Domingo 13 de abril de 2003
 

Tiempos diferentes

 

Por Héctor Mauriño

  La paz de cementerio que acompañó el encumbramiento sobischista en el seno del MPN parece haberse quebrado en forma definitiva. El verticalismo a ultranza, la prepotencia y el sometimiento reverencial a los antojos del gobernador están llegando a su fin. En su reemplazo, afloran cada día nuevas expresiones y matices internos, y la crítica vuelve por sus fueros de boca de algunos dirigentes.
Aunque todavía incipiente, este proceso, desencadenado por el cisma entre los dos Jorges, abonado por la seguidilla de escándalos que envolvió al Poder Ejecutivo -ternas, subsidios y cámaras ocultas- y potenciado por el cachetazo electoral de "Pechi" Quiroga, adquiere la forma de un creciente malestar llamado a profundizarse en los próximos meses, a la luz de los resultados de la elección presidencial y al compás de la puja interna por las elecciones provinciales de finales de año.
Por si hacía falta una prueba más de que se ha quebrado el temor a opinar, el ex precandidato a intendente en la última interna, Herminio Balda, salió esta semana con los tapones de punta a señalar que el gobernador y el vice "no hablan el mismo idioma", y admitió estar plenamente identificado con Jorge Sapag, un hombre al que caracterizó como "moderado y medido", que "puede ser un excelente candidato porque puede oxigenar al MPN".
Para "Pichón" Balda -desplazado de su cargo público por Sobisch no bien perdió la interna contra el aparato puesto a disposición de Brollo-, es preciso terminar "con la obediencia debida" en el partido, descartar los "candidatos a dedo" y dejar que los afiliados se expresen.
El encolumnamiento de Balda con Sapag es celebrado en los sectores críticos del oficialismo -que se comienzan a multiplicar al calor del malestar interno- y hace las delicias de los felipistas, que ya comenzaron a apostar a la fórmula Sapag-Balda, convencidos de que el creciente aislamiento de Sobisch podría abonar el camino a la victoria de ese tándem.
Este sordo rumor bajo los pies del otrora monolítico oficialismo tiene una expresión adicional en la desconfianza creciente que dispensan los gurkas del gobierno a los antiguos ortodoxos cambiados de bando.
Este sector, cuyos integrantes han sido bautizados con desprecio por los felipistas de fierro como "mutantes", se ha ganado el recelo de la carpa chica oficial. Al punto que sus iniciativas, sean o no de carácter político, son invariablemente cañoneadas. Como acaba de hacer con humor de vitriolo Alfredo Pujante respecto del proyecto, un tanto apolillado por cierto, de comprar El Chocón, que sacó de la galera esta semana el ex felipista y ex vicegobernador Ricardo Corradi.
En medio de un coro tan desafinado, es imposible precisar si el disparo de Pujante tiene por único destinatario el plexo del bioquímico para quien la Constitución es "chino básico", o en realidad es además un tiro por elevación contra miembros más encumbrados del gobierno.
Pero en cualquier caso, la beligerancia confirma el clima de "durmiendo con el enemigo" que impera entre los incondicionales de Sobisch respecto de los nuevos conversos. Y, por supuesto, no contribuye en nada a mantener cohesionadas las filas oficiales.
En este microclima, no son pocos los que reclaman un corte definitivo a la fórmula Sobisch-Sapag y el inmediato reemplazo del díscolo vicegobernador por alguno de los intendentes todo terreno que están al salto por un bizcocho detrás de un gesto del gobernador.
Tanta buena letra fue correspondida por Sobisch, primero llevando de paseo a "Tucho" Pérez, el mandamás de Huincul, y uno de los "números puestos" para reemplazar a Sapag, por lugares impensados. Todo al solo efecto de retratarse en compañía del alcalde-piloto de rally.
Ahora último, descargando una catarata de elogios sobre el intendente de El Chañar, Leandro Bertoya, otro de los expectables, en la inauguración de una bodega en su pueblo.
"Nosotros tenemos asegurado nuestro reemplazo, compañero vicegobernador", amenazó ayer Sobisch dirigiéndose a Sapag, presente en ese acto, luego de hacer el panegírico del ambicioso jefe comunal.
Como resulta bastante evidente, en el meneado tema de la fórmula, Sobisch y Sapag tienen una lectura opuesta de los tiempos políticos. Parece evidente que Sobisch busca provocar un desenlace, porque el tema es una herida abierta que acelera el clima deliberativo interno y le resta cohesión para avanzar en la campaña.
Sapag, en cambio, parece jugar a dilatar lo máximo posible la ruptura, consciente de que necesita ganar tiempo para enhebrar un frente interno opositor con mínima chance de enfrentar al aparato. También, porque una eventual derrota de Menem le agregará un revés adicional a Sobisch, jugado como está detrás del bueno del ex presidente.
En esa pulseada, a ninguno de los dos le conviene tomar la iniciativa de romper. Pero el que más se perjudica por no hacerlo es por ahora Sobisch, que necesitaría dar vuelta la página pero no puede cargar con el costo de patear el tablero.
Sapag, en cambio, se guarda la carta para más adelante y su preocupación principal parece estar cifrada en no entrar en ninguna provocación.
En realidad, muchos coinciden en que el dilema del vice sigue siendo dar la batalla interna o quemar de una vez las naves e ir por afuera. El tiempo, y los frecuentes arrebatos de Sobisch, que tienden a empeorar su imagen y traerle mayores rencores internos, podrían significarle una ayuda.

Héctor Mauriño
vasco@rionegro.com.ar

     
     
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