Miércoles 26 de marzo de 2003
 

La brecha noticiosa que divide al mundo

 

Por Andrés Oppenheimer

  ¿Están censurando las noticias en Estados Unidos? ¿Existen listas negras de la gente que se opone a la guerra, como en la época del senador Joe McCarthy? ¿Se está convirtiendo Estados Unidos en una dictadura, liderada por un aspirante a emperador del mundo?
La mayoría de los norteamericanos -especialmente el 76% que según la última encuesta Gallup apoya la guerra contra Irak- se sorprendería al saber que éstas son las preguntas más frecuentes que me están haciendo amigos y familiares en América Latina y Europa en estos días.
Quienes hacen estas preguntas no son pacifistas alocados, sino profesionales y gente de negocios que reflejan la postura abrumadoramente contraria a la guerra en los periódicos y la televisión de sus países.
Lo que estamos viendo es una creciente brecha informativa entre Estados Unidos y el resto del mundo, que probablemente será el principal obstáculo a una reconstrucción diplomática del mundo una vez que termine la guerra con Irak.
No recuerdo otro momento en que hubiera tal abismo entre las noticias que recibimos en Estados Unidos, y las que se brindan en el resto del mundo. Contrariamente a los pronósticos de hace algunas décadas de que Internet y la CNN convertirían al planeta en una aldea global unificada en torno del ideal de la democracia estadounidense, estamos viendo una partición informativa del globo en cuanto a las intenciones de Washington.
Hasta las palabras que se están usando en ambos lados son diferentes. Mientras que los medios de Estados Unidos hablamos de "las tropas de la coalición"" o "las tropas encabezadas por Estados Unidos"", gran parte de la prensa extranjera habla de "la guerra de Estados Unidos"" o "la guerra del imperio"".
Los medios norteamericanos, reflejando la línea del gobierno de Bush, argumentan que hay unos 40 países que apoyan la guerra pública o calladamente, lo que es un apoyo mucho mayor que en la Guerra del Golfo de 1991. Los medios extranjeros argumentan que sólo dos países -Inglaterra y Australia- están dando un apoyo militar, contra 31 países que lo hicieron en la guerra de 1991.
A tal punto llega la creencia en el exterior de que Bush está embarcado en una campaña neoimperialista para hacerse del petróleo del Medio Oriente y dominar el mundo, que muchos medios ya tiraron por la borda cualquier esfuerzo de objetividad. El diario brasileño "Folha de Sao Paulo", por ejemplo, está encabezando sus noticias diarias sobre la guerra bajo el encabezado: "Ataque do Imperio".
Los medios extranjeros aseveran casi a diario que Bush estaría cercenando libertades fundamentales.
"Hasta la libertad de expresión está siendo restringida"", dice la influyente revista alemana Der Spiegel. "Los que se oponen abiertamente a la guerra están teniendo un tiempo difícil en Estados Unidos"".
El periódico argentino "Clarín", refiriéndose a la presunta pérdida de contratos del actor Martin Sheen por su oposición a la guerra, habla del "retorno del macartismo"".
Y en las páginas editoriales de muchos periódicos extranjeros, los norteamericanos más publicados son Noam Chomsky, un profesor de MIT que se derrite ante cualquier dictador antiamericano, y el ex directivo arrepentido del Fondo Monetario Internacional Joseph Stiglitz, ambos prácticamente desconocidos por el gran público norteamericano.
Es cierto que, en tiempos de guerra, los medios de Estados Unidos no son tan incisivos como de costumbre. La cobertura de esta guerra -especialmente en la televisión- a veces bordea en el aliento entusiasta a las tropas norteamericanas.
Tenemos demasiados generales retirados convertidos en analistas militares de televisión, que nos dicen lo bien que están haciendo las cosas nuestros muchachos en el frente y demasiadas pocas voces críticas diciéndonos qué cosas pueden estar saliendo mal. Demasiado Tony Blair y demasiado pocos líderes mundiales que creen que un ataque casi unilateral de Estados Unidos puede convertir al mundo en un lugar más peligroso, incluso para Estados Unidos.
Para dejarlo en claro, creo que quienes hablan de censura y macartismo están haciendo exageraciones irresponsables. No hay día en que los periódicos de Estados Unidos no publiquen artículos bien razonados contra la guerra (de hecho, lo hacen mucho más de lo que periódicos latinoamericanos están publicando artículos en favor de la guerra).
Y las críticas sobre la censura son aún más absurdas cuando vienen de gente que jamás ha denunciado dictaduras medievales como la de Irak, o -más cerca de casa- Cuba, donde tener una fotocopiadora es un crimen de Estado.
Pero si Estados Unidos quiere desarmar a sus críticos, debería mirar con orgullo las protestas contra la guerra en su propio territorio.
La libertad de expresión -y no la fuerza militar- es lo que diferencia a Estados Unidos de la mayoría de los países. Y es lo que le va a ayudar más que nada a volver a ganarse la admiración del mundo.
     
     
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