Miércoles 12 de marzo de 2003

 

Relatos mínimos de grandes escritores

 

Economía de textos, pero no de imaginación ni de ideas es lo que ofrece la "microficción", un subgénero que a veces se mueve entre los límites de la narrativa y la prosa poética y del que acaba de editarse la antología "Dos veces bueno/3".

  Buenos Aires, (Télam).- Nuevos escritores que se suman a grandes como Julio Cortázar, Jorge Luis Borges, Adolfo Bioy Casares y Marco Denevi escribieron en algún momento de su vida mini-cuentos, una suerte de subgénero que atraviesa actualmente por un momento de auge, según lo indica un registro abundante de libros, antologías, revistas, páginas de Internet y congresos dedicados al género.
Una de estas compilaciones, "Dos veces bueno/ 3", con selección del escritor Raúl Brasca, acaba de ser editada en la colección Desde la Gente, del Instituto Movilizador de Fondos Cooperativos.
Anteriormente -en 1996 y 1997- para la misma colección, Brasca coordinó dos antologías con el mismo nombre, subtituladas "Cuentos brevísimos latinoamericanos". Del primer volumen de "Dos veces bueno/1" salieron tres ediciones con 30 mil ejemplares. Los tres libros incluyen a más de 150 escritores.
Según Brasca, actualmente se vive una especie de "boom del microcuento" ya que en los últimos años "han proliferado autores y antologías por todos lados. Incluso hay autores locales que inician su carrera literaria publicando libros de microficciones, entre ellos Gustavo Zappa, Alejandro Martino y Débora Vázquez", aseguró.
Ingeniero químico ocupado en vender tintas gráficas, el compilador insiste en que el auge de la narración mínima puede verse en las antologías aparecidas en los últimos años: ""Dos veces bueno" fue una de las primeras que salió, aunque tiene el antecedente de "Cuentos breves y extraordinarios" de Borges y Bioy, luego "El libro de la imaginación" del mexicano Edmundo Valadés", explica.
Advierte Brasca sobre la dificultad de apresar al mini relato en una definición: prefiere explicar que se trata de un mecanismo perfecto que, puesto a funcionar con la primera línea, estalla en el lector antes de tiempo.
"Como característica principal está la concisión, el rigor con las palabras y cierta cualidad de impacto, de golpear de manera veloz al lector sin darle tiempo a reaccionar. Definición no hay, menos teniendo en cuenta que se trata de un género emergente", indica.
"Tengo sí, opiniones al respecto, como que le calzan los adjetivos de instantáneo, sugerente, repentino, súbito, rápido, y que su extensión no debe pasar de una página a doble espacio, aunque esto es insuficiente para caracterizarlo", acota.
Autor del libro "Las aguas madres" (1994) y años después de las compilaciones "Antología del cuento breve y oculto" y "La hora de todos. Relatos de fines de los siglos XVI al XIX" (ambos en colaboración con Luis Chitarroni), Brasca participó en España en el segundo Congreso de Minificción, llevado a cabo en la Universidad de Salamanca.
"Hubo allí dos corrientes marcadas una que apunta a la situación narrativa y otra transgenérica que incluye dentro de este tipo de ficciones textos fronterizos con el microensayo y el poema en prosa, en los que el elemento narrativo se adelgaza casi hasta desaparecer".
"Hay que ver que también el cuento popular y el chiste lindan con el género. Existen elementos que ayudan a definir su perfil y a consolidar la microficción moderna hacia 1950, como el humor, la ironía, la parodia, la sátira, la reescritura de mitos universales -sean bíblicos o historias mitológicas- y la referencia a libros y películas muy conocidas dentro de una cultura popular", señala Brasca.
En este segundo congreso participaron, entre otros, los venezolanos Laura Antillano, Gabriel Jiménez Emán y Armando José Sequera, el mexicano Guillermo Samperio y de Argentina, Ana María Shua, David Lagmanovich y algunos compatriotas residentes en España como Clara Obligado, Reina Roffé, Noni Benegas y Andrés Neuman.
Tras explicar que las fronteras de la micro ficción con el poema en prosa, el aforismo y el microensayo son borrosas, Brasca señala que sería equivocado pensar por su brevedad en arte transmisible y popular.
"En algún sentido podría llegar a ser así, pero hay que ver que una de las características de la micro ficción es que supone un conocimiento del lector, de las referencias y de todo lo que está sugerido en el texto", asegura.

Un subgénero de pocas palabras

En los últimos años han proliferado en España las compilaciones sobre el cuento brevísimo, como "La mano de la hormiga", "Dos veces cuento", "Ojos de aguja" y "Por favor sea breve" (esta última a cargo de la argentina Clara Obligado).
En México apareció "Relatos vertiginosos", en Colombia "La minificción en Colombia" y en Chile la "Brevísima relación. Antología del micro-cuento hispanoamericano", a cargo de un especialista del género, Juan Armando Epple.
El compilador y escritor Raúl Brasca rescata, además, a la mítica revista "El Cuento", dirigida por Edmundo Valadés, "publicada ininterrumpidamente -dice- durante cuarenta años, y que realizaba concursos de mini cuentos".
"Cuando comencé a escribir no sabía que estaba haciendo cuentos brevísimos, me lo dijo un día Liliana Hecker, mandé un texto y gané, fue en 1988", recuerda Brasca.
Otras revistas que han difundido el cuento telegráfico en la Argentina fueron: "El molino de pimienta", "Puro cuento" y "Maniático textual", entre otras.
Brasca subraya que la primera revista en el mundo dedicada exclusivamente a la micro ficción fue la colombiana "Ekuóreo", dirigida por Bustamante Zamudio y Kremer, a la que le sucedieron "Eureko" (sic) y "A la topa tolondra".
"En Internet hay dos páginas, la española "Literatura.com" dedicada exclusivamente a mini ficciones que aparecieron luego impresas en las compilaciones "Quince líneas" y "Galería de hiperbreves"", indica.
"También está la página mexicana "Ficticia" que convoca a un certamen de micro ficción; me tocó ser jurado en más de una ocasión".
"Incluso hay un diario inglés, el "The Daily Telegraph" con un concurso permanente de lo que llaman minisagas, donde piden mini cuentos realistas que no deben tener ni más ni menos que cincuenta palabras", concluye Brasca. (Télam)

   
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