Sábado 1 de marzo de 2003

 

Medio siglo develando los secretos de la vida

 

Hace 50 años Francis Crick y James Watson descubrieron el ADN.

  Probablemente era una tarde típica de un 28 de febrero en Cambridge, pero los clientes de uno de los "pub" cercanos al río, The Eagle, asistían ese día a un anuncio que revolucionaría la biología. Dos jóvenes investigadores del cercano laboratorio Cavendish entraron en el local y uno de ellos, Francis Crick, espetó en voz alta a los presentes: "hemos encontrado el secreto de la vida". Podemos imaginar que su compañero, James Watson, le escuchaba visualizando en su mente la majestuosa doble hélice de ADN que acaban de descubrir.
La historia de este descubrimiento anunciado en 1953 había empezado unos años atrás. En 1951, Watson, que entonces tenía 23 años, había decidido abandonar su trabajo en un laboratorio danés para instalarse en Cambridge, Gran Bretaña. Allí se encontró con Crick, un físico de 35 años que estudiaba la estructura de las proteínas y que aceptó compartir la aventura de determinar la estructura del ADN antes que Linus Pauling del Instituto de Tecnología de California, EE. UU.
En aquel momento no existían potentes ordenadores para calcular y visualizar la estructura de grandes moléculas como la del ácido desoxirribonucleico. A principios de los 50, la tecnología disponible era la difracción de rayos X, algo así como una radiografía, y la imaginación. Con estos dos componentes en la mano Watson y Crick se lanzaron a la tarea. Ya se sabía que el ADN estaba constituido por cuatro especies moleculares más simples, las bases nitrogenadas. A falta de medios más sofisticados, los jóvenes científicos tomaron trozos de cartón, de metal y varillas y comenzaron a probar las mil y una maneras de dar forma al ácido nucleico.
Paralelamente, en otro centro de investigación, el King"s College en Londres, una mujer consagraba su trabajo a radiografiar la deseada molécula. Una de las fotografías obtenidas por Rosalind Franklin fue la que proporcionó la prueba definitiva de que el material genético forma una doble hélice. Sin embargo, la importante aportación de Franklin ha quedado empañada y sin reconocimiento debido a una truculenta historia de "robos" y descalificaciones. Los datos generados por esta científica llegaron a manos de Watson y Crick sin el conocimiento de su autora. Además, su nombre no llegó a figurar entre los firmantes de la publicación que recibió el premio Nobel.
Con un cierto toque de película de intriga y no sin dificultades en sus relaciones personales, Watson y Crick no se equivocaron cuando anunciaron en el "pub" The Eagles que habían encontrado el secreto de la vida. Ambos aseguran que eran conscientes de la trascendencia de su descubrimiento, aunque no podían prever que la secuenciación del genoma de diferentes especies se hiciera tan rápido. En cualquier caso, Crick puntualizaba en 1974 en un artículo "más que creer que Watson y Crick hicieron la estructura del ADN, hay que recalcar que la estructura hizo a Watson y Crick. [....] Pero lo que realmente se ha pasado por alto es la belleza intrínseca de la doble hélice". Los resultados de su trabajo fueron presentados a la comunidad científica en una publicación aparecida en Nature el día 25 de abril de 1953.
Rosalind murió en 1958, a los 37 años, de un cáncer. En 1962, Watson, Crick y Wilkins, jefe de Franklin, recibieron el Nobel por el descubrimiento de la estructura del ADN. Este galardón no se concede con carácter póstumo y tampoco se comparte entre más de tres personas. ¿Qué hubiera pasado si la científica estuviera aún viva en ese momento?

"La estupidez es genética"

LONDRES.- La estupidez es una enfermedad genética que debería curarse, según James Watson, uno de los dos investigadores que descubrieron la estructura del ADN hace 50 años.
Así se manifiesta el científico en un documental que se emitirá hoy para celebrar el quincuagésimo aniversario del llamado "descubrimiento del siglo".
Watson mantiene que las personas estúpidas o con un coeficiente intelectual bajo que no tienen un trastorno mental diagnosticado padecen un desorden que se transmite de forma hereditaria a través de los genes, como ocurre con enfermedades como la fibrosis cística o la hemofilia. "Si eres realmente estúpido, yo a eso lo llamaría enfermedad", dice el prestigioso profesor, gran impulsor del Proyecto Genoma Humano.
Watson considera un error asociar la lentitud en el aprendizaje a una situación de pobreza o a problemas familiares, "como diría mucha gente", ya que es más probable que exista una causa genética que puede y debe ser corregida.

   
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