Martes 18 de marzo de 2003

 

Cartas de un amor atormentado

 

La relación que unió a Zelda con Scott Fitzgerald ha sido cuestionada por los componentes autodestructivos que le asignaron, pero sus cartas demuestran un amor único.

 
Scott Fitzgerald dio todo por amor a Zelda.
Buenos Aires.- Toda una vida. Tanto como eso duró el amor que se profesaron Zelda y Scott Fitzgerald, aunque ninguno tuvo una existencia longeva: ella murió con 48 años en un incendio en la clínica en la que estaba internada debido a la esquizofrenia que sufría y él tenía 44 años cuando un infarto acabó sus días.
La pareja vivió la juventud en el esplendor del éxito y la belleza. Fueron admirados y envidiados como personas y como artistas, pero el alcohol y la enfermedad los alejaron de la felicidad, aunque no acabaron con los sentimientos que los unían.
Para poner las cosas en su lugar, nada más aconsejable que las propias voces de la pareja, algo que se consigue en "Querido Scott, querida Zelda" (Lumen), un volumen que recoge cartas conocidas y otras que ven la luz por primera vez. Nada mejor que sus propias palabras para comprobar que a pesar de los pesares, que fueron muchos y varios -el escritor en sus últimos años llegó a compartir su vida con la periodista Sheila Graham-, el caos no pudo romper el amor que sintieron el uno por el otro.
Y nada fue capaz de evitar que se apoyaran para siempre: las cartas que Zelda escribió a su marido y que se conservan en la Biblioteca de la Universidad de Princeton -donde él estudió cuatro años-, se acercan a las quinientas. Las misivas ya publicadas, más una selección de las inéditas, dicen más que todos los comentarios posibles: de Scott a su esposa sólo se conservan 22 cartas y 11 telegramas.
El libro mencionado las publica todas, así como 189 nuevas de Zelda. El epistolario muestra las emociones de un amor del que puede decirse que fue para siempre: el propio Scott, en una de sus misivas, dice que conoce pocas parejas realmente felices tal como era la que ellos formaban.
La vida de ambos fue dramática y su amor además de profundo fue atormentado, pero no es menos cierto que sobre la tragedia se alzó siempre el poder de una relación intensa, capacitada para entender y perdonar sin aspavientos.
Zelda nació en Montgomery (Alabama) y estaba considerada como la chica más guapa y atrevida de la localidad. Cuando Scott la conoció, como tantos, cayó hechizado ante ella, pero sus sentimientos juveniles no lo llevaron a una locura pasajera.
"Nadie que tenga una personalidad tan fuerte como la de Zelda puede escapar a las críticas de los demás, y tal y como señalas, en su caso no faltan motivos", escribió el autor de "El gran Gatsby" a un amigo en febrero de 1920, pocos meses antes de la boda con la escritora. "Siempre lo he sabido... Pero... me he enamorado de su valor, de su sinceridad y del orgulloso respeto que se tiene a sí misma, y creería en esas cosas incluso aunque el mundo entero se entregara a las más fantásticas suspicacias acerca de si ella es o no es como debería ser -reflexionó por entonces-. Aunque naturalmente, la verdadera razón es que la quiero, y ese es el principio y el final de todo".
Ella, por su parte, le había escrito un año antes: "Me sentiría carente de sentido si no fuera por ti, y sé que tú tampoco podrías seguir adelante sin mí".
Ambos se habían conocido en 1918 en un baile, justo en el mes de julio cuando Zelda cumplía 18 años. El, por su parte, andaba sus primeros pasos de escritor, aunque en esos años sólo lograría vender un relato, "Babes in the woods", por el que le habían dado 30 dólares. Durante la década del 20, el escritor y su esposa representaron cuanto ese período tuvo de atractivo, así como los treinta fueron años de crisis en los que Zelda empezó su peregrinación por los hospitales y Scott su alianza con el alcohol.
El epistolario que publicó Lumen ofrece 69 cartas, escritas entre 1939 y 1940, que la autora escribió a su marido: la difusión de este material es importante, dado que durante mucho tiempo se creyó que ella había dejado de escribirle.
Es quizás en estos textos, en los que sin saberlo se están diciendo adiós, cuando a pesar de las constantes peticiones de dinero de Zelda, de las enfermedades que padecían, de la difícil educación de Scottie -su única hija-, las palabras rezuman latidos de cariño, que dan origen a cartas de enorme sinceridad y belleza. (Télam).
   
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