Miércoles 5 de marzo de 2003
 

Neuquén no acompaña un proceso transformador

 

Por Ricardo Villar

  Es común escuchar frases como "la Justicia tiene sus tiempos", o "hay que respetar los tiempos legislativos", como justificación de los procesos de elaboración de decisiones de los respectivos poderes.
Y es así. Para que una manzana pueda ser saboreada, debe transcurrir un ciclo durante el cual el chacarero no solamente pone pasión por lo que hace, sino también capacidad, experiencia, esfuerzo, perseverancia, etc. Y muchas veces hasta tiene que recurrir a algún libro o publicación para tomar experiencias de otros. Todo tiene su tiempo.
Pero estas justificaciones dejan de ser válidas cuando, por ejemplo, un proyecto de ley que está orientado a producir un efecto favorable en la sociedad, y así es reconocido por todos quienes intervienen en su discusión, es retenido por cuestiones menores, como puede ser por algún interés sectorial.
Esta es una de las fuentes de alimentación de la ineficiencia e ineficacia que muchas veces tienen los cuerpos parlamentarios y que genera una pésima calificación en la consideración popular.
El 5 de abril del 2001 fue presentado en la Legislatura del Neuquén un proyecto de ley promoviendo el uso de Gas Natural Comprimido (GNC), para lo cual se impulsaba una línea de créditos con condiciones muy favorables, para la instalación de una red troncal de estaciones de servicio que permitiera cubrir todo el territorio neuquino.
Los argumentos son tan simples como conocidos: reducir gastos de desplazamiento con lo que se produce un fuerte impacto sobre las economías regionales y familiares, utilizar un combustible limpio con lo que se ayuda a preservar el medio ambiente y hacer uso de un derivado del recurso no renovable más abundante que hoy tiene el Neuquén.
En aquel entonces, el desarrollo de este tipo de combustible era incipiente en esta provincia, que seguía atada a la tradición de las naftas y el gasoil. Se disfrutaba de la estabilidad de los precios y no había demasiado entusiasmo por pegar este salto hacia la nueva propuesta.
De allí que solamente en la ciudad de Neuquén se instalaron bocas de expendio.
Mientras tanto, el GNC iba siendo adoptado en otras partes del país en forma tan espectacular que entre 1990 y 1999 el número de estaciones de servicio aumentó más de un 700%. En el ámbito internacional, la Argentina se ubica en el segundo lugar en cuanto a cantidad de estaciones de carga, detrás de los EE. UU., concentrando el 22% del total de esos establecimientos habilitados en el mundo. 
Comparando la cantidad de vehículos convertidos a GNC en nuestro país con los niveles registrados a nivel mundial, encontramos que la Argentina ocupa cómodamente el primer lugar, siendo un líder absoluto con casi el 50% del parque total, seguido por Italia, con el 25%.
Con alrededor de 620.000 vehículos convertidos, con unas 900 estaciones de carga abasteciendo a 17 provincias y a la ciudad de Buenos Aires, con un promedio de conversión mensual de 7.000 rodados y con 150 millones de metros cúbicos de gas vendidos por mes, la Argentina se sitúa a la vanguardia en el uso de gas natural.
La posibilidad de hacer uso de un recurso abundante con respecto a las existencias comprobadas de petróleo, deriva sin dudas en beneficios económicos y sociales.
En el Neuquén están asentados los principales yacimientos gasíferos del país y uno de los reservorios más importantes de América del Sur. Por eso, además de las cuestiones prácticas ya detalladas, esta provincia hasta por una cuestión simbólica debería estar liderando el uso de este combustible.
Sin embargo, no es así. Un automovilista puede llegar hoy desde la Capital Federal hasta la ciudad de Neuquén usando combustibles gracias a la red de estaciones de carga que se ha ido instalando en las provincias de Buenos Aires y Río Negro. Pero si desde aquí quiere llegar hasta la cordillera neuquina o el sur rionegrino deberá utilizar nafta, con lo cual afectará tanto dinero como el que necesitó para recorrer los 1.200 kilómetros anteriores.
Ahí aparece la contundencia de la diferencia de costos.
Viajar hoy tiene la limitación de los valores de los combustibles tradicionales. El uso del GNC, manteniendo los actuales costos por m3, transformará esa limitación en un incentivo.
En estos años, el gobierno central ha venido trabajando sobre medidas de promoción del uso de GNC, hasta llegar a estos días en donde tiene en marcha el llamado Plan Estratégico Productivo Nacional de Desarrollo de la Cadena de la Industria de Artefactos Móviles Propulsados a Gas, cuyo proyecto será convertido en ley en los próximos meses de acuerdo con el compromiso asumido por los bloques del Congreso Nacional.
El objetivo de este programa es amplio, pero tiene entre sus principales puntos la reducción de tarifas del transporte en general, para lo cual se promoverá la conversión a gas de las unidades del transporte de pasajeros urbano y suburbano. El programa de promoción durará 15 años, con financiamiento a través de un fondo fiduciario surgido de fuentes múltiples, entre ellas el Estado, que iniciará su participación con un aporte de 32 millones de pesos. Asimismo se aspira a financiar el avance en tecnologías afines con ese combustible, con lo cual se abrirán fuentes de trabajo y se incorporará un interesante rubro a las exportaciones no tradicionales.
Mientras este proceso sigue su marcha, pese a la crisis y sus consecuencias generales, el territorio que atesora la mayor cantidad de gas sigue sin animarse a dar el salto hacia lo nuevo. Cuatro o cinco bocas de carga en la ciudad capital, sendos proyectos en Cutral Co-Plaza Huincul y Zapala, y nada más.
El proyecto de ley mencionado al principio fue discutido en la Comisión de Energía, mejorado, ampliado en sus alcances (se incluyó una línea de créditos para la conversión de vehículos y así alentar el consumo) y actualizado en los montos para los interesados en levantar estaciones de servicio. Todo iba bien luego de un comienzo con escaso entusiasmo por parte del oficialismo sobischista, hasta que llegó el momento de concretar la elaboración del despacho final, previo a la sanción de la ley. Estaban los acuerdos globales, el dinero que afectaba el Iadep, condiciones muy blandas de los créditos, etc.
Pero en el momento culminante, el diablo metió la cola. Cuando se le daba la lectura final al texto consensuado, el presidente de la Comisión de Presupuesto, Eduardo Carbajo, propuso incorporar una inocente cláusula en donde se le daba prioridad absoluta para la concesión de los créditos a aquella firma que hiciera una oferta por todas las estaciones de la red troncal. Advirtió que era condición inmodificable para que su bloque apoyara el proyecto. Se le explicó que la idea general era buscar la pluralidad de ofertas, que se quería evitar el monopolio, se le habló de los riesgos que se corrían con el manejo de los precios, de un eventual colapso del permisionario exclusivo que dejaría sin servicio a la provincia, etc. No varió la posición, desde el mes de octubre.
Tanta firmeza en el sostenimiento de una condición que no había sido conversada en ningún momento, originó diversas suspicacias; tanta inflexibilidad en un factor operativo de un proyecto de fuerte incidencia sobre las economías del interior, aparece como contrapuesto al sentido común, al bien común.
Por esta razón, este proyecto está paralizado. Por este motivo, el interior neuquino, los neuquinos que habitan la capital y los argentinos que viven en cualquier parte y que tienen automotores que funcionan con este combustible económico y limpio hoy se ven limitados en sus viajes hacia el interior provincial u obligados a ampliar sus gastos.
Por esto, mientras el resto del país genera una revolución en el uso de combustibles, utilizando en gran parte el fluido que surge de los yacimientos neuquinos, aquí nos podemos mover con gas solamente hasta 200 kilómetros desde la capital provincial.
Por argumentos como éste, los parlamentos tienen la calificación que tienen en el concepto popular.  
     
     
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