Sábado 15 de marzo de 2003

 

Caminando

 
  Caminar es bueno para la salud, eso ya lo sabemos. También sabemos que tiene sus riesgos. Así que no voy a referirme a esta salud, sino a la otra. Vamos a suponer que tenemos auto y que por alguna razón, hoy lo dejamos y caminamos por el centro; cualquier centro. Desde los españoles en adelante, todos los centros son similares, porque el poder, cualquier poder, está en el centro: bancos, iglesias, ejecutivos varios, sedes, en fin. Caminemos.
Nos puede pasar que nos encontremos con gente que desde el auto, puede ser sólo un saludo, un cariñoso bocinazo -aprovecho para decirles a los ejemplares que tienen esta costumbre, que no hay bocinazo cariñoso. Todos son agresivos-, o un pensamiento distraído "mirá ese, cuánto hace que no lo veía".
Ahí te quiero ver, porque el encuentro cercano no es lo mismo. A lo mejor es alguien agradable, a lo mejor preferiría cruzarse de vereda, pero ya es tarde... sería muy evidente. Bueno, consuélese: al que viene, lo más probable es que idénticos pensamientos crucen por su cabeza, y no sería una mala idea sonreír y charlar un poco, si hay buena onda, mejor, sino, siempre se puede tener una de esas cosas que no pueden esperar, ¿verdad? No es aconsejable, repito, no es aconsejable, dejar que la mochila del resentimiento se vuelque sobre nosotros, lo cual sólo es posible si le damos pie y nuestro propio resentimiento actúa. Huya.
También nos puede pasar que comprobemos el real estado de las veredas, lo molesto que es encontrarlas llenas de sillas, cosas varias o directamente que no hay vereda, y es una excelente oportunidad para corroborar cuántos comercios chicos cerraron, y algo como una inquietud, una cierta tristeza, nos rozará el alma...
Lo que es una experiencia interesante es ponerse en el rol del peatón. Ahí te quiero ver, esto es riesgo en serio. Corroboraremos por qué sentimos esa sensación de poder en el auto: porque la calle es de los vehículos.
Caminante, más vale que no te atrevas a desafiar ese bólido conducido por esa cara de guerra, por más que te asista el derecho de cruzar por la esquina. Puedes terminar discutiéndolo en el hospital o perder para siempre la posibilidad de discutir cualquier cosa. Conductor, no te olvides de la experiencia...
Hay un grupo de gente con la que nos encontramos pero no nos relacionamos, a menos que necesitemos algo como lavar el auto, o el parabrisas siquiera, o comprar alguna cosa que está en la vereda, o tranquilizar nuestra conciencia con una moneda: son los excluidos que llegan al centro.
Sabe, conozco esa mirada siempre en alerta rojo, aunque la voz sea amable, aunque se ría con ganas. Nosotras teníamos esa mirada en la cárcel, le decíamos "mirada de nada" o "mirada de vaca". Cuidado. Territorio hostil. Inferioridad de condiciones. No provocar. Perdón, vaca. Ahora sé que vos también te reconocés en territorio hostil, y también sé por qué te quedás quieta en medio de la ruta cuando avanza un bólido. Sólo querés que todo termine cuanto antes...
El centro es para ellos territorio hostil. Estos chicos, estos hombres, estas nenas adultas, y tantos otros personajes de la periferia, lavan autos que no tienen, miran vidrieras con zapatillas que difícilmente calcen, olfatean perfumes que jamás se pondrán. Cuando pasamos a su lado, su humanidad sin disimulos nos saluda. No vamos a hacer sociología en un minuto, sólo creo que sonreírles y preguntarles el nombre ayuda, el nombre convierte en persona a la estadística -por algo las dictaduras prohíben determinados nombres-, establece un puente, puede hasta cambiar la mirada de nada porque tú, yo, caminante ocasional, corrimos un riesgo que sí vale la pena correr: rescatarlo -rescatarnos- de la nada... Porque te digo algo, para ese tipo, para esa piba del mundo de la exclusión, también somos nada.
Graciela y yo establecimos ese puente. Se acuerda?, esa nena de la terminal de Neuquén que terminó asesinada. La cruzaba seguido, un sol rubio, acompañada siempre por su hermanito. Mi rol de hermana mayor se identificaba; "cuidalo", le decía, como si hiciera falta... Mi vida. Y a vos, ¿quién te cuidaba?
Sí, caminar es bueno para el alma, y hay riesgos que vale la pena correr...aunque duelan.

Beba Salto
bebasalto@hotmail.com

   
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