Martes 11 de marzo de 2003 | ||
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Monterroso |
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Soy monterroseano. Pertenezco a esa cofradía de seguidores de la brevedad, de la ironía sutil y humorística y a la vez punzante que entretejen sus textos edificados con un estilo de orfebre. Soy de aquellos que han sentido que perdimos algo cuando nos enteramos este verano de su último chascarrillo. Augusto Monterroso dejó en la literatura de habla hispana unos textos raros, breves, aunque condescendió a escribir una novela titulada "Lo demás es silencio", en la que se demuestra por el absurdo, la imposibilidad de contar una vida. Fue cultor de la fábula, ese género tan antiguo y casi olvidado por los escritores actuales. "La oveja negra y demás fábulas" es una muestra clara de cómo la realidad del continente y las taras humanas pueden caber en ocho líneas. Algunas son un verdadero prodigio de alusiones. Escribió cuentos, diarios, notas a sus lecturas. En todos sus escritos dejó entrever una inteligencia corrosiva y un humor fino, de los mejores en nuestra literatura. Extraordinario autor de palíndromos y de rimas inusuales, lúdico y lúcido degustador del idioma. Amó y conoció en profundidad a los clásicos españoles e ingleses. Fue lo opuesto a lo formal, a lo serio, un pecado del que rara vez se libran los hombres y mujeres de letras. Dijo que hay sólo tres temas: el amor, la muerte y las moscas, y que él se ocuparía del tercero que nadie toma, porque las moscas son mejores que los hombres, pero no que las mujeres. Los temas de Monterroso son así, extravagantes, inusuales, sorprendentes. Había nacido en Guatemala, país del que lo exiliaron a poco de comenzar como diplomático, desde allí anduvo por Chile y después recaló en México hasta el final de sus días. Con Monterroso no se sabe nunca donde termina la ironía y dónde la seriedad. Tiene la gloria instituida por la crítica de ser el autor del cuento más breve de la lengua, ese que dice: "Cuando despertó, el dinosaurio todavía estaba allí". En fin, no es éste el ámbito para discusiones, pero creo que este texto es más una humorada del guatemalteco que el serio propósito de que ese relato sea un cuento. A Borges lo unía el humor, el gusto por lo fragmentario, la disolución de los géneros, relatos que devienen en ensayo, artículos entrecruzados por la ficción, anécdotas cargadas de literatura y la brevedad de la que siempre hacía gala... Sigo pensando como el autor de "la palabra mágica" que todo puede contarse en 25 centímetros, y que el resto son sólo aditamentos. Para muestra de su estilo, culmino a modo de homenaje con esta fábula llamada "La oveja negra". "En un lejano país existió hace muchos años una oveja negra. Fue fusilada. Un siglo después el rebaño arrepentido le levantó una estatua ecuestre que quedó muy bien en el parque. Así en lo sucesivo, cada vez que aparecían ovejas negras eran rápidamente pasadas por las armas para que las futuras generaciones de ovejas comunes y corrientes pudieran ejercitarse también en la escultura". Néstor Tkaczek |
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