Sábado 17 de mayo de 2003 | |||
|
La impetuosa vocación de esculpir | ||
Desde niño Antonio Pujía tuvo el capricho de usar las manos para esculpir sus emociones y ya a los 14 años se revelaba con talento. Toda una vida que ahora trae a Roca en un taller. |
|||
Siempre está creando en base a sentimientos, por eso declara que su viaje al sur es "otra experiencia inolvidable con el arte y la gente del interior". -¿Cómo es su historia con la escultura? - Empecé desde muy niño, tenía una vocación impetuosa sin saber que era vocación. A los dos años de estar en Bellas Artes me di cuenta que lo mío era la escultura. Fue como un mandato. A partir de 1944 hasta la fecha sigo con placer este mandato. Mis primeros años fueron en una escuela de enseñanza académica, en aquella época había maestros extraordinarios vigentes hasta hoy como Jorge Larco, la señora de Rossi, estupenda pintora o Juan Bautista Leone, y después en el segundo ciclo de la Prylidiano Pueyrredón figuras como Alfredo Bigatti, Troiano Troiani y Lagos y luego en La Cárcova el notable maestro Fioravanti que nos enseñaba a tallar. En la Pueyrredón no dudé en dedicarme a la escultura, pero al mismo tiempo necesité trabajar porque éramos inmigrantes que veníamos de la pobreza, una digna pobreza que no sentíamos. Por esa cosa instintiva que siempre tuve me incliné entonces a lo más cercano a la escultura y empecé en un taller de cerámica de mi barrio de Versalles. Después en la escuela maestros, como Troiani e Yrurtía me propusieron trabajar como ayudante de ellos. Fue tocar el cielo. Era muy jovencito y me pagaban bien y, por supuesto, aprendía más que en la escuela. Mi madre se asombraba cuando yo le daba lo que ganaba. Algo que ya no sucede, porque los escultores actuales no tenemos con frecuencia trabajos de encargo que demanden ayudantes. Antes nos formábamos en los talleres, eran como una "mini Bottega". - ¿Luego de ese aprendizaje de talleres qué sucedió? - Empecé a mandar mi obra a salones y estando con Fioravanti como ayudante para el monumento a la Bandera y el friso del teatro San Martín me propuso participar de un concurso para escultor en la parte escenográfica del Colón. Eso me extrañó y me causó gracia, pero el maestro me dijo que en la vida no todo es ganar sino participar, "usted recién empieza y puede aprender" agregó. Entonces me presenté y me llamaron al mes. Estuve 15 años en el teatro Colón, que me dio mucho, todavía tengo necesidad de ver esos rincones del teatro donde estuve. Allí sin saberlo fundé el taller de escultura del teatro, que hoy tiene 12 personas. También formé mucha gente en el oficio. Fue un episodio hermoso de mi vida. En esa época empecé a hacer mi propia búsqueda, enviaba a salones y gané premios, entre ellos el Gran Premio Municipal, que luego se convirtió en una pensión vitalicia y al poco tiempo el Premio Nacional y el premio Palanza, que era el máximo galardón en la materia. Me lo dieron cuando tenía 35 años y me asusté porque implicaba una gran exigencia. Pero me salvó mi sentido de la ubicación y esa humildad que le debo a mis ancestros del sur de Italia donde somos" proletas". En 1970 me contrata la Art Gallery con la que estuve 7 años junto a su dueño, un personaje, que como sucede a menudo en mi vida, iluminó una nueva etapa de mi camino. Empecé a hacer muestras y me fue muy bien. Así pude comprar mi casa de Floresta, tenía intenso trabajo que a veces me abrumaba. Estaba en el Colón, tenía mi taller y hacía muestras anuales en Art Gallery, además de la docencia en Bellas Artes. Me gustaba ese ritmo, pero próximo a los 40 años me decidí a tomar otro rumbo. Dejé el Colón, la mayoría de las horas de cátedra y gané todo el tiempo para mi y mi trabajo hasta ahora. Porque como le dije a mi mujer: pude sentarme en el sillón, pero si me va mal puedo sentarme en el banquito, si no puedo ser escultor puedo ir al puerto como changador. Porque nunca estoy convencido del éxito. Julio Pagani Una trayectoria "tallada" de emociones Con un apellido que se pronuncia "puiia", con neto origen del sur de Italia, Antonio Pujía coincide en que tiene la herencia de humildad y el matiz de cultura griega de esos ariscos y maravillosos parajes. Cuando recibe en su casona taller de Floresta que tuvo después de su casa en el mismo barrio, el escultor parece adueñarse del movimiento de centenares de piezas que pueblan más de 200 metros cuadrados. |
|||
® Copyright Río Negro Online - All rights reserved
|
|||
Ediciones anteriores | Editorial | Artículos | Cartas de lectores || El tiempo | Clasificados | Turismo | Mapa del sitio Escríbanos || Patagonia Jurásica | Cocina | Guía del ocio | Informática | El Económico | Educación |
|||
|