Lunes 10 de marzo de 2003 | ||
El futuro del agua potable |
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Por Tomás Buch |
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En estos días se conoció un informe de las Naciones Unidas sobre el estado del acceso al agua potable en los diversos países del mundo. Como era de esperar, este informe toca una campana de alerta; los resultados, aunque son muy dispares según la región, están lejos de ser alentadores. Hoy, un tercio de la población mundial no tiene acceso a agua de calidad y en cantidad adecuada. Falta agua potable y faltará más en el futuro. Y la que hay, está distribuida y se consume con la misma desigualdad de todos los demás recursos. La superficie del planeta está cubierta de agua en más de un 70%. El problema consiste en que casi toda esa agua es salada y no resulta apta para el consumo de la mayoría de los animales y plantas terrestres, entre los que nos contamos nosotros mismos y la mayoría de nuestros medios de sustento. Hay algunos depósitos seculares, "estables", de agua dulce en diversas partes del mundo, sobre todo en los casquetes polares; en Groenlandia, gran parte de la cual está cubierta por un espeso manto de hielo; y en los "hielos continentales" patagónicos. La mayor parte del agua dulce está circulando permanentemente, bajando por los ríos al mar, evaporándose y volviendo al suelo en forma de lluvia. Parte de esta agua en circulación se filtra al subsuelo y allí, en ciertas zonas, forma grandes aglomeraciones multiformes, conocidas como "acuíferos", a diferentes profundidades y calidades, que en ciertos sitios brotan espontáneamente. La distribución del agua dulce es muy poco uniforme. Existen por doquier zonas desérticas y de precipitaciones casi nulas, pero también hay grandes acuíferos bajo los desiertos. Encontramos grandes ríos, a cuyas orillas se formaron las grandes civilizaciones de la antigüedad, y lagos inaccesibles, alimentados por los glaciares de las altas montañas. Desde siempre, los humanos toman el agua potable de todas estas diversas fuentes. Así como los grandes animales de Africa viven su ciclo anual en función del agua, la vida nómade en los desiertos se desarrolla en función de los oasis. El aumento en el consumo de agua en todo el mundo pone bajo presión los recursos disponibles, y amenaza transformarse en uno de los más graves problemas y causas de conflicto que enfrentará la humanidad en las próximas décadas. El agua, obviamente, es un recurso natural renovable. En todo el rigor del término, el agua no se "consume". Lo que, por cierto, disminuye es su disponibilidad al aumentar el uso y se pierde su potabilidad por contaminación. El ciclo del agua en la atmósfera tiene un período natural de reposición, que depende fuertemente del clima, en especial de los regímenes de precipitaciones, razón por la cual el calentamiento global también afectará críticamente la disponibilidad de agua y su distribución geográfica. La perforación de pozos es una tecnología antigua, aunque la profundidad accesible ha aumentado. Aun así, los pozos se agotan si se saca demasiada agua, porque también la circulación subterránea les impone sus ritmos y plazos de reposición. La escasez de agua que se vislumbra ha de agravarse cada vez más. Esta es una de las consecuencias más paradójicas de lo que se califica generalmente de "progreso". Hay una relación directa entre el acceso a abundante agua potable y la salubridad y la esperanza de vida. La higiene, cuyo componente esencial es la disponibilidad de agua, es uno de los factores más importantes para el combate contra las enfermedades infecciosas. Muchas de éstas, como las frecuentemente mortales diarreas infantiles o la malaria, son causadas por organismos de vida acuática. De tal modo, el mejoramiento de las condiciones higiénicas es el principal factor que contribuye al enorme aumento de la población humana, la que, a su vez, aumenta la presión sobre todos los recursos que emplea, entre ellos el agua. Una persona cuyo estilo de vida es relativamente primitivo, tiene una menor esperanza de vida y necesita muy poca agua; generalmente no se baña con frecuencia, no dispone de facilidades higiénicas (WC) para disponer de sus deyecciones y necesita apenas un poco para su alimentación. En cambio, un habitante de una ciudad del Primer Mundo consume varios cientos de litros por día. Además, debemos tener muy en cuenta que sólo una parte del agua que consumimos es para estos usos personales, que podríamos llamar "domiciliarios"; también hay muchas industrias que consumen grandes cantidades de agua, y las técnicas agrícolas contemporáneas también incluyen el riego en cada vez mayor medida, para aumentar el rendimiento de los cultivos. Por otra parte, la contaminación ambiental también se cobra su cuota, al hacer inservibles cantidades de agua que se podrían emplear de modo útil. Incluso ya hay acuíferos contaminados. El tema del agua es, justamente, uno de los temas más preocupantes en el "conflicto minero" en Esquel. De tal manera, se ha llegado a una situación que se espera será cada vez más grave en un futuro próximo. Al extremo de que algunos analistas predicen que en las guerras del futuro se combatirá por el agua y no por el petróleo; también hay quien opina que las recientes compras de tierras por parte de extranjeros en la Patagonia obedecen a la gran abundancia de ese recurso en nuestra región. Al margen de tales especulaciones, está claro que por lo menos en regiones casi privadas de agua, como vastas zonas del Medio Oriente, ya existe un problema serio que se agrava y se combina con los demás existentes en esa región. Como en muchos otros casos, la primera medida que se presenta para encarar este problema es disminuir el consumo, siempre que ello sea posible. Pero salvo las industrias que podrían encarar cambios tecnológicos destinados al ahorro o la recuperación de agua, el consumo deberá aumentar si se quiere proveer a las necesidades insatisfechas de 2.000 millones de humanos que aún carecen de acceso al agua potable. Quedan: la recuperación y el uso del agua de mar. El agua se puede recuperar, una vez que se ha empleado para los diversos usos a los que la destinamos. Ya hace años que la "potabilizamos". Las aglomeraciones humanas han hecho necesario aportar el agua de fuentes lejanas y someterla a un tratamiento industrial antes de su distribución. A veces, eso se logra fácilmente con un poco de cloro, pero en la medida en que las fuentes de agua potable estén más lejos de los centros de consumo y se vean sometidas a una explotación más intensa, el agua también será cada vez más cara. Los tiempos en que podía ser gratis han pasado para no volver, lo cual no deja de plantear un problema moral de suma gravedad: ya que el agua es un elemento totalmente esencial para la vida, su acceso debería ser tan universal como el del aire. Pero en la actualidad este principio se ve cada vez más agraviado por el costo social de su obtención en las cantidades y la calidad adecuadas. Es que ahora, y cada vez más, la obtención de agua potable consume energía: para purificarla, para bombearla desde el subsuelo, para traerla desde sus fuentes en la montaña lejana o, como último recurso, para destilarla u obtenerla por el proceso llamado "ósmosis inversa" a partir del virtualmente inagotable recurso del mar. Las tecnologías para esto existen, pero consumen energía. En cierta medida se puede usar energía solar pasiva, ya que gran parte de las regiones más secas y desérticas tiene gran nivel de insolación, o instalar centrales nucleares destinadas a tal fin. La factibilidad de esto se reduce a un cálculo de recursos, a un problema de estructura económica para decidir quién debe correr con los costos y a una decisión moral, la de asegurar el suministro para todos a precios accesibles. Como en el caso de tantos otros recursos desigualmente distribuidos. |
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