Sábado 1 de marzo de 2003
 

Vicarios

 

Por Jorge Gadano

 
Con escaso margen de duda este periodista creyó encontrar, en el diario "Página 12" del 5 de febrero último, los rostros de una pareja de "subversivos" a quienes había dado albergue y refugio en su departamento del barrio de Flores, en la Capital Federal, durante el segundo semestre de 1976. Por ser subversivos fueron secuestrados unos meses después. Ella se llamaba Jose -así, sin acento- y él Lorenzo. Supo ahora, por el aviso del diario, que sus verdaderos nombres eran Stella Maris Gallicchio y Juan Carlos Vicario. Retengan ese apellido, Vicario.
Supo también que desde hace muchos años y sin saberlo los buscaba en esas páginas.
Ella era bajita y él alto, tal cual se los ve en la foto que publicaron familiares, compañeros y amigos al lado de una palabras que dicen "siempre los guardaremos en la memoria". La memoria, en efecto, es una empecinada enemiga del olvido.
Los dueños de casa -quien esto escribe, su esposa de entonces, los dos hijos- dejaron el departamento y se fueron al exilio a fines de diciembre de ese año. La Jose, embarazada, y el Lorenzo, se quedaron. En febrero de 1977 un "grupo de tareas" del Primer Cuerpo de Ejército, entonces bajo el mando de Carlos Suárez Mason, irrumpió en el departamento y se llevó a Lorenzo y a la Jose embarazada. Como para que la tarea diera algún fruto más compensatorio, se llevaron también -robaron, por si no queda claro- todo lo que había en el departamento. Hasta los artefactos del baño, según contó años después la portera del edificio, testigo presencial y mudo del "procedimiento".
La advertencia sobre el apellido viene a cuento para destacar los lazos que crea la casualidad. ¿Son casuales las casualidades?
El cuento es que pocos días después de la publicación del aviso el nuevo "Vicario" General de las Fuerzas Armadas, Antonio Baseotto, fue recibido con las solemnidades del caso por la Corte Suprema de Justicia de la Nación, cuyos ministros escucharon, en sibilinas palabras del uniformado enviado divino, un pedido de que el tribunal revoque fallos de instancias inferiores que declararon inconstitucionales las leyes de Obediencia Debida y Punto Final.
Como la reforma del "94 dejó en pie el equívoco artículo que obliga al estado federal a "sostener" el culto católico apostólico romano, no faltará quien "sostenga" -ya que de sostener estas instituciones en ruinas se trata- que si cualquier jerarca de la organización religiosa aludida pide ser recibido en audiencia especial por la máxima autoridad judicial de la República, el pedido debe ser atendido. Se objetará que no es la máxima autoridad eclesial, sino una especie de -por usar un modismo en boga- "megacapellán". Pero no faltará el fundamentalista criollo que, envuelto en una nube de incienso, diga que Iglesia y Fuerzas Armadas son fundadoras de la Nación, de modo que si hay un ser humano que, por la dignidad de su cargo, sintetiza a las dos y pide algo, es como si la Nación, alzándose por encima de sus cenizas, lo pidiera. Así que hay que dárselo.
Con cierto resto de pudor en su alma cristiana, Baseotto se cuidó de mostrar en la nota los propósitos reales de su visita. Tras presentarse con su "más alta y distinguida consideración" expuso, sin la menor consideración a la ortografía, su "intensión" de transmitir a los ministros "el pensamiento de la Santa Sede sobre la situación nacional".
Como el lenguaje de los dignatarios es, las más de las veces, encubridor, no puede sorprender que lo haya sido el del clérigo. Sorprende, en cambio, que él se considere el portador de la sabiduría papal, cuando en el país existe un embajador del Vaticano y un organismo episcopal que representan a la Iglesia Católica argentina ante los tres poderes del Estado.
En la Argentina, como en otros países, la Iglesia Católica cuida a los pobres y reclama a los poderes públicos que los atienda. Y se permite, además, cobijar en su seno a obispos como Angelelli, De Nevares, Hesayne, siempre del lado de los perseguidos. Pero cuando se trata del castrense se acaba el pluralismo y brota la evidencia de que el pecado, por peor que sea, queda sepultado por la necesidad de cuidar a los guardianes del orden establecido. Antecesores de Baseotto en la vicaría fueron Antonio Caggiano, Adolfo Servando Tortolo, José Miguel Medina, todos ellos resueltos defensores de la cruz y la espada, del bien contra el mal.
El vicario castrense, que es miembro pleno del cuerpo que reúne a todos los obispos, sabe que su oficio consiste en convertir el pecado en virtud. Quien era el segundo de la vicaría en diciembre de 1975, apenas tres meses antes del golpe de Estado dijo que las Fuerzas Armadas en el poder se purificarían por la sangre. La sangre de Lorenzo y la Jose.
     
     
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