Martes 4 de marzo de 2003
 

Los cafés y la movida cultural

 

Por Mabel Bellucci

  Comienzos de siglo, la bohemia intelectual descubrió en los cafés un lugar de refugio para sus ensoñaciones, sus debates y, en muchas ocasiones, para su producción concreta. Así, las corrientes vanguardistas encontraron en la "peña" formal o informal del café el autorreconocimiento interpar que esa sociedad cosmopolita, próspera y en buena medida frívola todavía les negaba.
Los jóvenes escritores, músicos y, crecientemente, artistas plásticos, de diversas procedencias políticas pugnaban por ingresar al incipiente mercado profesional de la cultura; muchos, ante el fracaso, optaron por una suerte de autoimpuesta marginación que transformaron -haciendo de necesidad virtud- en un estilo de vida reivindicado contra la industria cultural hegemónica. Atrás había quedado aquella ilustre "generación del 80" que combinaba la escritura ficcional o ensayística con el ejercicio del poder público; asumiéndolo a éste último casi como una extensión natural de su práctica intelectual.
Nuevas tendencias estéticas, nuevas formas de pensar la cultura a partir de la política ( o viceversa) produjeron -como venía ocurriendo en la siempre añorada Europa- el concepto de vanguardia, con su espíritu contestatario y díscolo cuestionaba todos los órdenes establecidos en materia estética, cultural y también en las costumbres.
Innumerables cafés de Buenos Aires, Rosario, La Plata y de otros centros urbanos del país sirvieron de fortaleza y caldo de cultivo para la producción de estos jóvenes rebeldes, abrigando sus utopías y revoluciones de los lenguajes artísticos. Sus parroquianos estaban vinculados con las artes plásticas, las letras, el periodismo, la música y el teatro. Hablamos entonces de Florencio Sánchez, Roberto J. Payró, Evaristo Carriego, Alfredo Palacios, Horacio Quiroga, Gregorio de Laferrére, Enrique García Velloso, Javier de Viana, Domingo Robatto, Manuel Gálvez, sin olvidar a los anónimos sin carrera descollante, periféricos nocturnos que se colaban en las acaloradas y polémicas tertulias.
José Saldías, en una poética semblanza en "La inolvidable bohemia porteña", recuerda a los soñadores libertarios que solían reunirse guiados por la figura romántica de Alberto Ghiraldo. Se trataba de una variada gama de enamorados de la estética y cultores de la ética social: Francisco Defilippis Novoa, Rubén Darío, Samuel Eichelbaum, José Ingenieros, González Pacheco, José Maturana, Edmundo Montagne. No faltaban en este friso heterogéneo los debates sobre grandes cuestiones religiosas superpuestas o extrañamente combinadas con la necesidad del cambio social.
Relata Manuel Gálvez: "Se reunían todas las noches colegas de literatura y de ilusiones y con el penoso gasto de un café inspirador, pasaban largas horas definiendo la vida, componiendo la sociedad, maldiciendo el odio filisteo que los ignoraba y engañando a la pobreza y a la sed de gloria con ensueños vagos".
Debemos darles entrada a dos inefables cafés porteños: uno existente El Tortoni y el otro lamentablemente derruido, Los Angelitos -irónico nombre que le puso algún comisario de Balvanera haciendo alusión a los personajes de dudosa catadura que solían frecuentarlo-. Por el primero -cuyo sótano fue una célebre peña y cenáculo literario- pasó gente de todas las categorías que registraron en su propia obra al famoso local. Baldomero Fernández Moreno le dedicó un poema y el gran dramaturgo Luigi Pirandello dictó famosas conferencias, acompañado nada menos que por la voz de Carlos Gardel. Allí cantó y bailó también Josephine Baker y en sus mesas podían verse a diario a miembros de la más heteróclita confradía de intelectuales como Alberto Mosquera Montaña, Roberto Tálice, Ricardo M. Llantes, Carlos Mastronardi, César Tiempo, Julián Centeya, Alfonsina Storni, Carlos de la Púa, Benito Quinquela Martín, Carlos Cañas, Ana María Moncalvo, Julio De Caro, Juan de Dios Filiberto y un largo etcétera.
En tanto que Los Angelitos fue sede de la bohemia tanguera. Pero también representó un asentamiento favorito de escritores y dramaturgos: Carlos de la Púa, Armando y Enrique Santos Discépolo, Juan B. Justo, Américo Ghioldi, Nicolás Repetto, Alfredo Palacios, Florencio Parravicini, entre otros.
A veces a las noches se reunía la peña de la revista de "Caras y Caretas", dirigida por Luis Pardo, a la que coreaban periodistas y escritores de teatro como Julio Castellanos, Juan José de Soiza Relly, Otto Miguel Cione, Arturo Jiménez Pastor, luego se agregaron al grupo Horacio Quiroga, Federico Mertens, González Pacheco y Enrique Osés, sin omitir el paso del gran arqueólogo y americanista Juan B. Ambrosetti.
En suma: los cafés no sólo han sido la cuna del tango y la bohemia, sino también de la novela, la poesía, el ensayo, las revistas culturales, la pintura y la plástica.
     
     
Tapa || Economía | Políticas | Regionales | Sociedad | Deportes | Cultura || Todos los títulos | Breves ||
Ediciones anteriores | Editorial | Artículos | Cartas de lectores || El tiempo | Clasificados | Turismo | Mapa del sitio
Escríbanos || Patagonia Jurásica | Cocina | Guía del ocio | Informática | El Económico | Educación