Lunes 3 de marzo de 2003
 

Antenas para el peligro

 

Por Héctor Ciapuscio

  En su autobiografía ("Errata. El examen de una vida"), el gran humanista George Steiner cuenta con admiración cómo su padre, un banquero vienés dotado de voluntad e intelecto formidables, orientó y condujo paso a paso, día a día, la enciclopédica formación cultural del hijo, la suya, en varios idiomas modernos, además de los clásicos. Relata asimismo -y eso es nuestro tema aquí- que ese padre ejemplar tuvo también el raro talento de prever a tiempo lo que sobrevendría con el avance del nacionalsocialismo Ya antes de 1933, cuando percibió el peligro que planeaba sobre los judíos europeos, comenzó una tarea de alerta para los amigos de allí, los de Viena y los de Praga. Pero sus pronósticos alarmistas no suscitaban más que escepticismo o repulsa. Todos se negaban a abandonar sus cosas pensando que la era de los progromos había pasado y que iba a ser posible llegar a un acuerdo razonable con Herr Hitler. En los altos círculos financieros, políticos y diplomáticos que frecuentaba se lo veía como un tedioso adivino de calamidades, una Casandra, un típico caso de histeria por temor. La mayoría de los alertados se quedó, pero él pudo salvar a su familia emigrando a tiempo primero a Francia y luego a Estados Unidos, donde restableció posición y fortuna. Los otros fueron en su mayoría víctimas de la limpieza étnica de Goebbels y las SS.
Otro caso de lucidez para advertir a tiempo el peligro para una minoría o grupo y que ha sido difundido como clásico, correspondió al protagonizado por Leo Szilard, el físico que trabajó con Enrico Fermi en el desarrollo de la fisión controlada, fue el más famoso entre los húngaros geniales de la migración a Estados Unidos y redactó aquella carta de Einstein a Roosevelt que está en el origen a la era nuclear. Szilard contó en sus apuntes autobiográficos que llegó mucho antes de toda evidencia a la convicción de que algo iba a andar mal en Alemania donde vivía. Fue en París y en 1930 cuando oyó, con sorpresa, un discurso de Hjalmar Schacht, presidente del German Reichsbank, sobre la imposibilidad de Alemania de pagar la deuda impuesta por los vencedores de la Primera Guerra a no ser que se le restituyeran sus anteriores colonias. Viajó a América y, a su retorno a Berlín en tiempos próximos al ascenso de Hitler al poder en 1933, trabajando en la universidad y viviendo en el club del Kaiser Wilhelm Institute tomó la precaución de tener permanentemente sus dos valijas preparadas a la puerta de su cuarto; cuando las cosas empeoraran no tendría más que ponerles llave y partir.
Del mismo modo que el padre de Steiner se preocupó por alertar a sus amigos científicos del peligro que presentía pero, igual que aquél, con poco éxito. Todos pensaban que los alemanes eran demasiado civilizados para que se llegara a una situación como la que el inquieto Szilard preveía. Pero él adoptó francamente la posición más pesimista en base de razones que nos hablan de su perspicuidad. Lo hizo, nos cuenta, porque observó hechos y cosas que, aparentemente poco importantes, en su opinión contenían el futuro. Había observado que los alemanes adoptan un punto de vista utilitario ante cada situación. Ellos, en la duda, se preguntan: "Bueno, supongamos que yo me opusiese a esto, qué de bueno me resultaría? No haría gran cosa; sólo perder influencia. ¿Para qué oponerme?" Ve usted, relata Szilard, el punto de vista moral estaba completamente ausente o muy débil. Toda consideración era simplemente cuál podía ser para el interés propio la probable consecuencia de actos políticos que afectaban al conjunto. Así llegó a la conclusión de que Hitler tomaría inexorablemente el poder, no tanto a causa de la fuerza de su movimiento cuanto del hecho de que no encontraría resistencia seria en la sociedad.
Con todas sus cosas en orden, Leo Szilard abandonó Alemania poco después del incendio del Reichtag. Cuán rápido evolucionaron las cosas nos lo dice el hecho de que cuando partió, el último día de abril de 1933, el tren Berlín-Viena estaba vacío, pero al día siguiente, abarrotado de viajeros en fuga, fue detenido en la frontera por los nazis. Concluye en sus "Reminiscencias" el científico: "Lo que he contado ha sido para mostrar que si usted quiere tener éxito en este mundo no tiene que ser más inteligente que los otros; usted tiene sólo que moverse un día más temprano que la mayoría. Eso es todo".
     
     
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