Domingo 4 de mayo de 2003
 

Debate poco agradable

 
  En los Estados Unidos, los debates electorales televisados que celebran los principales candidatos presidenciales son sumamente importantes: durante semanas, periodistas, académicos y políticos estudian cada palabra pronunciada, analizan en detalle las propuestas planteadas e intentan juzgar la calidad de candidatos privados por un par de horas de la presencia protectora de quienes habitualmente los rodean. Aquí, los debates auténticos son tan poco frecuentes que aún se recuerda el protagonizado más de una década atrás entre Rodolfo Terragno y Domingo Cavallo. Por desgracia, aquel acontecimiento no dio pie a una nueva tradición política. En parte porque los talentos de la mayoría de los políticos del país no son exactamente verbales, pero sobre todo porque a diferencia de sus homólogos estadounidenses los partidarios de los distintos "movimientos" locales apenas hablan el mismo idioma, aunque se celebraran debates formales sin la asistencia de las barras bravas cuyo aporte a la democracia consiste en gritar insultos contra los adversarios de su cabecilla, los resultados hubieran sido con toda seguridad decepcionantes.
El más interesado en promover un debate entre los dos finalistas del proceso electoral, Carlos Menem y Néstor Kirchner, es Ricardo López Murphy: se entiende, confía en que debido a la incoherencia de los dos peronistas, Recrear Argentina conseguiría una multitud de nuevos afiliados. Asimismo, a Menem le gusta la idea porque supone que no le sería difícil rebatir los argumentos del santacruceño comparando el estado del país después de menos de un año y medio de duhaldismo como la Argentina que fue "heredada" por Fernando de la Rúa. Por su parte, Kirchner es consciente de que le conviene "hacer la plancha" para que el clima antimenemista imperante le asegure un triunfo aplastante el 18 de mayo: desde su propio punto de vista, será claramente mejor que los votantes piensen más en la pésima reputación del ex presidente que en sus propias deficiencias.
De todas maneras, por hábil que resultara ser el coordinador de un hipotético debate entre Menem y Kirchner, sería realmente asombroso que ayudara a clarificar el panorama frente al país. El santacruceño se dedicaría a hablar pestes del "neoliberalismo", atribuyendo todos los males del mundo al credo odiado como si antes de su aparición la Argentina hubiera sido un auténtico paraíso terrenal, mientras que Menem exaltaría su propia gestión minimizando la corrupción que tanto contribuyó a desacreditarla y a los resultados lamentables del segundo período en el que sacrificó casi todo en aras de su fantasía reelectoralista. Por lo tanto, sería de suponer que pronto degeneraría en un intercambio de agravios personales entremezclados entre vaguedades grandilocuentes.
Aunque se habla a menudo de la necesidad de que haya "políticas de estado", "unidad nacional" y un "consenso" en torno de ciertos objetivos determinados, lo que casi siempre quieren decir aquellos políticos que emplean dicha retórica es que todos los demás deberían encolumnarse detrás de su propio liderazgo, propuesta ésta que comparten Menem, el del "Frente de la Lealtad", el presidente interino Duhalde y, sin duda, Kirchner. Si bien en los meses últimos han surgido señales de que el país sí está acercándose a un "consenso" en el sentido de que el futuro será democrático y capitalista, a los políticos aún no les interesa demasiado articular un proyecto común sobre la base así supuesta. Por el contrario, convencidos de que la ciudadanía está dispuesta a perdonarles la conducta vergonzosa que ha hecho de la Argentina un virtual paria económico internacional, los más prefieren seguir aferrándose a mitos populistas, a prejuicios propios de fanáticos y a modalidades clientelistas rudimentarias. En la primera parte de la campaña electoral, tanto Menem como Kirchner no vacilaron en pronunciar discursos de barricada tan exagerados, que a esta altura parece utópico pedirles debatir sus respectivas propuestas con racionalidad. Mal que nos pese, para que un ejercicio de este tipo resultara útil, la cultura política nacional tendría que dar un salto cualitativo espectacular, algo que acaso podría concretarse antes de las elecciones que sigan a la gestión del eventual ganador de la interna peronista, pero que no ocurrirá antes.
     
     
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