Sábado 24 de mayo de 2003

  La señalada volvió a campos del sur después de años
 

Por una cosa o por otra, sobre todo por cuestiones económicas, durante años la marcación dejó de ser una cuestión del pueblo. Sin embargo, este año la costumbre volvió, con asado y baile.

 
Cada familia señalaba por su cuenta, pero este año la convocatoria volvió a reunir a mucha gente.
ARROYO VENTANA.- Desde hace 35 años que en el establecimiento rural "Aguada Mancha Blanca", ubicado en el límite este de la meseta de Somuncura no se reunían a realizar lo que llaman "la marcación" o "señalada" de sus animales.
Las actuales condiciones del campo, permitieron que los hombres de esta inhóspita geografía rionegrina retomen sus costumbres que por décadas estuvieron al borde de la extinción por ser prácticamente inalcanzables. Estas tradiciones ya se retomaron en varios establecimientos de la zona. La gente del campo llama la "marcación" a lo que en otros lugares conocen como la yerra, donde se marcan los yegüarizos y vacunos.
Es cierto que este tipo de prácticas se realiza periódicamente, pero en soledad y por que hay que tener los animales con la marca correspondiente.
La novedad es que ahora los propietarios de los campos, que económicamente no estaban en condiciones de hacerlo, se atreven a más, a realizar toda una ceremonia que conjuga trabajo, reunión y tradición.
Hasta hace un lustro atrás estos campos, que se distinguen por su xerófila vegetación, contaban sólo con animales lanares y algunos caprinos, pero afortunadamente las condiciones del suelo y económicas fueron mejorando y abriendo la posibilidad a que, como hace décadas atrás, se dediquen a la cría de vacunos.
Los hermanos Cristino y Ángel Linares administran un campo de pocas leguas que heredaron porque se criaron en el lugar, ubicado unos kilómetros al oeste de Arroyo Ventana. Lo llaman "Aguada Mancha Blanca" y este año decidieron retomar con una costumbre .
Estos hombres llevan en sus rostros la marca que el sol les ha dejado por el trajín del campo en casi 50 años.
Su niñez fue pobre y sacrificada, juntando animales por el campo y bebiendo por años agua de pozo. Mucho tiempo después la historia presentó algunos cambios, ahora el agua la obtienen de un acueducto que pasa a metros de su casa, los ranchos de adobe y techo de paja son sus dormitorios pero la humilde cocina es de material mas fuerte.
El año pasado la zafra de lana de los hermanos Linares fue sin dudas más óptima que los anteriores y lentamente la economía como en el resto del campo argentino fue mejorando progresivamente por la devaluación del peso que brindó la posibilidad de ganar terreno en mercado exterior.

También se animaron

Hace unas semanas ellos también se atrevieron a juntar a los vecinos, familiares y amigos para realizar "la marcación" donde después de la actividad sacrificada siempre hay un buen asado para compartir, una taba y un par de dados que no dejan de rodar a cambio de unos pesos.
Había expectativas y no era para menos, ya que hace 35 años en este campo se hizo la última marcación y muchos de los protagonistas de ese momento ya no viven para contarlo, como el recordado abuelo Juan Linares y su hija Ángela.
Mientras los hombres se dedicaron todo el día al trabajo con los animales, en el horno de barro las mujeres hicieron el pan casero para acompañar el asado de vaquillona, potro y chivo que ofrecieron los anfitriones al ritmo del fuego que estuvo encendido durante todo el día.

Miguel Velázquez

La enorme tarea del lazo y la yerra

El trabajo comienza unos días antes del día central. Los dueños del campo y otros amigos salen a juntar los animales que están diseminados por todo el campo y los arrean hasta un corral reforzado para la ocasión. En este caso en una primera etapa se juntaron unos 40 yeguarizos y cerca de 10 vacunos.
Esta vez a primera hora de la mañana se señalaron los vacunos, "un tanto difícil porque los animales te encaran", sintetizó uno de los intrépidos hombres de campo. Mas tarde fue el turno de los potrillos y potrancas, excepto un padrillo que logró cortar con su fuerza insostenible la soga, que a pesar de ser de buen cuero, no resistió tanto brío.
Protagonistas importantes, si los hay, son los que enlazan a los animales dentro el corral para luego sacarlos del mismo para que se cumpla con otra práctica realmente admirable como lo es la pialada, donde soga en mano unos 20 hombres esperaban fuera del corral al próximo animal.
Todos aguardaban revoleando el lazo para ver quién de todos es capaz de afinar la puntería y enlazar las patas del animal para que éste caiga en el suelo. Ante cada acierto, de recompensa había un aplauso de los espectadores.
Seguramente no en todos lados se hace de la misma manera pero cada cual a su forma lo disfruta y mucho. "Como son muchos los animales se los saca del corral por seguridad y además los que están con el lazo la pasan bien", comentó Cristino Linares.
Una vez que el animal está en el suelo, el dueño del campo, con la yerra en mano que sale de las brazas, deja la marca que lo identificará para siempre. Después del asado hubo tiempo para el baile con acordeón y guitarra, la timba y la ilusión de que en un par de años mas la historia se repita para sostener las costumbres del campo en el tiempo.

   
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