualidad el peronismo en su conjunto constituya "la primera minoría", pero ni siquiera el compañero más ferviente iría al extremo de afirmar que por algún milagro el país entero se haya vuelto peronista. Así las cosas, si en vista de que todo hace pensar que Néstor Kirchner triunfará sobre Menem por un margen muy abultado, si éste decidiera abandonar el cuadrilátero a lo sumo nos ahorraría el espectáculo desconcertante de un candidato que fue apoyado sólo por una minoría dentro de su propio partido, transformándose en dueño aparente del grueso de los votos del país.
La situación anómala a la que hemos llegado sería un poco menos grave si, a pesar de su incapacidad evidente para celebrar internas limpias, el PJ fuera una agrupación relativamente coherente y dinámica, pero abundan los motivos para suponer que corre peligro de compartir el destino de la UCR. Si bien tanto Kirchner como Menem insisten en que representan "modelos de país" presuntamente incompatibles, la diferencia principal entre ellos consiste en que dependen de coaliciones provinciales distintas, con el patagónico disfrutando del apoyo que le brinda el peronismo bonaerense y Menem el suministrado por el riojano y sus aliados de otras jurisdicciones afines. Por su parte, el otro peronista, Adolfo Rodríguez Saá, contó con el respaldo de una tercera coalición de características similares. Aunque cada uno de los tres trató de diferenciarse de sus dos contrincantes haciendo gala de su preferencia por teorías económicas que son radicalmente distintas, esto no habrá sido óbice para que el próximo presidente, que según parece será Kirchner, no resulte ser tan "pragmático" como el que más. Al fin y al cabo, descartada la idea de dolarizar por un lado y la de luchar con furia contra el capital por el otro, ya son escasas las opciones todavía disponibles. Tal y como están las cosas, es de prever que a partir del 25 de mayo el gobierno actúe como si fuera de "centro-derecha" pero que emplee el lenguaje que es considerado propio de la "centro-izquierda".
Algunos han comparado el panorama frente al ballottage con el existente en Francia cuando, gracias a las divisiones de la izquierda, el ultraderechista Jean-Marie Le Pen pudo erigirse en la alternativa al conservador Jacques Chirac, lo que permitió a este último anotarse un triunfo absurdamente exagerado. Es más: de haber votado más izquierdistas franceses por el socialista Lionel Jospin en la primera vuelta, éste bien podría haber derrotado a su rival gaullista en la segunda. Por supuesto, también se dan algunas diferencias importantes. Menem no se asemeja del todo a Le Pen y Chirac representa un partido que no sólo es poderoso sino que también es coherente, razón por la cual sorprendería que en el caso de que Menem decida mantenerse en la carrera y Kirchner lo aventaje por un margen muy amplio, sorprendería mucho que el gobierno resultante fuera tan fuerte y eficaz como el encabezado por Chirac. Desgraciadamente para todos, nuestra crisis afecta no sólo a un sector determinado, como el conformado por la izquierda francesa, sino a todos los movimientos y partidos políticos del país. Aun cuando el ballottage sirva para que surja un gobierno que sea formalmente más legítimo que el de Duhalde, si el futuro presidente cree que las cifras finales reflejan con cierta precisión la voluntad popular, cometería de entrada un error garrafal que con toda seguridad lo haría cometer muchos otros.
     
     
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