Sábado 8 de marzo de 2003 | ||
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Mujer |
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Sí, hemos recorrido un largo camino. Mejor diremos, hemos construido un largo, azaroso y apasionante camino, nosotras las mujeres. Subrayo lo de la construcción, porque el camino no está hecho, lo vamos haciendo. ¿Y para dónde vamos? Esto lo comparto hoy con usted, querida amiga, porque tiene que ver con una especie de balance sobre cómo, con qué, para qué, llegamos a este punto de nuestro camino. Contamos con un bagaje importantísimo, que de hecho, justificó el nombre de esta columna: pensamos, actuamos, en clave de Y. La experiencia de conducción en el hogar, esa cualidad de resolver, todos los días, un montón de desafíos sin excluir a nadie, esta capacidad de ocuparse de esto y lo otro, y lo otro, no de esto o lo otro, es nuestro mayor aporte a un mundo que funciona en O: funciona en exclusión. Uno de nuestros mayores desafíos es trasladar esta experiencia a ese mundo, no dejarla puertas adentro del hogar. Y bueno es aclarar que rescato esa capacidad, no reivindico la injusticia de tener que hacer todo sin ayuda (grupo familiar, cualquiera seas, si te sientes aludido, reacciona). Y como de balance se trata, se me ocurre compartir también que semejante milagro diario sólo es posible porque funcionamos con el corazón. El corazón, señoras y señores, no es un símbolo de sentimentalismo. El corazón es la rotonda personal en la cual confluyen desde arriba la mente, y desde abajo los atributos correspondientes, ¿me explico? Cuando alguna de estas dos vías está ausente, tenemos lo que tenemos: intelectualizaciones descarnadas de humanidad o reacciones viscerales sin sentido. Sí, digámoslo orgullosamente. Somos semejante motor porque funcionamos con el corazón. Tráfico completo. Algunos riesgos serios que afrontamos en la construcción de este espacio que peleamos para la mujer: el que personalmente más me alarma es el proceso que a falta de mejor palabra, llamo "travestismo". En nuestra lucha por el protagonismo, en este mundo dominado por los hombres, casi sin querer, por pura supervivencia, nos vamos revistiendo de las cualidades de los que enfrentamos. Esta lucha nos tienta a ponernos como generalmente son "ellos" en su estilo de conducción: agresivas, chicaneras, tramposas, movedoras de piso... Y así llegamos a lo que algo pomposamente llamamos "los espacios de poder". Entonces, es el momento de preguntarnos ¿para esto queremos el poder? ¿Dónde dejamos esa experiencia integradora, en qué momento la Y, esa persona plantada firmemente con los brazos abiertos, se convirtió en la cerrada O? Si usted cree que yo tengo la respuesta, lamento desilusionarla. No la tengo, y creo que es así porque no es una respuesta en palabras, la respuesta es una construcción colectiva de todas las mujeres hacia todos los seres que nos rodean. Le digo más: no es ni fácil, no es inmediato, como nunca lo fue en el hogar, espacio en el que sí somos conducción, es decir, resolvemos las situaciones a diario y sembrando para adelante. El otro riesgo que corremos todos los días es el de la complicidad. Estamos saturadas de estadísticas, estamos conmovidas por terribles experiencias de abuso a mujeres y a niños, por nombrar a los dos eslabones más golpeados de la cadena de iniquidades del ser humano. Bueno, ¿y que hacemos? Cada vez que un nuevo horror salta a los medios, resulta que nos enteramos que yo ya lo sabía, que los gritos se escuchaban siempre, que ya me parecía, ese nene tan triste y con esos moretones... Usted, querida amiga, ha sido testigo. Y no creo equivocarme: a que también sufre muchas veces esa verdadera cárcel social, hecha de muros de silencio, con guardianes cómplices. No sigamos construyendo este camino. Podemos hacer otro, de hecho, muchas mujeres ya lo hacen, pero muchas más sólo lo sufren.Sabe, un camino más valiente, más solidario, sembrará hombres y mujeres mejores, ¿o necesitamos la psicología para saber que en la infancia de un golpeador, de un violador, hay un niño que devuelve lo que recibió? Sí, hemos recorrido -construido- un largo y rico camino. Puede serlo mucho más. Debe serlo, para que nuestro protagonismo construya un mundo que marche al latido del corazón. Beba Salto |
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