Jueves 20 de marzo de 2003
 

"Me dijo que lo mataron a piedrazos y patadas"

 

Los comentarios de Angélica Quintana a sus allegados, más los testigos directos y las pruebas recolectadas en la investigación, cerraron el cerco alrededor de la joven y dos menores. La mujer fue condenada a prisión perpetua, mientras que los dos muchachos recibirán su pena al cumplir la mayoría de edad. La víctima fue asesinada a golpes, por unos pocos pesos.

 
Los huesos de José Gualterio Muñoz González fueron encontrados cerca del camino a la planta Oldelval de J.J. Gómez.
ROCA (AR).- Angélica Beatriz Quintana, una joven de 25 años y madre de cinco hijos, fue condenada a prisión perpetua por uno de los crímenes más salvajes de los ocurridos en la zona en los últimos tiempos.
Los integrantes de la Cámara Primera del Crimen, la hallaron responsable del asesinato de José Gualterio Muñoz González, quien estuvo desaparecido durante un mes y medio, y cuyos restos óseos se encontraron a la vera de un camino vecinal cercano a J.J. Gómez.
Junto con la joven, que ejercía la prostitución en la ruta 22, fueron condenados su pareja y otro joven -ambos menores de edad al momento de cometer el hecho-, quienes seguirán detenidos en la alcaidía de Roca y cuando cumplan la mayoría de edad se les impondrá la pena.
La víctima era un trabajador rural que había trabado una relación con Quintana.
Para el esclarecimiento del caso, fue fundamental el aporte de testigos directos de la brutal agresión, y del trabajo de policías de distintas unidades, quienes sin medios para emprender los rastrillajes, lograron determinar la identidad de los huesos hallados, y posteriormente efectuaron las detenciones.
Los testigos son menores de edad, por lo que se los identificará sólo con sus iniciales.
Uno de ellos relató de manera ordenada y firme tanto en la instrucción como en el debate, lo que vio y lo que le contó Quintana.
La víctima había concurrido a la casa de Quintana el 31 de enero de 2002 a la tarde. Ese fue el último día que se lo vio con vida, y tras la denuncia de su mujer, se inició una búsqueda sin éxito hasta en Chile, donde la víctima tendría familiares.
Sin embargo, con las detenciones se conocieron los escalofriantes detalles de lo ocurrido.
La testigo V. vivía en la misma casa que Quintana. Aseguró que el 31 de enero de 2002 llegó Muñoz González y que compraron varias botellas de cervezas. Mientras las consumían, se planeó quedarse con las pertenencias de la víctima -unos pocos pesos, un reloj, las zapatillas, y un viejo Fiat 128-.
Le testigo relató que Quintana puso unas pastillas en la cerveza de la víctima que le empezaron a hacer efecto, dejándolo con pocos reflejos. Cuando Muñoz González intentó irse de la vivienda ubicada en el barrio 17 de Octubre alrededor de las 3 de la madrugada del 1 de febrero, fue reducido por Quintana y los dos menores imputados.
Según la testigo, a la víctima le ataron las manos con un cinto y la metieron en el baúl de su propio auto. Logró salir de allí -la cerradura estaba rota-, pero no pudo correr demasiado. La jovencita aseguró que Muñoz González clamaba que no lo maten, que tenía dos hijas, que les daba todo. Sin embargo -siempre según sus dichos- lo tomaron de los pelos y lo golpearon con una piedra en la cabeza.
Del lugar se fueron en el Fiat 128 con la víctima en el baúl. Sobre el amanecer, regresaron Quintana y los dos menores con sus ropas ensangrentadas.
La testigo aseguró que Quintana contaba cómo lo habían matado a golpes con piedras en la cabeza, y a patadas en distintas partes del cuerpo, mientras los dos menores se reían.
Cuando se produjeron las detenciones, aseguró que Angélica Quintana le dijo "más vale que no digas nada porque te voy a matar como al "finado"".
También declaró otra menor -que se identificará como G-, quien dio precisiones sobre cómo cortaron el Fiat 128 en un zanjón de la zona de bardas, donde posteriormente fue hallado por un hornero.
G. dijo que del desguace participaron Quintana y los dos menores acusados, asegurando que no "cortaban" las partes, sino que las "trozaban".
También se refirió a los dichos de Quintana, coincidentes con lo de la testigo anterior.

A pesar de la falta de medios

ROCA (AR).- El esclarecimiento del crimen del peón rural de J.J. Gómez, comenzó a tomar impulso cuando a casi dos meses de su desaparición. Un trabajador de un horno de ladrillos, buscaba tierra cuando encontró los restos de un FIAT 128 que había sido quemado.
A partir de ese momento se inició un rastrillaje por la gran cantidad de picadas que hay en la zona norte de bardas. Y ante la falta de elementos, esta vez quedó de manifiesto la voluntad del personal policial de la subcomisaría de J.J. Gómez, quienes pidieron caballos prestados para recorrer la zona.
Fue así que a pocos metros del camino que une J.J. Gómez y la planta de Oldelval, se encontraron restos humanos.
Después fue el turno del personal de la Brigada de Homicidios y de los forenses, quienes determinaron que los restos pertenecían al trabajador rural que se buscaba.
Si bien faltaban huesos, el hallazgo de piezas dentarias terminó por confirmar la identidad, mientras que un fuerte golpe en el cráneo, confirmó la causa de la muerte.
La actuación de los uniformados en la investigación, fue resaltada por los jueces Flora Susana Díaz, Mario Bufi y Carlos Gauna Kroeger, quienes solicitaron que el reconocimiento figure en el legajo de cada uno de los policías.

   
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