Jueves 27 de febrero de 2003

 

Por respeto, chicos mapuches piden permiso al río antes de bañarse

 

La cultura aborigen se mantiene viva todos los días en Neuquén, a orillas del Limay. Practican juegos precolombinos y aprenden la lengua, música y danza.

 
La diversión se multiplica en el agua luego de pedirle autorización al Limay.
NEUQUEN (AN).- "Leufu Kusé, Leufu Kuchá, Leufu Ulchasomó, Leufú Weche huentrú; Marichi Weu, Marichi Weu".
Los gritos agudos quieren decir algo así como "río joven, río viejo, río mujer joven, río hombre viejo; diez veces estamos vivos, diez veces estamos contentos".
Y de los gritos, de cabeza al agua, de cabeza el río Limay.
La ceremonia se hace para pedirle permiso al río para una zambullida y un chapuzón.
Son pibes de los barrios San Lorenzo, del sector La Estrella de Villa Ceferino, del Cordón Colón de Islas Malvinas, casi todos con sangre mapuche, y también algunos vecinos con rasgos claramente occidentales que se integran a la propuesta que el año pasado no pudo ser. En total, un centenar de chicos neuquinos participaron este año de la colonia de vacaciones que organizó la asociación We Kuyén, "Luna Nueva" y que hoy cierra en el centro Naya Hue, ubicado apenas a unos metros del balneario municipal de esta ciudad.
La propuesta está orientada a la chicos y tiene un sólido fundamento cultural, rescatado de la memoria de las ñañas, las abuelas, bisabuelas y abuelas de las abuelas de los chicos que son "mapuches urbanos", tal es la definición de Eduardo Melillán. El hombre es uno de los coordinadores de las actividades que contemplan juegos precolombinos como el palín o la chueca (una versión aborigen del hockey), la música, la danza, las técnicas de tejido en telar y otras cuestiones con alto contenido religioso, además de los números en el "mapugundum", la lengua originaria del grupo que pobló la región antes de la llegada de los españoles.
"Río Negro" participó ayer de una contundente demostración de los conocimientos que los chicos adquieren jugando en el campamento, donde no faltan los kultrunes y las pifilcas; el primero es el clásico tambor mapuche y el segundo es un instrumento de viento fabricado en una madera triangular ahuecada.
María Huenchuqueo, de 30 años, es otra de las coordinadoras de la asociación que en año pasado no pudo realizar la colonia de vacaciones por problemas económicos. "Con la excusa de la crisis, nadie nos dio ayuda y acá todo es a pulmón", afirmó María, quien es hija de un matrimonio mapuche que antes de su nacimiento dejó la comunidad de Atreuco -ubicada en la zona de San Martín de los Andes- para radicarse en esta ciudad.
La madre de María hablaba la lengua mapuche pero la abandonó: es que "le daba vergüenza. Yo la estoy aprendiendo, sé muy poco pero algo entiendo, algo me va quedando", dijo la mujer).
La colonia de vacaciones se pudo hacer gracias a que la municipalidad de Neuquén, a través de la Dirección de Deportes, facilitó un colectivo que estuvo a disposición del grupo durante enero y febrero. La Subsecretaría de Acción Social de la provincia colaboró con los alimentos, sobre todo con leche, mientras que la defensora del Pueblo, Blanca Tirachini les ayudó a hacer las distintas gestiones para pedir colaboraciones y Mirta Gil (una amiga solidaria de la asociación) aportó dinero de su bolsillo, como lo viente haciendo desde hace tiempo.
Lo más llamativo resulta el juego de palín o chueca para el que los chicos fabricaron sus propios palos, les grabaron símbolos mapuches encima y también los combinaron con los colores de Boca o de Ríver. Por esos fenómenos de la globalización a la par da la vinchas asoman mochilas del ratón Mickey, gorras de los Chicago Bulls, remeras de La Renga, de la selección Argentina y hasta un pañuelito de pelo con Mafalda.
Cuatro chicos agazapados en posición fetal se cubren con un poncho, desde allí comienza un aletear en círculos alrededor de un círculo. Es el baile del choique, el famoso "choique purrum" donde los pibes representan el momento en el que el ave está en el huevo, el nacimiento y el trote torpe que también se usará luego como arma de seducción. A la cabeza del grupo va Juancito Curruhuinca, extasiado por la danza. El chico, de 12 años, sueña con este año poder bailar para el 12 de octubre, no como un acto de rebeldía sino para decir "marici weu, marici weu", el grito de fuerza que habla de estar vivo y de sentirse fuertes.

"Nunca pudimos ser damas de Mayo"

"Nunca nos elegían para damas de mayo, a lo sumo nos ponían de carboneras o mazamorreras; pero de damas ni ahí". María Huenchuqueo tiene 30 años y recordó su época de escuela primaria, cuando decirse mapuche era toda una rareza.
"No decíamos nada, pero es cierto que de alguna manera nos dejaban de lado, y se nos discriminaba. Hoy la cosas han cambiado, por suerte", afirmó una de las coordinadoras de la colonia de vacaciones que se realiza en el centro Naya Hue de esta ciudad.
María contó que los chicos incorporan los conocimientos en el manejo de las arcillas y los telares "muy rápido y de una manera admirable van forjando su identidad".
"Vemos que la gran mayoría se siente orgulloso de ser mapuche, aunque seamos mapuches urbanos", explicó la mujer.
La tarea del grupo lleva trece años de continuidad.
"A veces podemos hacer más y a veces menos, pero siempre hacemos algo; desde la primera colonia de vacaciones hasta ahora llevamos diez años".
Cristina Paillalafquén, otra de las pioneras en la iniciativa, comentó que "no hay conflictos" cuando empiezan las clases: "lo que sí, los chicos mapuches, muchos de ellos dan a conocer su postura que no es la misma que cuenta la historia".
La mujer aclaró que "no se trata de que haya confrontaciones sino un debate, y no se trata de otra cosa que la integración".
"Acá hay chicos que no tienen ancestros mapuches pero que sus padres están de acuerdo en que aprendan la cultura mapuche", indicó.(AN)

Expertos en el palín, antecedente del hóckey

Cada uno con su "wiño", los chicos deleitaron a la tribuna durante el partido.
Los chicos tienen entre nueve y 14 años. Están en el medio de una cancha que tiene unos 60 metros de largo y 12 de ancho. Tienen en sus manos palos que son casi bastones de algo más de un metro de largo. No hay perfección en los bastones que no son tales sino "wiños" para jugar al palín o a la chueca, un curioso antecedente del hóckey con el que hoy maravillan "Las Leonas" de la selección argentina de ese deporte.
"Creíamos que era un deporte de los hombres, pero nuestras "ñañas" (abuelas) nos han contado que también lo jugaban las mujeres: acá lo practican los chicos y las chicas", afirmó Eduardo Melillán. Los palos los armaron con sus propias manos, usando troncos de manzano o de álamo. La bocha de los mapuches era un trozo de madera (muchas veces trozos de raíces) forrado con cuero, aunque a veces se le agregaba y un resguardo intermedio de tela.
"Nos está faltando hacer la bocha, que para nosotros serían el palín o pali, así que usamos una de tenis", comentó Melillán parado en el medio de un círculo de pequeños. De acuerdo a la información que han recabado los mapuches las canchas tenían 100 metros de largo por diez de ancho, o bien 200 metros por 20 y se demarcaban con palos, varillas u hojas "siempre se buscan cosas naturales, cosas de la tierra, que tengan que ver con nosotros", graficó Eduardo.
Hasta que el grupo no introdujo el juego en la colonia de vacaciones en esta ciudad no había antecedentes de que el juego haya vuelto a ser tal por lo menos en esta ciudad.
Ayer a las cinco de la tarde, parados en el centro de la cancha, los chicos hicieron golpear los palos en el aire, gritaron "diez veces seremos libres" y jugaron un vibrante partido mixto donde no faltaron las hinchadas, que hicieron sonar los kultrunes, la trutrucas y otros instrumentos. (AN)

   
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