Lunes 3 de marzo de 2003

 

Las malas compañías de siempre

 

Acción, humor y un final predecible en "Malas compañías" de Joel Schumacher.

  La historia es la de siempre. Uno malo, el otro bueno. Uno feo, el otro lindo. Uno astuto, el otro inteligente. Uno honrado, el otro delincuente. Uno famoso, el otro anónimo. Uno disciplinado, el otro caótico.
En "Malas compañías", Anthony Hopkins y Chris Rock, entran, de un modo u otro, en todas estas tipologías. Probablemente haya más. Ambos constituyen una pareja dispareja y ésa es la verdadera clave de un filme sin demasiadas claves. Porque la nueva historia dirigida por el siempre eficiente Joel Schumacher, no tiene nada de original -ni nada que este director no haya dicho en cualquiera de sus filmes anteriores-.
Sin embargo, no decepcionará a los fanáticos de un género -el de la acción típicamente americana- que debe rendir honores y pleitesía a varios ítems hollywoodenses para tener relativo o brillante éxito.
Primero: una pareja que se lleve mal al principio y se transforme en la unión de dos hermanos de sangre llegando al final.
Segundo: los terroristas deben ser exóticos. Mejor si vienen de la mafia china, rusa o son seguidores de algún fanático líder afgano. ¿Sudamérica? No, por ahora mejor no. Hay demasiados latinos en Los Angeles.
Tercero: el mundo está en peligro y faltan pocos minutos para que todo se transforme en una pizza derretida. Entiéndase por mundo New York.
Cuarto: todos hablan, very good, pretty good, inglés. Incluso los malos.
Quinto: hay una bomba nuclear de por medio (véase "Código flecha rota", "Enemigo interior", entre otras).
Sexto: nadie puede hacer nada excepto un marginal que por esas cosas de la vida termina siendo la pieza que faltaba para armar el rompecabezas.
Séptimo: el personaje en cuestión -¿que tal un negro?- es entrenado a las corridas y -¡oh sorpresa!- es bastante listo.
Octavo: la CIA o el FBI están de por medio (y no son tan malos como dicen).
Noveno: las cosas llegan a un clímax a la hora y 55 minutos de la película.
Y décimo: ganan los buenos. Todos sabemos quiénes son y para colmo nos divierte que así sea. Amén.
"Malas compañías" contiene los ingredientes que hacen sabrosa la torta, más un uso espectacular de las cámaras, un notorio presupuesto (aunque también se hace evidente que faltó uno que otro dinerillo aquí y allá), acción y actuaciones dignas, entre graciosas y suficientes. Rock hace caritas para matarse de la risa y comer papas fritas, al mismo tiempo, y Anthony Hopkins encarna a un agente que, la verdad, está muy fuera de línea. Claro hombre, Anthony Hopkins, no va a dejar de ser Anthony Hopkins por hacer estas películas que no dudamos en alquilar el viernes por la noche.
Para sorpresas ya está la realidad de cada día. (C.A.)
   
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