Jueves 27 de marzo de 2003
 

Sufrimos la falta de una política de transporte

 

Por Antonio Torrejón (*)

  Si la política es "la búsqueda del bien común", desde hace más de una década las reglas de juego que habilitó para el transporte aéreo de pasajeros el Estado Nacional, no han tenido en cuenta el "bien común para los argentinos del interior del país", ni tampoco a lo que en forma clara e ineludible la "Constitución Nacional" expresa, que debemos ser y funcionar como un país: republicano, representativo y federal.
Una república con ventajas de arribo del mundo sólo a su capital federal, con pocas posibilidades eficientes de seguir en tiempo y forma hacia el interior del país, carece del esencial sentido de república.
Representativa, nos preguntamos ¿de quién?, sólo de intereses facilistas de funcionarios desinformados de lo que debe ser un "servicio público federal" y de intereses liberales. Siempre que les cierren sus conveniencias (cuentas), se han dado el lujo durante años de probar tramos aéreos de acuerdo con la ocupación, moviendo los horarios de vuelos como para que a nadie de afuera de nuestras fronteras se le ocurra "correr el albur" de conocer la Argentina y quedar desconectado en El Calafate, a 312 km del aeropuerto más próximo, el de Río Gallegos, por ejemplo.
Federal: no de "unir", como esta acepción de nuestro idioma lo precisa y los fundadores de nuestra Confederación de Provincias lo desearon, sino de abandonar irresponsablemente un territorio ante la imposibilidad de hacer productivas actividades genuinas, como la turística.
Paradójicamente la Argentina, "el séptimo país en territorio del planeta", tiene sus atractivos convocantes de nivel internacional: Iguazú, Camino del Inca, Lagos del Sur, Península Valdés y Canales Fueguinos a más de 1.000 km del aeropuerto de Ezeiza (Buenos Aires), en los bordes de frontera o integración al Mercosur.
Esto que es una ventaja para integrar por tránsitos intermedios el país, se ha convertido en una contrariedad adicional, ya que estamos aislados tanto en la larga como en la mediana distancia, todo por falta de una política que priorice el interés nacional para el transporte aerocomercial (que hoy en el mundo actual es más imprescindible que el ferrocarril en el siglo pasado, hablando de colonizar, integrar y desarrollar).
Los ciudadanos del interior del país no nos hemos opuesto a la política de subsidios del Estado Nacional, que nunca dejó de proveer al ferrocarril, que en función social y nacional particularmente del conurbano bonaerense recibe o entregue más de un millón de dólares diarios, por lo que colegimos que con el mismo sentido argentino y de grandeza, el medio país que (en habitantes) habita esa "megalópolis" no se opondrá a las ayudas y subsidios que les permitan cumplir a los concesionarios de rutas aéreas tramos de redituabilidad incierta o las de rentabilidad negativas.
El turismo deslumbrante y cuantitativo del verano se produjo a través del turista en automóvil propio o en autobuses, el del resto de la mayor parte del año requiere una forma de llegada que obliga a la disponibilidad del avión, si es queremos seguir creciendo en forma sostenida y sobre "bases conducentes".
Este país, con una mayoría de habitantes que cree demasiado en los milagros, tiene que saber que esto se encauza con políticas sabias que den seguridad jurídica a los que las enfrentan comercialmente, y hacia allí debemos encaminar las decisiones de nuestra "clase política". A la que le recordamos que gobernar, como sostenía Alberdi, es "prever" y en el caso nuestro para un país republicano, representativo y federal.


(*) Funcionario público del área Turismo durante 37 años ininterrumpidos, 1964-2000. (Ministro, secretario, director, asesor e interventor)
     
     
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