Lunes 10 de marzo de 2003

 

Testimonios comprometen al magnate venezolano

 

Hay coincidencias en los relatos de las menores presuntamente abusadas.

 
El venezolano Eduardo Pius Schlageter Boulton aparece seriamente comprometido, según el procesamiento ordenado por el juez Joos.
SAN CARLOS DE BARILO-CHE (AB)- El juez Gregor Joos reunió abundantes pruebas en contra del venezolano Eduardo Pius Schlageter Boulton para dictarle el procesamiento y anticipa la posibilidad de una severa condena, si las presuntas víctimas mantienen sus testimonios.
Los dichos de las niñas presuntamente abusadas, además de ser contestes entre sí, fueron espontáneas y contienen detalles que, a juicio del magistrado, no pudieron ser inventados, ni for-mar parte de una conspiración o confabulación. Las declaracio-nes de las menores, coincidentes en la descripción de los hechos y en el relato de los detalles, fueron suficientes para que el juez obtuviera el grado de certeza necesario para procesar a Schlageter, a Bernardo Eppstein y a Patricia Uribe, aunque también hicieron su aporte los dos primeros, debido a sus contradicciones.
La causa se puso en marcha el 1 de febrero, cuando una niña de 7 años regresó a su humilde vivienda con ropas nuevas, que encendieron las sospechas de sus padres. La menor no tardó en confesar cómo había accedido a ese calzado, y después que un médico certificara las lesiones vaginales que había sufrido declaró ante el juez Gregor Joos.
La niña relató que su prima de 14 años y Patricia Uribe la habían llevado en taxi a una casa, que le sacaron la ropa por la fuer-za y la subieron a una cama gran-de, donde un señor "viejito y con anteojos" comenzó a manosear sus partes íntimas. Agregó que su prima y Uribe le habían pues-to "un aceite en la cola para que no le duela", y describió el interior de la casa y sus muebles. De sus dichos el juez interpretó que Schlageter le había dado 100 pesos, 300 a Uribe y 100 dólares a su prima, y está secuestrado el video de la casa de cambios, que muestra a las tres convirtiendo los dólares en pesos. Después, la prima de la víctima dijo que Uribe le tapaba la boca con un pañuelo para que no llorara y gritara, mientras Schlageter le reclamaba "un poquitico más, un poquitico más", con inconfundible acento caribeño.
Otra niña de 5 años, que describió las flores de Eppstein, relató que su hermana y "la Pato" la habían llevado "arrastrando a la casa de un señor viejo, que le tocó la cola". Agregó que el hombre le había dado plata a "la Pato", y con ella le compraron "zapatillas de luces y pantalón y remera de Bandana".
Una nena de 12 años mencionó a Eppstein y a Schlageter, pero a éste lo llamó "señor Green", y describió con lujo de detalles los objetos y muebles que había en la habitación. Relató que, "Green" la había hecho desnudar y acostar, para luego efectuarle tocamientos en sus partes íntimas, en presencia de Uribe, quien recibió 100 pesos del abusador.
La niña fue la encargada de llevar a una amiga de 11 años a la casa de Eppstein, en colaboración con la Uribe. Esta, recordó que las dos se habían desvestido y se acostaron juntas para ser tocadas por "un señor que se hamacaba en una silla", y que la Uribe le había puesto papel higiénico en la boca para que no se escuchara su llanto cuando el hombre la manoseaba. Mencionó que había sido untada con aceite y que había recibido del abusador 100 pesos, 150 la amiga, y "un coso así de plata" Patricia Uribe. Describió la habitación, y al sospechoso como "reviejito, con las manos caídas y respirando profundamente".
La última víctima es una niña de 10 años que también efectuó una descripción de los hechos y detalles coincidente con el resto. Mencionó el aceite y cómo el abusador la había tocado en todo el cuerpo, y que antes de irse le había dado dinero, con el que se compró varias cosas.
La naturaleza de los tocamientos, la aplicación de un aceite para niños que luego fue secuestrado en el allanamiento a la casa de Eppstein, y la descripción del inmueble y los muebles y arreglos de esa vivienda fueron coincidentes en los relatos, al igual que las características físicas de los sospechosos. A Eppstein lo sindican como quien las recibía, y a Schlageter lo recuerdan con su respiración profunda, caminando "redespacito" y utilizando un "perfume para el asma", que no ha de ser otra cosa que el remedio en aerosol que ayuda a las personas con insuficiencia respiratoria.

El "señor Green"

Cuando el empresario Eduardo Schlageter se prestó a la indagatoria, con la condición de que fuera el juez quien le efectuara las preguntas, aseguró que las acusaciones en su contra eran "una infamia". Negó que a Bernardo Eppstein le hubiera alquilado una habitación, y que pagara por ella, aunque reconoció que visitaba la casa de la calle Anasagasti "una o dos veces por semana, en razón de una antigua amistad. Expuso que concurría para tomar café y conversar sobre temas cotidianos y los problemas de salud que aquejaban a ambos, y que allí había conocido a la imputada Patricia "Pato" Uribe, y que charlaba "estupideces", con ella y con las niñitas que la acompañaban, aclarando que jamás les había puesto "una mano encima", y que no le había dado dinero a "Pato", ni a las niñitas. "Soy viejo pero no estúpido, y conozco lo que eso acarrea", argumentó Schlageter.
Antes de que el 3 de febrero Bernardo Eppstein confesara dónde vivía Schlageter, la policía buscaba a un norteamericano, a quien los involucrados conocían como el "señor Green", lo que dificultaba la investigación y la posibilidad de ubicarlo. El empresario dijo que ese apodo se lo había puesto Eppstein, supuestamente porque tenía muchos dólares, pero el juez entendió que el sobrenombre era incriminante, y que parecía mas relacionado con las inclinaciones sexuales del imputado que con su dinero.
Eppstein contradijo a Schlageter, al afirmar que le pagaba 250 pesos mensuales por la habitación, y se escudó en el derecho de su inquilino para asegurar que nunca había visto ni escuchado nada relacionado con los hechos investigados. (AB)

La marca de la corrupción

El juez Joos calificó de "compleja sino imposible" la tarea de recibir los testimonios no jurados de las niñas "agobiadas por el dolor, la vergüenza y el temor", que reflejaban "por su angustia y espontaneidad, absoluta sinceridad". Consideró que las declaraciones contenían datos "muy precisos, al tiempo que reflejan la particularidad y la vivencia propia de cada menor". También destacó algunas diferencias, para sostener que las declaraciones no pudieron haber sido "pergeñadas o armadas". En la inspección ocular que realizó, Joos constató las referencias de las niñas a la distribución de la casa, a los muebles, jardín, flores y césped, y también le otorgó relevancia a la colocación de aceite en el cuerpo luego de cometidos los tocamientos. "Se trata de una referencia especial y muy concreta, y resulta difícil suponer que hayan coincidido por casualidad o por acuerdo previo", interpretó.
Joos encontró acreditado el delito de corrupción en una de las víctimas. Se trata de la niña de 12 años que luego de ser abusada se convirtió en sujeto activo del delito, al llevar a su amiguita de 11 años al encuentro con el abusador, y protagonizar un hecho objetivamente corrupto, porque las dos fueron manoseadas al mismo tiempo, en la misma cama, en presencia de Patricia Uribe. La niña llevó a otra amiga a un encuentro fallido, y ello, para el juez, "demuestra claramente cómo melló en la psiquis de la menor lo vivido. Cómo el dinero pudo corromper su infancia. Cómo influyó ese primer hecho en su conducta posterior".
   
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