Miércoles 19 de marzo de 2003 | ||
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Cuadros con colores tangueros en el Tortoni |
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Jorge Tapia expondrá en abril en la
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CIPOLLETTI (AC).- El cuadro es una postal de la canción ciudadana, a todo color. Arriba, el rostro sonriente de Carlos Gardel, ese que cada día canta mejor. Más abajo, el sombrero tipo "funyi", el "lengue (la chalina de los guapos), un bandoneón espectacular con sus pliegues estirados, dos copas de champaña, de un hombre y una mujer, con la confirmación de la presencia femenina en una rosa y en un pucho apagado en un cenicero, manchado de rouge, rojo pasión. Esta es una de las tantas excelentes obras de Jorge Tapia, pintor porteño radicado hace ya mucho en Cipolletti, quien a los 80 años sigue produciendo como el que más y que luego de fascinar a estadounidenses y latinos en Miami obtuvo uno de sus máximos logros: exponer, por especial invitación, en los altos del mítico y legendario Café Tortoni de Buenos Aires, donde tiene su sede la Academia Nacional del Tango que preside Horacio Ferrer. Tapia está embalando ya la serie de cuadros que presentará a consideración de la gente en la Academia desde el 5 de abril próximo y hasta el 5 de mayo. Antes, abrió las puertas de su estudio a "Río Negro". Se trata de una sala en la que habitualmente muestra sus creaciones y a la que muchos acuden para aprender y deleitarse, en un sitio paradigmático: frente a la Plazoleta del Tango. Son 20 las obras que expondrá en los altos del Tortoni. En una está Aníbal "Pichuco" Troilo, en primer plano, enorme como fue su talento con el bandoneón. En otras, Piazzolla, un bailongo de los de antes, Horacio Salgán a puro piano, Osvaldo Pugliese, el Riachuelo con fondo de dos por cuatro, y varias más, todas representando inconfundibles aspectos tangueros, con rostros de "históricos" tan perfectos que parecen fotografías. Cuando volvió de Miami, el año pasado -allí, por un cuadro que refleja la calle Florida logró una expansión impensada- por casualidad Tapia conoció al escultor Leo Vinci. "Quedó impresionado con mis trabajos y en su condición de director de Artes Visuales de la Academia Nacional del Tango me invitó a inaugurar un nuevo salón de exposiciones de esa prestigiosa institución que preside Horacio Ferrer", contó. "Y acepté. Sólo tenía 10 cuadros y se requerían 20. En tres meses los completé y ya estoy listo para ese desafío", sostuvo. "Uno de los períodos más asombrosos de mi vida es el que se conoce como el de la tercera edad. Yo creo estar comenzando la cuarta porque a los 80 pirulos me enfrento, gratamente por cierto, con una sucesión vertiginosa de episodios que colman mi vida de proyectos. Como se da cuenta, no consigo llegar a la vejez, lo cual no me molesta demasiado", comenta, con la picardía y agilidad mental de un pibe de 20 años. Para Tapia la pintura, a la que muchas veces tomó como un pasatiempo, "se ha convertido en el leiv motiv de mi existencia y me ha proyectado como artista plástico a horizontes totalmente impredecibles, e imprevistos". En los tiempos últimos "estuve en el lugar indicado y en el momento indicado", repite hasta el cansancio, haciendo alusión a cómo se gestó su periplo por Miami y, ahora, su presentación, nada más ni nada menos, que en la Academia Nacional del Tango, justo sobre el Tortoni, ese pedazo de historia tanguera por donde pasaron reyes y reinas, gobernantes, artistas y los más grandes y consagrados cantantes y músicos del país y del extranjero. Allí Tapia se codeará, entre otros, con este filósofo de la cotidianeidad popular como es Alejandro Dolina, quien subirá desde su refugio del Tortoni donde todas las noches dialoga con su público hasta la Academia para imaginar una prosa inspirándose en los temas de un porteño acipoleñado que aguarda la cita con entusiasmo. |
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