Jueves 6 de marzo de 2003
 

Cuando el conocimiento prima

 

Por Eduardo S. Mutchinick

  El domingo 2/3/03 falleció en Buenos Aires César Alejandro Vapñarsky. El año pasado, el 24/3/02, murió en Inglaterra César Milstein.
Qué me lleva a escribir sobre ellos.
Se me entremezclan lo afectivo, lo anecdótico, la investigación y el conocimiento.
Eran primos hermanos. El primero, hijo de Clara Mutchinick y David Vapñarsky; el otro, hijo de Máxima Vapñarsky y Lázaro Milstein (llegó a la Argentina a los 13 años). Nietos de inmigrantes rusos. Los unía una misma historia y el nombre César, seguramente en homenaje al abuelo Vapñarsky. Se fueron un domingo, un mes de marzo.
Sus padres se educaron en la Argentina de inicios del siglo XX. Les transmitieron la preocupación por el conocimiento. Y ellos, como tantos otros hijos y nietos de los barcos, se formaron intelectualmente dentro de las aulas de la educación pública.
Algún tiempo compartieron habitación en la Capital Federal, concentrados en lo suyo. Sus serios diálogos habrán quedado esparcidos entre los papeles, libros y viejos escritorios de madera.
César Vapñarsky recibió el título de Arquitecto y César Milstein, el de Licenciado en Bioquímica; ambos se doctoraron.
Aparecen recuerdos de mi niñez.
Mi tía Clara diciendo: ""Chele" va a ser Premio Nobel", y muchos, muchos años después aquellos comentarios fueron realidad. Ella y Lázaro, ambos con una leve sonrisa, fueron fotografiados cuando César Milstein fue galardonado con el Nobel de Fisiología y Medicina en 1984.
Una tarde, a principios de los sesenta, César Vapñarsky pasó por la casa de mis padres. Iba a "descansar" unos días en Bariloche, y mi curiosidad me permitió ver un enorme bolso repleto de libros, algunos de ellos en inglés, que César llevaba para entretenerse en esos pocos días.
Esforzados, austeros, estudiosos, tal vez demasiado alejados de lo que los rodeaba, encontraron en la búsqueda del conocimiento el centro de sus vidas.
César Milstein trabajó en la teoría y desarrollo de técnicas para la producción de anticuerpos monoclonales. César Vapñarsky, en estudios sobre población y planificación regional.
De una misma generación, ambos dieron lo máximo de sí, o así lo creyeron, no importó si dentro o fuera del país; la "fuga de cerebros" a veces suena como impotencia, justificación o discurso. Estos dos César representaron un empate. Uno afuera (Milstein), el otro adentro (Vapñarsky), sobrepasaron los obstáculos, sus investigaciones dieron como resultado publicaciones internacionales y nacionales, libros, logros científicos, transferencia de conocimientos. Desde los aportes a que los test de embarazo se hayan transformado en un análisis rápido y casero, hasta el estudio poblacional comparativo de tres pequeños pueblos de la Línea Sur.
Tanta importancia tienen aquellos científicos argentinos, instalados en laboratorios, salas de trabajo, desparramados por el mundo, como aquellos que desarrollan sus trabajos en nuestro país, en las universidades, en centros de investigación o en otros ámbitos. Su producto adquiere valor ya sea aportando para combatir graves enfermedades, como para comprender mejor algunas cuestiones, o para ayudar a resolver problemas de índole local, regional o nacional.
La historia de estos dos César es ejemplo de que se puede hacer.
Sería ideal que no se presentasen barreras y que nadie fuera empujado obligadamente a ubicarse aquí o allí.
Son historias de tantos iguales. Son historias que deberían fortalecer a los jóvenes investigadores y becarios, son mensajes para aquellos adolescentes en los momentos de elección de su futuro.
Hoy ya no están. Que no sean sólo recuerdo.
     
     
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