Domingo 2 de marzo de 2003
 

Progresistas liberales

 
  De no haber sido por el "carisma" personal de Elisa Carrió, el ARI no existiría, razón por la cual es lógico que la decisión de invitar al conservador mendocino Gustavo Gutiérrez a ser su compañero de fórmula en la carrera presidencial no motivara demasiadas protestas entre los seguidores progresistas de la chaqueña. En cambio, diversos dirigentes del Partido Demócrata de Mendoza -de Gutiérrez- sí han manifestado su desaprobación, por formar parte del Movimiento Federal Recrear que respalda a otro ex radical, Ricardo López Murphy. Así las cosas, es natural que muchos estén preguntándose si ha sido cuestión de un alarde de oportunismo por parte de Carrió y Gutiérrez o si, por el contrario, de una confirmación de que en el fondo las diferencias auténticas entre los "progresistas" y "liberales" más lúcidos son menores de lo que muchos partidarios de ambas corrientes quisieran creer. Puesto que en los países democráticos más desarrollados es normal que personas que aquí serían calificadas de "progresistas" y "liberales" convivan en un solo partido sin que a nadie se le ocurra acusarlos de oportunismo o traición, sería difícil negar que no obstante las apariencias se trata de una combinación natural, lo cual, huelga decirlo, plantea la pregunta: ¿por qué no pudieron sumar fuerzas los dos ex radicales más respetados, Carrió y López Murphy?
Según este último, será porque sus proyectos son muy distintos por haberse comprometido el ARI con el estatismo y Recrear Argentina con el capitalismo moderno. Sin embargo, puesto que Carrió y sus acompañantes saben muy bien que sería un error craso reincidir en el burdo estatismo de otros tiempos mientras que López Murphy está en favor de reformas destinadas a hacer más eficiente, y por lo tanto más fuerte, el Estado nacional, las discrepancias no son tan profundas como algunos darían a entender. Además, si los integrantes de las dos agrupaciones se pusieran a discutir en serio exactamente lo que tienen en mente, podrían descubrir que el presunto abismo que los separa es en verdad bastante estrecho. En cuanto a los prejuicios un tanto atávicos de la chaqueña contra las finanzas, sus manifestaciones reiteradas en favor del "capitalismo moderno" o "sano" sugieren que estaría dispuesta a reconocer que sin un sector financiero rentable y flexible el país tendría que conformarse con una economía absurdamente primitiva.
En otras partes del mundo, la izquierda inteligente ha llegado a la conclusión de que, a la luz del fracaso espectacular del comunismo y la falta de competitividad de muchos "modelos" socialdemócratas, le convendría limitarse a manejar el Estado con eficiencia para que frene los excesos del mercado libre sin por eso asfixiarlo. Mientras tanto, la derecha liberal inteligente es perfectamente consciente de que la convivencia civilizada presupone servicios sociales adecuados y que por ser fundamental la educación el Estado tiene que asegurar que todos, no sólo algunos, tengan la posibilidad de cultivar al máximo sus talentos particulares. Aunque siempre habrá diferencias de énfasis, con los progresistas subrayando la importancia de la igualdad y de la solidaridad y los liberales haciendo hincapié en el dinamismo y la productividad del conjunto, sus visiones respectivas distan de ser incompatibles. Por el contrario, todos los países avanzados del planeta son a un tiempo más "progresistas" que la Argentina y más "liberales".
Por tales motivos, la decisión de Carrió de elegir a un liberal como compañero de fórmula puede considerarse una señal alentadora de que por fin las dos corrientes modernizadoras emblemáticas están confluyendo, fenómeno que, de desembocar en una alianza permanente, debería preocupar a los habituados al populismo corporativo y clientelista que a través de los años se ha visto beneficiado por la voluntad tanto de izquierdistas moderados como de liberales de colaborar con la línea radical o peronista que a su juicio les es más afín, de ahí la presencia de los primeros en las filas de Raúl Alfonsín o Eduardo Duhalde y de éstos en el entorno de Carlos Menem. De más está decir que los únicos que supieron aprovechar tales aportes fueron los consustanciados con el modelo corporativo tradicional que nunca ha sido progresista ni liberal.
     
     
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