Miércoles 19 de marzo de 2003
		Agua dulce: en la abundancia está el peligro
		Por Ricardo Villar (*) y Eduardo A. Ferreyra (**)
		El secretario general de las Naciones Unidas, Kofi Annan, dijo que la falta de acceso al agua produce un enorme sufrimiento a más de 1.000 millones de personas en el mundo y añadió que si la actual tendencia se mantiene, es probable que el agua se convierta en una fuente de creciente tensión y por ende en una competencia entre las naciones, pero también es probable que estimule la cooperación. El Año Internacional del Agua Dulce puede desempeñar un papel importante en la promoción de medidas necesarias no tan sólo de los gobiernos, sino de la sociedad en su conjunto, las comunidades, el sector empresarial y los habitantes de todo el mundo. En setiembre del 2000, los principales dirigentes del planeta se comprometieron en la Cumbre del Milenio de las Naciones Unidas a reducir a la mitad, para el 2015, la cantidad de personas que carecen de acceso al agua potable o que no pueden costearlo. Además, en la Cumbre Mundial Sobre el Desarrollo Sostenible 2002, celebrada en Johannesburgo, se acordó un objetivo similar para el 2015, en cuanto a reducir a la mitad la proporción de personas sin saneamiento adecuado. Para lograr estos objetivos es necesaria una acción coordinada, tanto de los gobiernos como también de los consumidores. Se calcula que en la actualidad se gastan 30.000 millones de dólares anuales para atender las necesidades de agua potable y saneamiento en todo el mundo, y se estima que se necesitarían entre 14.000 y 30.000 millones de dólares más para lograr los objetivos convenidos sobre agua y saneamiento. La escasez de agua es un problema grave para el desarrollo futuro, ya que su consumo aumentó a un ritmo superior al doble de la tasa de crecimiento de la población durante el siglo veinte. Una evaluación realizada por expertos de la ONU estima que en los últimos cincuenta años se duplicó el consumo de agua en el mundo. La lista de los países y territorios más comprometidos por la escasez de agua está encabezada por Kuwait, con 10 metros cúbicos anuales de agua por habitante, seguido por la Franja de Gaza con 52 m3; los Emiratos Árabes, con 58 m3 y las Islas Bahamas, con 66 m3. En el otro extremo de la lista se ubican por ejemplo Islandia, con 609.319 m3 y la Guyana Francesa, con 812.121 m3. Estas estadísticas nos dan una idea de los grandes problemas de recursos hídricos que debe afrontar el mundo y también las alarmantes desigualdades que se dan en su utilización. El agua, nuestro problema Pero el problema del agua no debe ser mirado como algo que ocurre en remotos lugares del planeta y de cuyos efectos nosotros estamos inmunes. Aquí, alrededor nuestro, hay un complejo problema que resolver a partir de una situación ventajosa, como es la posesión de generosas fuentes de producción del vital elemento. Las provincias del Neuquén y Río Negro tienen dentro de sus límites a una de las principales cuencas hidrográficas del país. Sus ríos, arroyos, lagos naturales y artificiales y acuíferos subterráneos representan un patrimonio que no ha sido evaluado en profundidad por una sociedad que basa su riqueza en otros factores naturales, con vida útil acotada, como son los hidrocarburos. Y, modestamente, creemos que en los recursos hídricos regionales -abundantes y de calidad envidiable- está el verdadero reaseguro para que los habitantes del futuro tengan la posibilidad de un pasar digno y sustentable. Pero para conseguir semejante objetivo hay algunos pasos elementales que cumplir, por ejemplo: a) darle verdadero valor a este patrimonio: b) tomar conciencia de que, si bien es renovable, constituye un elemento frágil a la acción agresiva del hombre (contaminación, por ejemplo); c) reconocer que la abundancia no habilita a nadie para derrochar a través del mal uso, tanto en lo doméstico como en el uso para otros fines o actividades; d) empezar a diseñar y aplicar políticas de Estado para la adecuada utilización del agua, con amplia participación de la sociedad a través de sus organizaciones; e) dentro de lo anterior, habría que discutir la posibilidad de incorporar al texto constitucional preceptos muy claros sobre el aprovechamiento de los recursos hídricos, así como los tienen la tierra, los bosques, los hidrocarburos, etc. Ya es una verdad indiscutida que la posesión de fuentes de agua dulce no solamente constituye una condición ventajosa, pero los pueblos que las disfrutan también pueden encontrar en ese privilegio aportado por la naturaleza a una fuente de acechanzas por parte de otros que no las tienen. La tenencia, la carencia o el uso de agua dulce es hoy un problema eminentemente social, pero con fuertes connotaciones políticas y económicas que no se deben ignorar para actuar responsablemente hacia el futuro. Los países que atesoran petróleo en sus subsuelos, en algún momento pensaron que con semejante riqueza no podrían tener problemas futuros. Se equivocaron. La abundancia, cuando se administra correctamente, despierta celos, envidias, ambiciones. Ahí tenemos el caso emblemático de Irak, cercado por los poderosos del mundo que dicen perseguir la democratización del sufrido pueblo, pero lo que realmente les interesa es el dominio de los reservorios petrolíferos. Hay otros casos de similar diseño en la misma región y en otras del planeta. El agua dulce, por la disminución de sus fuentes de producción y por una mayor demanda por crecimiento demográfico, tiene categoría de recurso estratégico y vital para los pueblos. Es tiempo de que en nuestro país y particularmente en nuestra región empecemos a crear conciencia de la riqueza que tenemos e ir actuando en consecuencia, porque el derroche y el desinterés habilitarán a los carenciados o a quienes pretenden hegemonizar el poder mundial a avanzar sobre su dominio. Si permitimos que esto ocurra, cualquier reacción, entonces, será tardía. (Adhesión al Año Mundial del Agua Dulce y al Día Internacional del Agua Dulce –22 de marzo) (*) Diputado provincial bloque Alianza (**) Ingeniero. Asesor
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