Domingo 2 de marzo de 2003
 

Silvia Stein: Una escultura en el living de casa

 

Silvia Stein pudo ser arquitecta. También una escultora tradicional dedicada sobre todo a la exposición en galerías o lugares restringidos al público masivo. Sin embargo eligió un camino distinto. Creó un arte más accesible, no por eso menos original, y lo comercializó en lugares donde antes nadie lo había hecho.

 
"Creo que me inventé esta historia tratando de llegar a toda la gente y lo logré", sostiene la artista.
Silvia Stein dejó casi por completo la arquitectura para dedicarse de lleno a la escultura desde hace años.
Aunque sus maestros le auguraban una carrera internacional en el tema, ella prefirió diferenciarse, salir del círculo tradicional de galerías y museos para instalarse en diferentes negocios de los centros comerciales de Buenos Aires y el interior.
Desde allí, como una suerte de pionera en vender de obras de arte, tomó contacto con el público masivo y tuvo éxito. Con familiares en Neuquén y Cipolletti, incluso habiendo vendido mucha obra en el sur, su experiencia destaca un inefable vínculo con la cantidad de clientes turistas que la visitan y compran, además de vender a psicoanalistas y arquitectos, lo mismo en otros lugares del interior, Estados Unidos y España. Cumplió prolijamente la carrera de arquitecta, trabajó en eso, pero llevada por una amiga revivió sus tendencias estéticas a través del estudio de la escultura. Así más de un año la pasó con el gran maestro Leo Vinci y después eligió un camino distinto: vender arte en negocios no tradicionales, aún habiéndose presentado en museos, galerías y muestras, con éxito y premios.
- ¿Cómo se da esta opción tan original para vender esculturas?
- Se me ocurrió después de divorciarme cómo podía llegar a trabajar en algo distinto. Hice varias exposiciones, mandé a museos y gané varios premios, pero después me decido por empezar a hacer una escultura seriada, primero como medio de vida y después con la idea de llegar a todo el mundo. Una escultura que no sea tan cara como resultan las piezas únicas. Invento así la historia de las esculturas seriadas pero a un precio mucho menor que las que venden las galerías. Creo que la novedad mía es venderlas en los negocios de decoración, algo que no existía en ese momento. Al principio cuando las ofrecía en el tipo de negocios de regalos me miraban raro, pero después una mujer se animó a incluirlas en sus negocio. Así empecé a vender allí y otros sitios de nivel. Fue algo distinto. Incluso vendí mucho en el interior, por ejemplo en Neuquén en el negocio de Silvia Zárate, en Tucumán y muchas piezas en Santiago del Estero.
- ¿Cómo se implementó esta idea de escultura seriada?
- Tiene que ver con la idea de la figura clásica, pero a su vez está la forma como trabajo. Porque de golpe tomo una cara clásica - el David- y le incluyo un trozo de metal que simula un marco desde donde sale el rostro. Trabajo mucho con ese enmarcado. Hubo una época en que utilizaba mucho espejos, como que la cara se refleja y se va transformando. Uso bastante mezcla de materiales, aluminio, cemento, a veces mezcla de yeso y otros elementos, además de mármol y acrílico. Tengo primero un modelo, después un molde, otro molde masivo en silicona, y sobre eso mucho aprendizaje sola. Hago de golpe la cara del David, pero mezclada con maderas destruidas para contraste, aunque siempre pongo el acento en el diseño, que me viene de la arquitectura. Porque también hice piezas con restos de obras de arquitectura y las presenté en museos nacionales y municipales, pero me desprendí de eso por algo más auténtico, tal vez como dice mi página Web, con la idea de que todo el mundo tenga una escultura en su casa, que no sea esa cosa exclusiva de galerías y museos.

Julio Pagani

   
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