Domingo 23 de marzo de 2003
 

Dilema

 

Héctor Mauriño
vasco@rionegro.com.ar

  Sobisch hizo esta semana un llamado a la unidad de sus fuerzas. "Este camino lo defendemos entre todos o corremos el riesgo de ser vencidos", dijo. El gobernador exaltó su propio proyecto político, al que atribuyó carácter de "progresista" y la virtud de impulsar el "desarrollo provincial". Más dramático, reflexionó que para derrotarlo a él y a su gente "quizás tengan que matarnos".
Aunque Sobisch no individualizó a ningún enemigo, su principal operador, el polifacético ministro de Gobierno y jefe de campaña Oscar Gutiérrez, dio alguna pista. Ante una consulta periodística, "Cacho" ratificó la fórmula Sobisch-Jorge Sapag. Pero abrió camino a las conjeturas al agregar: "Será el propio vicegobernador el que dirá si hay algo distinto".
En realidad, el mensaje de Sobisch no es otra cosa que un tiro por elevación a los únicos fantasmas que, por hoy, podrían poner en peligro su hegemonía dentro de esa "task force" electoral imbatible que es el MPN: el vicegobernador Jorge Sapag, quien de un tiempo a esta parte no oculta sus diferencias, y su hermana Luz, que recorre la provincia tratando de hilvanar una corriente opositora al gobernador.
En este tren de cosas, las palabras de "Cacho" han tenido la rara virtud de resultar transparentes respecto de las verdaderas intenciones de su jefe.
Si Sobisch le ha bajado el pulgar a Sapag, se cuida de salir a enfrentarlo públicamente. En su lugar, lo ha puesto entre algodones mientras trabaja para aislarlo.
Ratifica que es su compañero de fórmula y hasta su amigo, pero en los hechos lo ha privado de todo poder y capacidad de decisión. Para empezar, mandando a sus gurkas -Falleti, Ferreyra, Carbajo, etcétera- a paralizar la Legislatura, el poder que en los hechos preside Sapag. Pero también, negándole participación en las decisiones y aun cortándole el acceso a las informaciones más vitales del gobierno y el partido.
En este contexto, resultaría impensable que Sapag pudiera participar en aspectos relevantes del futuro del gobierno y el partido, como por ejemplo en la plataforma o, peor aún, en la confección de las futuras listas de candidatos y colaboradores.
La opción presentada a Sapag, en fin, parece ser bastante clara: quedarse, compartiendo sólo los aspectos formales del poder, o romper haciéndose cargo de las consecuencias.
Estas últimas pueden deducirse fácilmente: cualquiera que se atreva a cuestionar mínimamente el proyecto "progresista" de Sobisch, se encontrará rápidamente a pie y confrontando con un aparato electoral descomunal, como el que pulverizó a Jalil y a Balda en las últimas internas.
Aunque por la sucesión de errores cometidos Sobisch pasó de una imagen de 70 puntos a otra de 30, el control del Estado y del aparato partidario le asegura -como ocurre en alguna medida con Menem- la posibilidad de torcerle el brazo a casi cualquier adversario interno.
Luego de formular una serie de críticas públicas, Sapag se ha mostrado hasta ahora cauteloso. Quienes lo tratan de cerca aseguran que no hará nada hasta conocer el resultado de las elecciones presidenciales. Descartan que la eventual derrota de Menem, con quien Sobisch está públicamente comprometido, le significará al gobernador un revés adicional al experimentado en la capital provincial con "Pechi" Quiroga.
Mientras tanto, acaso porque se lo ha propuesto, el vicegobernador ha ido acumulando cierto grado de consenso no sólo entre los emepenistas fatigados de los arrestos imperiales de Sobisch, sino inclusive entre algunos miembros de la oposición. Eso ocurre, por ejemplo, entre algunos diputados que observan en Sapag la actitud opuesta a la grosera prepotencia de los muchachos sobischistas.
En realidad, desde distintos sectores de la oposición se observa con preocupación el modelo de Sobisch, no sólo por su resistencia al pluralismo y a los mecanismos republicanos. También porque muchos están persuadidos de que en cuatro años más, lejos de alcanzar "el desarrollo" de la provincia como pregona, producirá su inevitable colapso.
Un muestra de ello -observan- es la actitud irresponsable asumida por Sobisch con la devolución del 20%. Una medida electoralista irreflexiva, que elevó la masa salarial a un nivel que hará inmanejables las finanzas provinciales cuando la guerra en Irak profundice el desplome del barril de petróleo y de las regalías.
La otra preocupación opositora es la ostensible falta de una figura convocante que aglutine las fuerzas, hoy dispersas, para dar batalla con éxito al modelo sobischista.
Aunque viene de derrotar ampliamente al gobernador, Quiroga está inhibido de jugar ese papel porque acaba de refrendar su compromiso comunal por otros cuatro años. Gallia, en tanto, es visto con un grado de desconfianza por su antigua proximidad con Sobisch y porque, a pesar de sus cambios, su imagen está atada a la discrecionalidad menemista. Massei, en fin, se autoexcluyó al regresar a la Justicia. Y otros aspirantes no acaban de reunir todas las condiciones necesarias.
Así las cosas, no son pocos los que piensan que si Sapag pegara el salto, tendría buenas posibilidades. Claro que muchos otros recuerdan que, por imperativo familiar, los Sapag se sienten dueños de la marca registrada y lo último que harían en el mundo es dejarla en manos de un advenedizo.

     
     
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