Lunes 24 de marzo de 2003

 

La crisis puso de moda las librerías de textos usados

 

Estudiantes, lectores empedernidos, bibliotecarios y curiosos pasan horas buscando en los anaqueles. En Neuquén hay cuatro librerías de saldos; hace dos años había una sola.

 
Ediciones inhallables, económicas, curiosas... Las librerías de saldo se multiplican por la crisis y hay textos para todos los gustos.
NEUQUEN (AN).- Las librerías de saldos se convirtieron en una alternativa para padres de chicos en edad escolar, estudiantes secundarios y universitarios, bibliotecas en proceso de reposición y contingentes de ciudades distantes que realizan sus encargos ante la dificultad de acceder al material en su lugar de origen.
El auge en la compra de saldos también lo impulsan lectores voraces que no pierden la esperanza de encontrar alguna rareza en las estanterías, o ediciones económicas de textos clásicos de la literatura.
Con la suba del dólar pos-devaluación, las ediciones nuevas aumentaron entre tres y cuatro veces su precio. Ante las nuevas reglas de la economía, los locales dedicados a la venta de saldos y al canje de libros aumentaron de uno solo hace dos años, a cuatro en la actualidad.
"La diferencia es grande. Un manual de Derecho que vale 120 pesos, acá está a 30. Un libro de lectura de primer grado cuesta 4 pesos. El mismo, en otra librería, vale 22", dice Nicolás Aravena, empleado de un librería ubicada en Mitre 550 de Neuquén.
La variedad de la oferta es enorme, "desde crucigramas hasta libros de Derecho", sostiene Aravena. Pero en esta época, los pedidos que prevalecen son de textos escolares.
Angélica Baluardi es una cliente habitual en este tipo de librerías. Explicó que para ella "es un alivio" porque tiene "un hijo en la primaria y otro en la secundaria", y muchos de los textos que les piden en la escuela los consigue entre los saldos. Mientras pregunta por un manual para séptimo grado, agrega que también compra libros para ella.
El librero revela que al negocio entra gente "de todas las clases sociales", y que incluso "viajan desde Roca, Allen, Cipolletti y Centenario". Ellos le piden que habilite locales en esas ciudades.
Las librerías de saldos tienen dos formas de abastecerse. La modalidad más usual es la compra de grandes lotes de libros en distintos puntos del país, principalmente Buenos Aires. Por lo general se trata de textos con poco uso, canjeados o vendidos a bajo costo por sus dueños.
Pero también se abastecen de ediciones menos lujosas, nuevas, y con traducciones al español "que no tienen un rigor académico", pero que de todos modos son aceptables. Entre esos libros hay clásicos de la literatura universal que llegan a costar entre cinco y 8 pesos.
El canje directo es otra de posibilidades que tienen los libreros para hacerse del material aunque algunos lo practican con intermitencias, y sólo cuando necesitan juntar determinados libros.
Las bibliotecas populares también están mirando los saldos con buenos ojos. El empleado del local explica que todos los fines de año, cuando las bibliotecas actualizan sus registros, acuden a los saldos para reponer los textos faltantes.
"También hay cursos enteros que piden la bibliografía que utilizarán durante el año", asegura.
Entre todas las ventas, las que llaman la atención de Aravena son las de revistas que permiten "aprender un oficio". Hay mucha gente que "lleva revistas que enseñan a trabajar la madera, cursos de herrería, de fotografía", comenta.
En la librería de Alberto Jardón, en Mitre 160, ocurre otro tanto. Su negocio es el más antiguo que hay en la ciudad en materia de saldos. Asegura que "la demanda se incrementó en los dos últimos años".
"Básicamente explica- vienen alumnos de carreras humanísticas. Hay una variedad muy grande de libros de historia y buenas ediciones de textos de filosofía". Un libro que es de rigor en cualquiera de esas carreras puede encontrarse a 5 pesos.
Al parecer, las relaciones entre los propietarios de librerías de saldos y los de librerías que comercializan ediciones nuevas, es buena. "En el caso de libros que no se editan más, derivamos a los clientes a alguna librería de saldos", afirma Alfredo Ott, empleado de un local del centro.

Joyas en los estantes

NEUQUEN (AN).- Las librerías de saldos siempre funcionaron como los sitios indicados para encontrar sorpresas. Desde una dedicatoria en una primera hoja amarillenta involucrando a dos perfectos desconocidos, hasta ediciones centenarias que dieron varias vueltas al mundo.
Alberto Jardón es propietario de una de estas librerías en Neuquén, y comenta que su padre dedicó gran parte de su vida a vender libros. Ahora es su turno y así fue que quedó a cargo del negocio. "Hay cosas interesantes -confía-. Tengo varios tomos de las Asambleas Constituyentes del siglo XIX". Y enseguida muestra varios volúmenes más que amarillentos, fechados en un período que va de 1810 a 1898, que permanecen en buen estado, y que según comenta, contienen la firma de Dardo Rocha, entre otros.
En las estanterías también hay algunas ediciones originales en francés de obras de Alejandro Dumas que datan de 1850. "Es una edición contemporánea al autor", explica Jardón, que además cuenta que no está a la venta. "En todo caso, habría que tasarla", otorga.
Enseguida pasa a contar que son libros que reunió con su padre por gran parte del país. Periódicamente efectúa uno de estos viajes para comprar más.
"Hay personas a las que les cuesta mucho desprenderse de las colecciones. Son libros que han guardado durante años y no los venderían si se encontraran en una mejor situación económica", dice. "En el otro extremo están quienes reciben estos libros en una herencia y sin dolor no tardan más que un par de días en venderlos".
   
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