Sábado 29 de marzo de 2003
 

Cambio de clima

 
  Según parece, el indio Anoop Singh, el director del Departamento del Hemisferio Occidental del FMI, se siente relativamente optimista en cuanto a la evolución futura de nuestra crisis económica a pesar de que el gobierno transitorio encabezado por Eduardo Duhalde, lejos de emprender las reformas estructurales necesarias, haya debido sus presuntos logros a nada más que su voluntad de dejar que su sucesor se encargue de los muchos problemas pendientes. Con todo, si bien a Singh le faltan motivos concretos para suponer que la Argentina está en vías de salir del atolladero, existen otros que acaso sean subjetivos pero que en el fondo son mucho más importantes. Es que desde el colapso de fines del 2001 mucho ha cambiado en el país. Aunque la campaña electoral ha producido una cantidad de propuestas demagógicas, ni siquiera los candidatos mismos se han preocupado por brindar la impresión de tomarlas demasiado en serio. Asimismo, la escasa voluntad de los candidatos de participar en debates parece deberse menos al temor a verse humillados que a la conciencia de que las diferencias entre los planteos no son tan grandes como les gustaría hacer creer. Por razones comprensibles, son reacios a dar a entender que sus puntos de vista se han modificado, pero no obstante sus esfuerzos por negarlo, casi todos parecen haberse convertido en centristas moderados.
En los meses que siguieron al "default" y a la devaluación asimétrica abundaban las propuestas extremas. Mientras que algunos se afirmaban en favor de un "modelo" radicalmente distinto de todos los existentes, otros, sobre todo en el exterior, querían tratar al país como si fuera una empresa en bancarrota entregando el manejo de la economía a una especie de junta internacional. Por su parte, el ex presidente Carlos Menem abogaba por la dolarización inmediata y sus adversarios declaraban la guerra a la banca, cuando no a las finanzas. Sin embargo, bien que mal, después del desmantelamiento caótico del esquema que había dominado los años noventa no hubo intentos de concretar transformaciones drásticas. Aunque Duhalde insiste en que el país ya disfruta de un "modelo" nuevo, el sistema imperante apenas se ha modificado. Si bien el país se ha depauperado, la flotación sucia que ha reemplazado la convertibilidad no constituye un "modelo" diferente, sino una variante aún más "liberal" del capitalismo que algunos habían soñado con eliminar.
Si algo ha cambiado durante la gestión de Duhalde, esto ha sido la actitud mayoritaria frente a las perspectivas del país. Las fantasías en torno de "modelos" totalmente distintos que antes parecían dominar el pensamiento de políticos, intelectuales y clérigos se han apagado, dando lugar a la conciencia de que la Argentina seguiría siendo un país capitalista y que por lo tanto le convendría respetar las reglas propias del género. Puede que la sobriedad así supuesta no sea muy emocionante, pero es claramente mejor que el irrealismo generalizado que durante años hizo virtualmente imposible cualquier debate genuino acerca de las alternativas disponibles y que, en última instancia, sólo benefició a los comprometidos con el corporatismo clientelista tradicional.
Una manifestación concreta del cambio de clima que se ha producido ha consistido en el aumento notable del valor del peso o, si se prefiere, la caída del dólar. Si bien han incidido las vicisitudes económicas diarias locales e internacionales en la cotización de nuestra moneda, el factor fundamental ha consistido en la recuperación lenta de la confianza en la sensatez de los encargados de manejar la economía. Aunque nadie tiene la menor idea de quién sucederá a Duhalde, los más dan por descontado que la política económica continuará caracterizándose por la cautela y por la austeridad tanto del Banco Central como de los ocupantes del Ministerio de Economía. Después de todo, el país ya ha probado suerte con la irresponsabilidad delirante con resultados que fueron tan negativos que la clase política en su conjunto parece haber aprendido lo bastante de la experiencia como para entender que en adelante le convendría prestar más atención a la realidad que a las abstracciones de origen ideológico o religioso que tanto han figurado en su discurso desde mediados de la larguísima gestión menemista.
     
     
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