Sábado 29 de marzo de 2003 | ||
El ataque a Irak está legalmente autorizado |
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Por Ruth Wedgwood (*) |
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No se suponía que sucediera de esta manera. La visita del presidente George W. Bush a la Asamblea General de las Naciones Unidas en setiembre del año pasado tuvo como propósito renovar el apoyo de la ONU al proyecto de desarme de Irak. No obstante, luego de seis meses de arduo trabajo, los estadounidenses deben ahora sacar el puño de una bolsa llena de papeles para poder empezar a tirar golpes. El primer ministro de Gran Bretaña, Tony Blair, tuvo que arriesgar su carrera política para actuar como aliado. Saddam Hussein debe estar riéndose entre dientes del embrollo occidental. Desenmarañar esta triste historia es un asunto para los archivistas. Pero contener al régimen del señor Hussein continúa siendo una tarea para los realistas de las Naciones Unidas. El marco legal fundamental para una acción contra Irak continúa intacto y disponible para aquellos que estén dispuestos a utilizarlo. La Resolución 687, que establece los requisitos para el desarme de Irak luego de la Guerra del Golfo Pérsico, es la madre de todas las resoluciones. Esta resolución de 1991 establece, a perpetuidad, que Irak entregue sus armas de destrucción en masa y permita verificarlo. Las resoluciones del Consejo de Seguridad no son aún tan etéreas como para que expiren a la par del período de un secretario general en particular. La Resolución 687 considera la aceptación iraquí de este requisito una condición permanente del alto al fuego en la Guerra del Golfo. También brinda herramientas al autorizar a los aliados a expulsar a Irak del territorio de Kuwait y utilizar la fuerza en apoyo a todas las "subsecuentes resoluciones relevantes" necesarias para restablecer la paz y la seguridad regional. Entonces, ¿cuál fue el motivo que llevó a la administración Bush a molestarse en buscar otra resolución en noviembre del año pasado? Las vacilaciones sobre la Resolución 1.441 consumieron cinco semanas del otoño -un presagio de los atrasos que vendrían- y lograron amenazar con "serias consecuencias" no especificadas si el señor Hussein rehusaba acatarla. Aunque suene raro, puede que la Casa Blanca haya sido un poco ingenua sobre la forma de hacer política en la ONU, tan desordenada como cualquier otra. Bien podría estar deseando ahora no haber tomado nunca esta senda. Pero una legitimidad atrasada podría también venir a rescatarlo si la intervención en Irak es recibida con hurras por los iraquíes. La lógica también estará del lado de Estados Unidos debido a que el statu quo no es sostenible. Las sanciones no pueden ser impuestas indefinidamente, ya que el régimen desvía el dinero del programa de "petróleo por alimentos" y realiza anualmente contrabando de petróleo por 3 mil millones de dólares. La retirada de Occidente de las zonas de exclusión aérea significaría el genocidio de los chiítas de las marismas del sur y de los kurdos en el norte. Y nosotros no podemos mantener a 225.000 soldados en el desierto con el propósito de sostener el poder de persuasión de los inspectores. En cualquier caso, el dictador iraquí es suficientemente audaz como para convertir agentes biológicos y químicos en armas, aun con los inspectores en su territorio. El secretario general de las Naciones Unidas, Kofi Annan, acotó recientemente que el uso de la fuerza contra Bagdad sin una segunda (realmente 18º) resolución no estaría "de conformidad" con la Carta de la ONU. Pero el señor Annan podría haber observado además que ya hemos pasado por esto antes. La carta nunca ha funcionado exactamente como sus redactores lo supusieron. En 1950 el secretario de Estado de EE. UU., Dean Acheson, fue a la Asamblea General con el propósito de obtener una resolución adicional sobre la invasión de Corea, temiendo un veto ruso en el Consejo, a pesar de que la Asamblea tiene explícitamente prohibido hacer recomendaciones sobre temas que se encuentran en la agenda del Consejo. En la década del "90 los estados africanos occidentales, incluyendo a Nigeria y el país del señor Annan, Ghana, intervinieron galantemente en las guerras civiles de Liberia y Sierra Leona. El Consejo de Seguridad no se molestó en aprobar esto antes de consumados los hechos. La campaña de la OTAN contra Belgrado para prevenir la limpieza étnica en Kosovo también careció de una resolución de partida del Consejo de Seguridad debido a la amenaza de veto de Rusia. Cuando al señor Annan se le consultó en 1998 si para la operación Zorro del Desierto, en Irak, era necesaria otra resolución del Consejo, dijo solamente que Estados Unidos debería "consultar" con sus pares del Consejo. El señor Annan realizó el seguimiento en 1999 con un elocuente discurso sobre propósito versus procedimiento e intervención versus soberanía. ¿Somos nosotros realmente clasicistas del procedimiento, que ponemos el procedimiento ocasional por encima de la misma esencia? ¿Preferiríamos -preguntó el secretario general- que otros países se sienten pasivamente ante un genocidio si el Consejo no logra actuar? El multilateralismo se presenta de varias maneras. Una coalición de buena voluntad es una de ellas; las organizaciones regionales son otra. La tutela de un Consejo de Seguridad prudente es quizás la más amplia. Pero la credibilidad de la ONU dependerá de que sus mandatos fundamentales sean respetados por los tiranos que matan a su propio pueblo y anexan a sus vecinos. Dejar escapar al señor Hussein no promueve el multilateralismo. (*) Profesora de derecho internacional de la Facultad Johns Hopkins de Estudios Internacionales Avanzados. "The Financial Times" (©) 2003 |
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