Sábado 31 de mayo de 2003 | |||
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Personajes que pintan la sociedad argentina del siglo XX | ||
Niní Marshall continúa, a nueve años de su muerte y a cien de su nacimiento, convocando la memoria de quienes creen que en el rescate de la mejor herencia se consolida la tradición y se inventa el futuro. Instalada en el recuerdo de los argentinos como "Cándida" o "Doña Pola" construyó desde las vivencias de su infancia entrañables personajes que son un acabado muestrario cultural y social argentino del siglo XX. |
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Nacida el 1 de junio de 1903, Marina Esther (Niní) era hija de dos asturianos, Pedro Traverso y María Angela Pérez, llegados desde España en medio de un aluvión de inmigrantes que vino a hacer la América. Como una inmigrante y filmada en 1939 por la cámara de Luis Bayón Herrera, "la gallega Cándida Loreirio Ramallada -su primer personaje- cumple con los trámites de ingreso necesarios y le explica al oficial que la interroga: "Vengo a ganar cuarenta pesos, casa y comida y salida los domingos", cuenta Patricia Narváez, en "¡Niní está viva!", libro escrito con la participación de Angelina Abregó, hija de la artista, y recién publicado por Sudamericana. Desde su infancia, Niní aprehendió aquellas peripecias del viaje transatlántico. "Extrae de boca de los protagonistas todo tipo de anécdotas, acerca del desarraigo y posterior acomodamiento dentro de la sociedad receptora". Su padre murió cuando ella tenía sólo dos meses y su madre se volvió a casar, para formar una familia "regida por el apego a la formación cultural (...) que abre las puertas a invitados (mayoritariamente inmigrantes) a sus particulares reuniones festivas". Del sótano de Raúl Mihanovich, a fines de los "40, Niní extrajo el personaje de la judía Doña Pola, "a imagen y semejanza de la cocinera de su familia, una checa que apenas habla español", y la pituca Mónica Bedoya Huevo de Picos Pardos Sunsuet Crostón. En la línea de los aprendizajes, "un cuadernito de tapas blandas y veinte hojas lisas, forrado con papel madera, representa un documento revelador de la materia prima utilizada" por Niní. Sin anotaciones al pie exhibe recortes pegados. "Son noticias publicadas por los diarios, casos policiales atrayentes debido a la particularidad de la anécdota, la truculencia amarillenta de las crónicas o el nombre y apellido de sus protagonistas". El escritor Leopoldo Brizuela, quien dedicó una de sus novelas ("Inglaterra. Una fábula") a la artista, entrevistado por Narváez opina que el arte de Niní está basado en el ejercicio de la intertextualidad, en las referencias múltiples dentro del lenguaje y otros elementos culturales". Narváez dice que la obra de Niní es producto de una mixtura, "respeto por la cultura absorbida, antenas en alto en actitud curiosa y certera elección de un modismo entre el tumulto. Un método aplicado a su empleada Francisca, oriunda de Mataluenga del Bierzo, pueblito de la provincia de León que pertenecía a las provincias gallegas. Su caricatura Cándida, a pesar del nombre y de su inmenso corazón, resulta igual de indomable, retobona y empecinada", menciona la periodista. De la niñez de Niní, gracias a recuerdos de la escuela primaria, aparece rescatada en un personaje: "la insoportable alumna modelo y "succiona calcetines" Gladys Minerva Pedantone". Una segunda empleada doméstica, La Pelada, "exhibe el mote y apariencia de aquella muchachita norteña y parsimoniosa que trabaja para la familia vecina de uno de los lugares de provincia que Niní habita junto a su primer esposo, Felipe Edelmann". Viene de un asilo y recibe un trato despreciable de unos patrones en paz consigo mismos "porque consideran que la crían como Dios manda". "En la ficción, Belarmina Cucio -anota Narváez- tiene la piel oscura, trabaja al servicio de La Niña Jovita y cuida al loro Romeo. Menos tonta de lo que aparenta, se toma pequeñas venganzas por tanta injusticia sufrida". Otro personaje, Catalina Pizzafrola, es tomado de esas muchachitas, "usualmente empleadas en las fábricas, apostadas a la salida de la radio a la espera de autógrafos del galán Juan Carlos Thorry". El cumpleaños de una tía de su marido le regaló a la Niña Jovita: "Jamás vi tantos años juntos ni personajes tan especiales. Jamás escuché nombrar a tantos próceres de la "Conquista del Desierto" entre parientes, conocidos y amigos de la tía y sus amigas, "las chicas"", relató la propia Niní. Mexicana es La Lupe, basada en Consuelo, "quien trabaja para Niní durante su exilio. Esta tercera mucama es una mujer golpeada por su marido y exhibe el discurso de una víctima que se siente culpable y hasta merecedora de aporreos". Niní construye para cada personaje una historia de familia: "Cándida, casada con "Guesús", ha dejado a los suyos en España, aunque en Buenos Aires encuentra a una prima, Vitamina C de Zoucas y a Paco, su hijo. Catita está de novia con el "coletivero Odulio" y tiene trece hermanos -"Doce vivos y uno finado, pa descanse"-", ejemplifica Narváez. Vedette de 1910 ha sido La Bella Loli (la mata púgiles), ahora una tonadillera demodé a la que "asedian pretendientes de lo más diversos. Por ello luce joyas que son regalo de "condeses, duqueses y dinamarqueses"". "Entre los personajes de tránsito fugaz figura Don Cosme, viejo español, fanfarrón y mujeriego. Cazador de leones, muere en las garras de un gato de albañil cuando, debido a una prescripción médica, Niní deja de interpretarlo", relata la autora. Giovanina Regadiera, en cambio, "ofrece un DO de pecho, al darse una vuelta, remata con un DO de espalda. Esta soprano explora las cualidades para el canto y conocimiento del italiano de su autora, otrora cantante internacional en la radio, quien la eterniza en el filme "Orquesta de señoritas"". Y Trini, La Desgreñá, recitadora flamenca, "aprovecha el delicioso ardid de Niní de plagiar al poeta García Lorca". Pero el personaje mítico de Niní es Catita, quien pasa "la barrera de la ficción con mayor facilidad y su nombre queda en la memoria popular convertido en sustantivo". "La catita parlanchina, metereta y chusma del barrio nunca acepta los límites de su conocimiento, abunda en pronunciamientos, desconoce las bondades del silencio", sentencia Narváez. (Télam) |
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