Miércoles 26 de marzo de 2003
 

El aislamiento estadounidense

 
  Es un tanto excesivo hablar del "aislamiento" de un país tan grande como Estados Unidos, el que, al fin y al cabo, sigue contando con el apoyo no sólo de Gran Bretaña y Australia sino también de los gobiernos -pero no de los pueblos- de España, Italia, el Japón y muchas otras naciones. Con todo, no cabe duda de que se ha ahondado la brecha que se da entre la superpotencia y buena parte del resto del planeta. Puede que una vez terminada la guerra en Irak, las viejas alianzas se recompongan y que Estados Unidos adopte una postura menos arrogante, pero aun así tendrían que transcurrir muchos años antes de que sea posible hablar del "Occidente" como si fuera un bloque más o menos unido. También es factible que las posiciones contrapuestas se endurezcan y que la hostilidad provocada por el enfrentamiento de los países anglohablantes por un lado con Francia, Alemania y Rusia por el otro persista, envenenando las relaciones internacionales durante generaciones. Después de todo, el que distintos países hayan compartido los mismos valores fundamentales nunca fue óbice para que se convirtieran en enemigos mortales. Aunque es inconcebible que las tensiones entre Estados Unidos y una parte importante de Europa desemboquen en una guerra convencional, la rivalidad entre las dos mitades del Occidente podría tener muchas consecuencias negativas al estimular más conflictos comerciales, los que serían librados con medidas proteccionistas que con toda seguridad perjudicarían a los países pobres, entre ellos la Argentina.
Para muchos, el problema más urgente que enfrenta la "comunidad internacional" hoy en día consiste en encontrar la forma de impedir que Estados Unidos aproveche su supremacía para erigirse en un "imperio" hegemónico que haga cuanto se le ocurra en todas las regiones del planeta. Por cierto, es ésta la visión dominante en París, Berlín y Moscú, de ahí la oposición intransigente a la invasión anglonorteamericana a Irak. Sin embargo, solucionar los problemas ocasionados por el predominio estadounidense actual no será nada fácil, por depender éste en última instancia no tanto del poderío destructivo de los ejércitos estadounidenses, cuanto del dinamismo económico y científico, además de la influencia cultural, del país más rico de todos. Mientras que los europeos ya poseen los recursos humanos y materiales necesarios para dotarse de fuerzas militares comparables con las norteamericanas, por ahora parecen incapaces de emularlos en el terreno económico y científico. Tal vez pudieran lograrlo si reformaran sus estructuras para que se asemejaran más a las existentes en América del Norte pero, claro está, lo último que quieren hacer es "norteamericanizarse". En efecto, desde hace muchos años, en Francia la mejor manera de frustrar una iniciativa propuesta por los preocupados por las perspectivas económicas ha consistido en tildarla de "neoliberal", o sea, de ser a su juicio demasiado estadounidense.
Así las cosas, la marejada de antinorteamericanismo que ha estado inundando Europa -y América latina- podría resultar contraproducente, al servir para que Estados Unidos se alejara todavía más de sus competidores transatlánticos. De intensificarse los prejuicios de los contrarios al "estilo de vida norteamericano", a los gobiernos de países como Francia y Alemania, y en el futuro de España e Italia, les será aún más difícil de lo que ya es llevar a cabo las reformas precisas para que sus respectivos países puedan hacer frente al desafío colosal que les ha planteado el vigor de la economía estadounidense que, a pesar de estar pasando por un momento poco feliz, sigue creciendo a un ritmo que es llamativamente superior al alcanzado por Alemania y Francia. Asimismo, no existen motivos para suponer que los científicos y técnicos europeos puedan impedir que se amplíe cada vez más la brecha que los separa de Estados Unidos, país pluralista que, para colmo, está más que dispuesto a abrirles las puertas a los investigadores más talentosos del mundo. Mientras tanto, los esfuerzos de Alemania por atraer a expertos en informática hindúes han fracasado de modo contundente: por motivos "culturales", los más prefieren ir a trabajar ya en Gran Bretaña, ya en Estados Unidos, donde han conformado una comunidad sumamente exitosa.
     
     
Tapa || Economía | Políticas | Regionales | Sociedad | Deportes | Cultura || Todos los títulos | Breves ||
Ediciones anteriores | Editorial | Artículos | Cartas de lectores || El tiempo | Clasificados | Turismo | Mapa del sitio
Escríbanos || Patagonia Jurásica | Cocina | Guía del ocio | Informática | El Económico | Educación