Sábado 8 de marzo de 2003
 

Invertir en las mujeres del mundo

 

Por Koffi Annan(*)

  Los objetivos del milenio -que comprenden la promoción de la igualdad de géneros y la potenciación del papel de la mujer- representan una nueva manera de promover el desarrollo. Esos ocho compromisos tomados de la Declaración del Milenio, que fue apoyada por todos los Estados Miembros de las Naciones Unidas, constituyen un plan concreto, con objetivos y plazos, para construir un mundo mejor en el siglo XXI. Representan una serie de objetivos importantes y mensurables que cualquier mujer u hombre de la calle, de Nueva York a Nairobi y a Nueva Delhi, puede fácilmente comprender y apoyar.
En nuestra labor para alcanzar esas metas, como se dejó claro en la Declaración del Milenio, la igualdad de géneros no sólo es un objetivo por derecho propio; es de importancia crítica para nuestra capacidad de alcanzar todos los demás. Un estudio tras otro han demostrado que no hay estrategia de desarrollo eficaz en la que la mujer no desempeñe un papel central. Cuando la mujer participa plenamente, los beneficios pueden verse inmediatamente: las familias están más sanas y mejor alimentadas; aumentan sus ingresos, ahorros e inversiones. Y lo que es cierto para las familias también lo es para las comunidades y, a la larga, para países enteros.
Esto quiere decir que toda nuestra labor en pro del desarrollo -de la agricultura a la salud, de la protección del medio ambiente a la gestión de los recursos hídricos- debe centrarse en las necesidades y prioridades de la mujer. Significa que hay que promover la educación de las niñas, que forman la mayoría de la población infantil que no va a la escuela. También supone alfabetizar a los 500 millones de mujeres adultas que no saben leer ni escribir y que representan los dos tercios de los analfabetos adultos del mundo.
Y significa asimismo situar a la mujer en el centro de nuestra lucha contra el HIV/sida. Las mujeres representan actualmente el 50% de las personas infectadas por el HIV en todo el mundo. En Africa ese porcentaje llega hoy al 58%. Tenemos que conseguir que las mujeres y las jovencitas dispongan de todos los conocimientos, servicios y confianza en sí mismas que necesitan para protegerse. Debemos alentar a los hombres a que dejen de correr riesgos y asuman sus responsabilidades. A todos los niveles de la sociedad hemos de presenciar una profunda revolución social que transforme las relaciones entre mujeres y hombres, de modo que ellas puedan asumir un mayor control de sus propias vidas, tanto financiera como físicamente.
No hay tiempo que perder si queremos alcanzar los objetivos de desarrollo del milenio antes del plazo del 2015. Sólo invirtiendo en las mujeres del mundo podemos esperar conseguir esos objetivos. Cuando las mujeres prosperan, toda la sociedad sale beneficiada y las generaciones sucesivas pueden abordar la vida en mejores condiciones. En este Día Internacional de la Mujer, pido que todos nosotros actuemos en ese entendimiento con un sentido renovado de urgencia.



(*) Secretario general de la Organización de Naciones Unidas
     
     
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