Domingo 9 de marzo de 2003 | ||
Los cambios |
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Por Héctor Mauriño |
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La contundente derrota sufrida por el sobischismo en las elecciones del domingo pasado está llamada a producir cambios profundos en la relación de fuerzas imperante en la política neuquina, tanto dentro del partido de gobierno como en las filas de la oposición. En el interior del MPN, el revés ha venido a confirmar los cuestionamientos que planteaban en el último tiempo el vicegobernador Jorge Sapag y, con mayor énfasis aún, su hermana, la senadora Luz Sapag. La derrota también ha venido a darle la razón al felipismo, que debilitado y disperso frente al férreo hegemonismo sobischista, combate hace tiempo desde afuera de los estamentos partidarios. Más allá de la escasa disposición de Sobisch y sus incondicionales para asumir mínimamente la derrota, es evidente que la misma guarda relación con la cadena de errores y excesos cometidos por el propio gobernador. Y con el cansancio de la gente por un modelo político plagado de corruptelas y gestos prepotentes, que no mide las consecuencias de sus desplantes y del dispendio a que somete el patrimonio público. No de otra forma se puede explicar cómo un gobierno que se benefició de uno de los momentos de mayor prosperidad de la provincia -producto del precio récord del petróleo-; que prácticamente no tenía oposición interna ni externa y que a mediados del año pasado atesoraba una altísima imagen positiva, ha terminado por morder el polvo de la derrota luego de haber tirado la casa por la ventana. Es decir, luego de haber empleado un aparato electoral nunca visto en una provincia acostumbrada a ver aparatos. Justamente, es el descontento generado por este estado de cosas, ahora realzado por el cachetazo electoral, el que ha auspiciado el lanzamiento de la corriente interna MPN Auténtico por parte de Luz Sapag. Felipe Sapag tampoco ha esperado ni un instante para dar a conocer públicamente su beneplácito con la derrota del MPN -"que -ha aclarado- ya no es el partido que yo fundé"- y anunciar su acuerdo con Luz. Aunque se desconocen aún los postulados de esta corriente -su lanzamiento está previsto para el próximo fin de semana-, se sabe que ya ha sumado a dirigentes del sur y el centro de la provincia, y que apuesta a disputar el poder al oficialismo. El silencio de Jorge Sapag debe entenderse como un gesto elocuente, revestido de la prudencia necesaria para no aparecer como oportunista, por parte de un hombre más proclive a los modales diplomáticos que a las efusividades populistas. Pero, más allá de ello, pocos dudan de que en el concierto de la familia Sapag cada uno ejecuta su porción de la partitura, pero nadie desafina. Al parecer, el vicegobernador mide sus tiempos mientras apela a un análisis de la realidad un tanto más científico que los cantos de sirena de aquellos que lo instan sin más a tirarse a la pileta. El desemboque de todos estos aprontes no será otro que la puja interna por la candidatura a gobernador en el seno del MPN. Precisamente, el reclamo de un amplio debate en el partido, protagonizado por Luz y Felipe Sapag, guarda relación con la decisión de plantarse frente al plan de Sobisch de apelar a una fórmula de consenso en torno de su propia figura. No es posible saber aún quién sería el candidato del nuevo sector. Algunos descartan que será el propio Jorge Sapag, pero otros conjurados, entre ellos los felipistas, ven aún con mejores ojos a Luz, precisamente por el celo puesto de manifiesto en apestillar, una y otra vez, al sobischismo. El otro cambio profundo desencadenado por la derrota de Sobisch es el surgimiento de Quiroga como figura excluyente de la oposición. Mal que les pese a sus críticos, que lo censuran por sus flaquezas ideológicas frente al sobischismo, el intendente hizo una buena gestión y supo colocarse como alternativa para una sociedad deseosa de castigar los desbordes de Sobisch. No existe en este momento ninguna figura con mayores posibilidades de nuclear al arco opositor. Pero está claro que la misma sociedad que premió a Quiroga por gobernar bien y frenar al sobischismo, lo castigaría fuertemente si intentara una aventura ajena al compromiso de gobernar la ciudad por otros cuatro años. En este contexto la oposición, que no termina de saborear la victoria sobre Sobisch, ya comienza a experimentar su orfandad de liderazgo. No parece ser Gallia el hombre capaz de concitar la adhesión necesaria para derrotar al oficialismo. Como ya ha ocurrido otras veces en la historia de la provincia, en lo inmediato el MPN -Sobisch- enfrenta mayores desafíos entre las filas de su propio partido que fuera. Héctor Mauriño |
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