Lunes 14 de abril de 2003
 

Un Gardel compadrito y mujeriego

 

Un Gardel con el pelo revuelto, con menos gomina, humanizado en sus virtudes y defectos; cantor y compadrito, mujeriego y solidario camina por las páginas de la novela póstuma de Pedro Orgambide "Un tango para Gardel" que editó recientemente Sudamericana. Como porteño de ley que era, Orgambide no escapó en su obra a la fascinación del "Zorzal Criollo", a quien ya le había dedicado "Gardel y la patria del mito".

  Buenos Aires, (Télam).- La figura de "El Morocho" que aparece como
Pedro Orgambide le saca la gomina a Carlos Gardel y lo muestra como un mujeriego en su novela póstuma.
protagonista de "Un tango para Gardel, novela de Pedro Orgambide -fallecido el 19 de enero pasado a los 73 años-que editó Sudamericana, ha recorrido toda la extensa obra del escritor que, sin esfuerzo, podría entrar en la categoría de cronista de Buenos Aires, teniendo en cuenta su sintonía con el tango y la presencia en sus textos de una ciudad siempre palpitante con sus personajes, su bohemia, sus sueños, sus mítines, sus arrabales.
Porteño hasta la médula, en su gestualidad y su fraseo, Orgambide fue bailarín de tango, escribió "Diez tangos y una milonga", la obra de teatro "Prohibido Gardel", y los musicales "Discepolín" con Atilio Stampone y "El ídolo" con Astor Piazzolla.
Es autor, además, de los libros de relatos: "Historias con tangos y corridos" y "Cuentos con tangos", compiló la antología "Tangueando" y escribió "Gardel y la patria del mito", biografía presentada como "una lectura de la vida" del cantor.
"Un tango para Gardel" es -además de una historia de vida- la peripecia de un hombre disputado por dos leyendas: la que dice que nació en Toulouse, Francia y la que, por el contrario, afirma que su origen está en Uruguay.
Para que se cumpla esta última, un personaje misterioso, ataviado con poncho negro y esgrimiendo una guitarra, "el hombre de Tacuarembó", le sigue los pasos.
De alguna manera, queda instalada la marca de un destino y los malabares de la criatura humana para eludirlo.
Semejante al Gardel joven que "había escuchado algunas óperas y las cantaba después, haciendo él solo todos los personajes", el mismo Orgambide representa a sus personajes, los actúa al mismo tiempo que escribe los retratos de cada uno.
El libro inicia con la frase: "Me acuerdo como si fuera hoy". La memoria, entonces, jugando un papel preponderante para darle la palabra a voces que en su evocación van a ir armando el perfil del cantor.
Se alternan en el testimonio Edmundo Guibourg, amigo de Gardel, el actor y bailarín Elías Alippi y José María Aguilar, guitarrista sobreviviente del accidente de avión que le costó la vida al cantor en Colombia.
Como en otros de sus libros, Orgambide coloca a su personaje en un cruce de caminos; de modo que una historia -en este caso la de Gardel- empalma con otras varias: la de la ciudad, la que relata el devenir tanguero, la del contexto político, la de la bohemia, la del cine sonoro, etcétera.
En el capítulo "La invención de Gardel" de su libro "Ser argentino", Orgambide ya se había referido sobre el cantor como mito: "Esta circulación de su figura y su leyenda, de sus virtudes musicales y de su afectación gestual en películas que reviven su imagen, nos da la ilusión de que todavía permanece entre nosotros (...). Sobrevive en la imitación, en el recuento de sus anécdotas, en la metáfora del argentino que asciende en su nivel social y es aceptado, lo mismo que el tango".
Ahora, en "Un tango para Gardel", cobra espesor para la ficción la leyenda de un Gardel uruguayo, hijo del coronel Escayola y su concubina Manuela Bentos de Moya, que es dado al cuidado de una planchadora francesa llamada Berta.
Es el reverso de lo que la mayoría de los biógrafos (incluso Orgambide) dan como dato fidedigno; que Berta Gardes tuvo un niño con Paul Lasserre en Toulouse, lo crió como madre soltera y cuando su hijo cumplió tres años se embarcaron para América.
Si narrar la historia de una vida es darle vida a esa historia, Orgambide lo hace articulando todos los gardeles que espuman en el hervor del imaginario popular.
Ya en "Ser argentino" escribió: "El Gardel ficcional, yuxtapuesto al Gardel histórico, permite la ilusión de su ilimitada permanencia, el espejismo de que continúa estando pese a los vaivenes de la Historia y la inconveniencia de la muerte".
La presencia del hombre de Tacuarembó (la parca) y el relato a veces a cargo de otro personaje fantástico, "El Quemado" (en alusión al guitarrista Aguilar), son apenas la excusa ficcional para dar cuerda a una historia que cobra espesor humano a medida que se acerca a un destino que parecía "cantado" de antemano.
Una galería de personajes desfilan en la novela de Pedro Orgambide frente a la estampa gardeliana: el general Perón pidiéndole su pieza preferida, "Aurora", César Tiempo que le presenta a García Lorca en plena calle Corrientes, Charles Chaplin caminando a su lado en Niza y hablándole de su infancia y su madre demente, Pascual Contursi que le muestra los versos de "Mi noche triste".
En el mismo escenario canta Bing Crosby, mientras el dramaturgo Luiggi Pirandello le manifiesta su admiración y el bandido Juan Bautista Bairoletto le ofrece protección.
Un Gardel de carne y música, de letra y hueso, va seguido de cerca por "el hombre de Tacuarembó", encerrado a ratos en el laberinto de un sueño borgeano y sin poder desembozarse de su propia sonrisa, a la que llega a odiar cuando se transforma en máscara.
Es "un gringo metido a criollo en el Teatro del Mundo", que se topa con su final justo en el punto más alto de su carrera, interpretando lo que ya estaba escrito en las líneas de su mano: que el viajero que huye, "tarde o temprano, detiene su andar"

Rubias de Nueva York

Ese Gardel de carne y sueño que se corporiza en la novela de Pedro Orgambide, "Un tango para Gardel", el mismo que apodan Zorzal y Francesito, es asiduo visitante del cabaret y el prostíbulo, como la casa de Madame Jeanne, quien llegó a Buenos Aires con el elenco del cantante Enrico Carusso.
Ese que apodan el Mudo y el Morocho del Abasto, aparece en las páginas de este libro del brazo de varias mujeres: Lola, española y tonadillera; su novia del barrio, Margarita Pretera y otra mujer que lo esperará siempre, Isabel del Valle.
Pero también la baronesa Wakefield, hija de un magnate tabacalero dueño de la firma Chesterfield y la modelo de Modigliani, Bubú de Montparnasse, que es al mismo tiempo espía rusa y modelo de grandes artistas.
Se alternan también en la novela las voces de las actrices Mona Maris ("yo creo que si Gardel hubiera vivido, posiblemente habría habido entre nosotros una cosa muy linda, pero eso se truncó ¿me entiende?), María Esther Gamas ("Como hombre era un macho con todas las de la ley") y Estrella Rigel, actriz de Hollywood que se suicidó al recibir la noticia del fallecimiento del cantor en el accidente de avión. (Télam).


Jorge Boccanera

   
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