Lunes 28 de abril de 2003

 

Deuda en salud

 
  Las frases hechas o lugares comunes suelen empañar la elegancia de una redacción o conversación, pero a veces encierran verdades como puños, que se pueden expresar con muy pocas palabras. "Basta la salud", o "lo primero es la salud", subrayan viejos apotegmas, pero la salud parece ser un valor que sólo aprecian quienes la perdieron, o quienes ven en ella un buen negocio.
La salud pública es una de las deudas que mantiene el Estado con la población de menores recursos, y no sólo con quienes no tienen obra social, porque basta conocer los que ocurre con los afiliados al Ipross o al PAMI, por ejemplo, para comprender sus reclamos, pocas veces atendidos.
Después de sufrir durante dos meses la suspensión de los servicios de farmacia, sanatoriales y de atención de médico de cabecera, para hacerse escuchar los beneficiarios del PAMI no encontraron otro remedio que tomar en forma pacífica las instalaciones, porque hasta el hospital público rechazaba los pedidos de internación cuando no exista un riesgo grave o inminente de vida.
A la población activa y a los que gozan de una obra social más o menos efectiva parece no preocuparle tanto los problemas de salud ni la situación de los hospitales públicos.
Suelen ponderar la cobertura que prestan esos entes a los desempleados, e incluso los prefieren ante una urgencia por los niveles de complejidad que reúnen en un sólo edificio. Ese porcentaje de población privilegiado, distinguido por su edad, por tener empleo y obra social, probablemente ignora lo que significa hacer largas colas para pedir un turno y no poder conseguir luego los medicamentos que le recetaron. Las derivaciones y traslados son un capítulo aparte que sólo conocen los que tuvieron que tramitarlos, deambulando por oficinas y edificios públicos para realizar gestiones interminables. Un hospital como el de Bariloche, que atiende más de 3.000 consultas mensuales, en estos momentos carece de los elementos que a veces sí posee una pequeña clínica o sanatorio.
La muerte de René Favaloro actualizó el problema que enfrentan la salud pública y sus instituciones, y las revelaciones sobre el gasto argentino en ese servicio esencial escandalizaron a las personas preocupadas por el asunto. Los estudios establecieron que Argentina es el país de América que más gasta en salud por habitante, después de Canadá y los Estados Unidos, pero no se sabe bien en qué se gasta tanto dinero, si los hospitales públicos dan lástima, y las obras sociales enfrentan graves dificultades.
Argentina es uno de los países con mayor cantidad de médicos en relación con su población, y también se distingue por la cantidad y multiplicidad de obras sociales y centros asistenciales públicos y privados que existen. Sin embargo, esa oferta, que responde a demandas insatisfechas, es cara e insuficiente.
En ese contexto, no se entiende cómo el PAMI, con varios millones de beneficiarios, no tiene hospitales, geriátricos y farmacias, o laboratorios propios para producir los medicamentos de uso más corriente. No se entiende tampoco por qué paga los medicamentos a precios de venta al público, o mayores algunas veces, cuando sabe que su inmensa cantidad de afiliados les permitiría obtener otras ventajas.
Se sabe que el PAMI paga más porque es un organismo mal pagador, pero para comprender tanto despilfarro, hace falta sospechar, además, que sus dirigentes están traicionando el espíritu de su base fundacional

Serafín Santos
rionegro@infovia.com.ar

   
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